Ser bi
Qu¨¦ mezquino lo de Saramago. Los portugueses, algunos portugueses, le reprochan sus gestos espa?oles, su permanente residencia en Lanzarote, su primera rueda de prensa madrile?a tras el Nobel, su misma coexistencia pac¨ªfica con la lengua y la cultura de aqu¨ª. Pero no se trata de denunciar un mal portugu¨¦s; estoy seguro de que la reacci¨®n ser¨ªa muy parecida de producirse un caso similar con un artista espa?ol aclimatado fuera. Forma parte de un recelo de orden superior hacia todo aquello que escapa a la aceptada normativa de lo ¨²nico, lo estable, lo com¨²n: el biling¨¹e, el bip¨¢trida, el bisexual, el b¨ªgamo. Y Saramago ni siquiera le pone los cuernos al portugu¨¦s escribiendo sus novelas en espa?ol.Tengo delante un precioso volumen de la revista de Barcelona Entregas de Poes¨ªa que apareci¨® sin fecha (aunque se sabe: 1945), y en el que el gran cr¨ªtico y traductor catal¨¢n Juan Ram¨®n Masoliver presentaba unas Poes¨ªas en lengua extranjera de autores espa?oles. El a?o y la situaci¨®n no favorec¨ªan entre nosotros el cosmopolitismo ni la vocaci¨®n internacional, pero ah¨ª estaba Masoliver con discreci¨®n, con el manto prudente del erutito, rastreando hermandades literarias entre lenguas y pa¨ªses tradicionalmente rivales. Algunos de los poemas elegidos pueden ser propagand¨ªsticos o meramente c¨®micos: el haiku en franc¨¦s de Altolaguirre, los versos en turco -?macarr¨®nico o leg¨ªtimo? No estoy capacitado para opinar- que Cervantes incluye en El trato de Argel. La mayor¨ªa revela, al contrario, una familiaridad por encima de toda desconfianza y un envidiable manejo ling¨¹¨ªstico, como en los bellos poemas italianos de Carles Riba, en las tiradas portuguesas de Quevedo y Lope o en aquel prodigioso soneto cuatriling¨¹e, castellano, lat¨ªn, portugu¨¦s e italiano, de G¨®ngora Las tablas del bajel despedazadas, con versos que en m¨¢s de una ocasi¨®n trascienden las reglas juguetonas: "raccoglio le smarrite pecorelle / nas ribeiras do Betis espalhadas. / Volver¨¦ a ser pastor, pues marinero / Quel dio non vuol". En una entrega posterior de la misma revista, Masoliver public¨® la antolog¨ªa Poes¨ªas castellanas de autores extranjeros, donde encontramos, entre otras glorias, al veneciano Bembo, a Moli¨¨re, con su entrada espa?ola en el ballet final de ese divertido galimat¨ªas bab¨¦lico que es El burgu¨¦s gentilhombre, a Camoens. Las composiciones en castellano de poetas portugueses son de hecho las que predominan en este volumen.
Los casos de biling¨¹ismo literario moderno (quiero decir, posteriores al uso del lat¨ªn como lengua de entendimiento franco) no son excepcionales. Sin ponerme a estudiar se me ocurren los nombres de Oscar Wilde, Casanova, Samuel Beckett, Nabokov, Kundera, y en nuestra cercan¨ªa Manuel de Lope, publicando sus primeras novelas escritas directamente en franc¨¦s. En ciertas instancias, los escritores vascos, catalanes, ga¨¦licos, el biling¨¹ismo est¨¢ sujeto a la conveniencia profesional o al avatar pol¨ªtico (prohibiciones, exilios). Algunos de estos escritores que se traducen a s¨ª mismos lamentan el tener que decirse dos veces, con la tentaci¨®n, tan inherente al proceso de la escritura, de desdecirse o corregirse en la segunda. Beckett y Nabokov son paradigma de la actitud opuesta; la alternancia entre el franc¨¦s y el ingl¨¦s en el primero, y el salto desde el ruso al ingl¨¦s dado por el autor de Lolita constituyen un ejercicio de purgaci¨®n l¨¦xica y hasta sem¨¢ntica, la b¨²squeda de un lenguaje vacacional que les saque de los muros de una morada hecha de palabras natales.
Me parece que Saramago pretende seguir siendo escritor de una lengua y dos pa¨ªses. Bastantes escritores valencianos o gallegos se sienten de un pa¨ªs pero se mueven entre dos lenguas. A m¨ª, nacido en un ¨¢mbito donde el biling¨¹ismo a¨²n no causa fricciones, lo que me gusta es ser de dos pa¨ªses y escribir en la lengua que me eligi¨® por accidente. El novelista portugu¨¦s, que puede desde una isla canaria escribir sin renunciar a su original pertenencia (el concepto ingl¨¦s del "belonging"), nos recuerda que la casa del arte no tiene patria, ni sexo, ni lengua particular, ni puertas; sus habitaciones son amplias, de techo alto, comunicables. El ejemplo podr¨ªa cundir, y todos, en el ma?ana de la utop¨ªa, conseguir¨ªamos tener, vini¨¦semos de donde vini¨¦semos, una segunda residencia en la tierra.
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