La Estaci¨®n Espacial del siglo XXI inicia hoy su aventura desde una base rusa de Kazajst¨¢n
Diecis¨¦is pa¨ªses, incluido Espa?a, participan en la ciudad orbital, que estar¨¢ lista en el 2004
El comienzo de una nueva era en la conquista del espacio est¨¢ fijado para las 07.40 de hoy (hora peninsular espa?ola) en las ¨¢ridas estepas de la rep¨²blica ex sovi¨¦tica de Kazajst¨¢n. Si todo se desarrolla seg¨²n lo previsto, un cohete Prot¨®n de tres fases ser¨¢ lanzado desde el cosm¨®dromo de Baikonur con una preciosa carga: el m¨®dulo Zari¨¢ (amanecer, en ruso), primer componente de la Estaci¨®n Espacial Internacional (ISS en sus siglas inglesas), que pondr¨¢ al alcance de la humanidad en el siglo XXI haza?as como la exploraci¨®n de Marte.Ni siquiera la pavorosa crisis econ¨®mica que azota a Rusia ha podido evitar la puesta en marcha de un proyecto pol¨¦mico, peligroso, dif¨ªcil y costoso, pero capaz de excitar la imaginaci¨®n popular en un mundo en el que quedan ya pocas fronteras por traspasar.
Se espera que para el a?o 2004 o 2005 ya estar¨¢n ensamblados todos los componentes de la estaci¨®n, despu¨¦s de que se efect¨²en 34 misiones del transbordador norteamericano y 9 de naves rusas, por no hablar de cerca de 150 paseos espaciales de astronautas de diversas nacionalidades con una duraci¨®n de 1.800 horas.
El espa?ol Pedro Duque, que recibi¨® hace poco su bautismo espacial en una misi¨®n junto a John Glenn, formar¨¢ parte, muy probablemente, de ese selecto grupo de pioneros.
La fabulosa empresa tiene como socio principal, especialmente en el terreno financiero, a Estados Unidos, cuyo actual presidente, Bill Clinton, resucit¨® en 1993 un proyecto que arranca de los tiempos de Ronald Reagan, cuando se pensaba en bautizar a la ciudad espacial con el nombre de Freedom (Libertad). Luego se reorganiz¨® el proyecto, que hab¨ªa llegado a estar casi moribundo, y renaci¨® con el nombre Alfa, que finalmente cambi¨® a ISS.
En teor¨ªa, sobre las espaldas de Rusia recae un tercio del peso de la aventura, aunque una parte muy importante de su factura se est¨¢ pagando desde Washington. Los otros socios destacados son Jap¨®n, Canad¨¢, Brasil y 11 pa¨ªses de la Agencia Europea del Espacio (ESA).
Tres billones de pesetas
Hasta hoy se han invertido ya algo m¨¢s de tres billones de pesetas, una tercera parte de lo que, seg¨²n los c¨¢lculos m¨¢s optimistas, costar¨¢ el proyecto. La contribuci¨®n espa?ola, cifrada en unos 9.000 millones de pesetas (tan s¨®lo entre 1995 y 2000), se centra por ahora en el armaz¨®n interior del m¨®dulo Columbus.La estaci¨®n, una aut¨¦ntica ciudad en el espacio, se convertir¨¢ en un enorme laboratorio cient¨ªfico, cuyo brillo ser¨¢ perceptible desde la tierra, que cubrir¨¢ una superficie equivalente a dos campos de f¨²tbol y que ser¨¢ capaz de acoger durante largas temporadas en su espacio habitable (equivalente al de dos Jumbo) a siete inquilinos, no necesariamente astronautas entrenados.
No habr¨¢ que esperar tanto para que lleguen habitantes a la ISS. Mucho antes, ya a finales de 1999 o en enero del 2000, el estadounidense William Shepherd y los rusos Yuri Gidzenko y Sergu¨¦i Krikaliov llegar¨¢n a la ISS para pasar all¨ª cinco meses. Si fracasara el lanzamiento de hoy, y el m¨®dulo Zari¨¢ se destruyese, todo el programa se retrasar¨ªa en torno a un a?o, aunque ya se est¨¢ trabajando en una r¨¦plica por si acaso.
La posibilidad de accidentes no es ni mucho menos despreciable durante el proceso de montaje de la ISS. Seg¨²n declar¨® recientemente a The New York Times el director de pol¨ªtica espacial de la Federaci¨®n de Cient¨ªficos de Estados Unidos, John Pike, se calcula que el riesgo de que se produzca al menos un fallo grave en el proceso de ensamblaje es del 73,6%. Seg¨²n Pike, "es probable que alguien muera, nada extra?o en obras de construcci¨®n, incluso cuando no hay paseos espaciales".
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