Cuando el deporte mata
Cinco ciclistas franceses murieron, entre 1975 y 1995, por infarto o accidente vascular antes de cumplir los 45 a?os
As¨ª pues, 1998 ha sido el a?o de las grandes revelaciones. Del asunto Festina a la investigaci¨®n sobre el f¨²tbol italiano, hemos podido medir la amplitud de la plaga: el dopaje es una pr¨¢ctica masiva, organizada, casi cient¨ªfica. Ahora que el parlamento franc¨¦s acaba de aprobar el proyecto de ley contra el dopaje, nuestro estudio demuestra que lo que est¨¢ en juego en este combate va mucho m¨¢s all¨¢: por querer forzar la naturaleza, los atletas ponen en peligro su salud. E incluso su vida. Aqu¨ª est¨¢n las pruebas, extra¨ªdas de un estudio realizado a petici¨®n nuestra por un m¨¦dico deportivo y dos expertos en estad¨ªstica del Instituto Curie. Son abrumadoras. "?Hay que sacrificar la salud por los resultados?".Entre 1975 y 1995, cinco corredores franceses que participaron en el Tour murieron por un infarto o por un accidente vascular sin haber cumplido los 45 a?os. Los tres m¨¢s j¨®venes ten¨ªan 27, 29 y 31 a?os, los otros dos 40 y 44. Una serie negra as¨ª no deber¨ªa haberse producido nunca. Las muertes tan precoces por problemas vasculares son excepcionales. Si aplic¨¢semos al pelot¨®n los porcentajes nacionales, durante el periodo en consideraci¨®n, s¨®lo deber¨ªamos lamentar una sola muerte de este tipo antes de los 45 a?os: 1,472 para ser precisos, aunque las "medias muertes" sean raras. Por lo tanto, de las cinco sobran cuatro. Cuatro muertes estad¨ªsticamente significativas: la probabilidad de que este exceso se deba al azar es exactamente del 0,0173%... ?menos del 2%! Seg¨²n el criterio universalmente admitido por los epidemi¨®logos, una probabilidad por debajo del 5% no corresponde a una fluctuaci¨®n aleatoria sino a un efecto real. Dicho claramente, los corredores del pelot¨®n tienen ahora un riesgo anormalmente alto de que su coraz¨®n o sus arterias les dejen tirados antes de lo normal. Un riesgo muy superior al del conjunto de la poblaci¨®n.
?A qu¨¦ se puede atribuir este aumento del riesgo si no es a los peligros del ciclismo de competici¨®n? Los corredores del Tour no son unos tipos fr¨¢giles. Son m¨¢s bien unos mozalbetes con un coraz¨®n de acero y una salud de hierro. Los cuatro muertos de m¨¢s demuestran matem¨¢ticamente lo que sabemos desde hace mucho tiempo sin admitirlo: el ritmo de competici¨®n del ciclismo moderno, el exceso de entrenamiento y el dopaje organizado se pagan. A fuerza de forzar la m¨¢quina humana por encima de sus l¨ªmites, de "encender caldera", seg¨²n la expresi¨®n apropiada, termina por explotar. De paso, la jerga del dopaje constituye en s¨ª mismo la prueba m¨¢s clara del hecho de que los ciclistas no "funcionan con "agua milagrosa" (1). Mejor que cualquier control, este lenguaje traiciona los v¨ªnculos ya antiguos que unen al pelot¨®n con el dopaje. No se inventan de forma fortuita expresiones como "bolas de 4" (pastillas de estricnina de un di¨¢metro de 4 mm., como las bolas de la caja de direcci¨®n de una bicicleta), "andar con pernos del 18" (doparse) o "cargadores reunidos" (los cuidadores).
Resulta in¨²til hacer comentarios. ?Qui¨¦n se puede tragar que un ¨²nico equipo gana un 10% de resistencia gracias a la EPO mientras que los dem¨¢s carburan con agua del grifo? ?Alguien ha visto a corredores del mismo equipo ganar todas las etapas con 30 minutos de ventaja? Hacen falta grandes dosis de hipocres¨ªa o de mala fe para seguir negando que el dopaje es un componente estructural del ciclismo moderno, como, por otro lado, de gran parte de los deportes de competici¨®n. Sin embargo, hemos deseado llevar la investigaci¨®n un paso m¨¢s all¨¢. ?Cu¨¢l es el efecto a largo plazo de una pr¨¢ctica deportiva cada vez m¨¢s artificial, cada vez m¨¢s alejada de la "verdad de los organismos"? ?Qu¨¦ les ocurre a los campeones una vez que abandonan los podios? ?C¨®mo viven los hombres reales cuando dejan de ser gigantes de la ruta? ?A qu¨¦ edad mueren y de qu¨¦?
Ninguna federaci¨®n, ning¨²n organismo oficial del ciclismo, ning¨²n comit¨¦ ol¨ªmpico ha realizado una investigaci¨®n de este tipo. Al mundo del deporte no le gusta revelar los trapos sucios de los h¨¦roes. Y este silencio no es exclusivo del ciclismo. En la bibliograf¨ªa epidemiol¨®gica francesa no se halla ni el m¨¢s m¨ªnimo estudio serio sobre lo que ocurre a un mont¨®n de deportistas de alto nivel. Por tanto, el an¨¢lisis estad¨ªstico que presenta Le Nouvel Observateur es una primicia. Engloba al conjunto de ciclistas franceses que participaron en el Tour de Francia desde finales de la II Guerra Mundial. Es decir, 667 corredores para 52 ediciones, de 1947 a 1998.
S¨®lo un c¨²mulo de circunstancias excepcionales hizo posible este estudio. Lo origin¨® la pasi¨®n de un m¨¦dico deportivo, Jean-Pierre de Mondenard, responsable del control antidopaje en el Tour de 1973 a 1975. Desde hace muchos a?os, el doctor de Mondenard ha llevado a cabo una incansable labor de documentaci¨®n. Ayudado por otros dos amantes de la bicicleta, Philippe Fetter y Henri Lumineau, ha dedicado miles de horas para reunir las fechas de nacimiento y, cuando era el caso, de fallecimiento de los corredores. Todo ha sido comprobado minuciosamente, incluidas las causas de las muertes. El resultado es una base de datos ¨²nica a la que s¨®lo faltaba "hacerla hablar". Bernard Asselain, responsable del servicio de bioestad¨ªstica del Instituto Curie en Par¨ªs y Yann DeRycke, ingeniero en el mismo servicio, aceptaron llevarlo a cabo. Curtidos en el estudio sobre la longevidad de montones de pacientes, pasaron los datos por el tamiz de una metodolog¨ªa estad¨ªstica rigurosa. Sus sobrios listados revelan la historia oculta del Tour, narrada por las cifras.
De los 677 corredores estudiados, s¨®lo nueve participaron en la prueba antes de la guerra (no hubo Tour entre 1940 y 1946). Los 668 restantes corrieron en una o varias de las 52 ediciones disputadas entre 1947 y 1998. La media de participaciones se sit¨²a entre tres y cuatro, pero muchos s¨®lo corrieron uno o dos Tours, frente a acaparadores que superan la decena. Los dos plusmarquistas de participaciones son Andr¨¦ Darrigade que disput¨® los 14 Tours de 1953 a 1966 y ahora tiene 69 a?os, as¨ª como Raymond Poulidor, tambi¨¦n 14 Tours de 1962 a 1976 (falt¨® al de 1971 por culpa de una infecci¨®n). En 1947 tuvo lugar el primer Tour de posguerra: 21 etapas, 100 empezaron y 53 terminaron. El vencedor se llam¨® Jean Robic, de 26 a?os, con una media de 31,412 kil¨®metros por hora. En 1948 fue el italiano Gino Bartali. Luego vinieron el campeon¨ªsimo Fausto Coppi -en 1949 y 1952-, Louison Bobet y Jacques Anquetil, cuya gran ¨¦poca se extendi¨® de 1961 a 1964 con cuatro victorias consecutivas. Con la era Anquetil surgi¨® una nueva generaci¨®n. Los corredores de los a?os cincuenta hab¨ªan nacido antes de la guerra, entre 1910 y 1930. A mediados de los a?os sesenta llegaron los hijos de la explosi¨®n demogr¨¢fica, nacidos entre 1945 y 1955, que tomaron definitivamente el relevo en los a?os setenta. Este relevo demogr¨¢fico se articul¨® en torno a toda una serie de cambios en el ciclismo profesional. Los equipos de marcas comerciales aparecieron en 1962. El ritmo de las carreras se aceler¨®. El calendario de competici¨®n se carg¨®. Las retransmisiones televisivas se alargaron. En pocas palabras, el ciclismo cambi¨® de pi?¨®n durante los a?os de Anquetil (cuya media r¨¦cord de 37,317 kil¨®metros por hora en el Tour de 1963 no fue mejorada hasta la victoria de Bernard Hinault en 1981). El aumento de la cadencia prosigui¨® a lo largo de los setenta. Jean-Pierre de Mondenard cuenta que "el belga Freddie Maertens es un ejemplo emblem¨¢tico de este estajanovismo. En 1978 particip¨® en 220 carreras, gan¨® 56 y alcanz¨® un total de 23 d¨ªas de competici¨®n entre el 24 de marzo y el 1 de mayo. Los corredores de esa ¨¦poca corr¨ªan frecuentemente m¨¢s de 200 d¨ªas al a?o".
?Qu¨¦ dicen las estad¨ªsticas? De los 677, se cuentan 77 fallecimientos, es decir un poco m¨¢s del 11%. Cuando se examina la mortalidad por franja de edad, choca una primera observaci¨®n: la longevidad de los corredores es cada vez menor con el transcurso de los a?os. A medida que se avanza en el tiempo, aparecen cada vez m¨¢s muertes antes de los 60 a?os. El pelot¨®n parece evolucionar a contracorriente del conjunto de la poblaci¨®n, cuya mortalidad disminuye en todas las franjas de edad desde la guerra.
Viejos y modernos
Para analizar esta evoluci¨®n parad¨®jica, los expertos en estad¨ªstica del Instituto Curie diferenciaron dos subgrupos: los corredores cuyo a?o situado en la mitad de su carrera es anterior o igual a 1961 y aquellos para los que es posterior. Esquem¨¢ticamente, los "viejos" corresponden a la generaci¨®n de antes de la guerra y al periodo de Coppi y Bobet. Los "modernos", en su gran mayor¨ªa, nacieron tras la guerra y corrieron durante los a?os de Anquetil, Merckx, Hinault o Indurain. Darrigade, el campe¨®n en longevidad, forma parte de los "viejos", pero conoci¨® el comienzo del periodo moderno.El grupo de los "viejos" re¨²ne a 285 sujetos, de los cuales 229 siguen vivos; el grupo de los "modernos", a 392 sujetos, de los cuales 370 est¨¢n vivos. La media de edad del primer grupo es de 70 a?os, la del segundo de 44. El desequilibrio entre los dos traduce el hecho de que el primero corresponde realmente a una generaci¨®n, mientras que los "modernos" incluyen al mismo tiempo a los hijos de la explosi¨®n demogr¨¢fica y al comienzo de la generaci¨®n m¨¢s joven, nacida alrededor de 1970.
El grupo de m¨¢s edad destaca por tener una salud excepcional. Si olvidamos las muertes precoces de Louison Bobet, Jean Robic o Roger Rivi¨¨re, los "viejos" gozan, en su conjunto, de una salud envidiable. Los octogenarios est¨¢n como rosas. Entre ellos, el que tiene m¨¢s edad, Lucien Lauk, tiene hoy 87 a?os y corri¨® los Tours de 1948 y 1950. En total, el 93% de los "viejos" alcanza los 60 a?os y el 70% a¨²n vive con 80 a?os. A t¨ªtulo comparativo, en el conjunto de la poblaci¨®n hay alrededor de un 85% de personas que han llegado a los 60 a?os, el 70% a los 70 a?os y el 40% a los 80 a?os (datos de 1975). As¨ª, los "viejos" tienen un "plus" de casi una d¨¦cada sobre el franc¨¦s medio. En comparaci¨®n con la sorprendente conservaci¨®n de sus mayores, los "modernos" salen mal parados: el 85% sigue vivo a los 60 a?os, lo que no est¨¢ por encima del conjunto de la poblaci¨®n. Son demasiado j¨®venes para que se pueda calcular su tasa de supervivencia a los 80 a?os, pero, si siguen la misma tendencia, no tendr¨¢n la extraodinaria longevidad de sus mayores. Una vez m¨¢s, Poulidor es la excepci¨®n que confirma la regla: con 63 a?os, parece estar en buena situaci¨®n para demostrar que, con dopaje o sin ¨¦l, la bicicleta le mantiene en forma.
?C¨®mo explicar la diferencia anormal -y estad¨ªsticamente significativa- entre "viejos" y "modernos"? Para responder a ello, los expertos en bioestad¨ªstica del Instituto Curie sintetizaron las causas de muerte en tres apartados: c¨¢ncer, enfermedades vasculares y accidentes (las dem¨¢s causas son poco numerosas y apenas alteran el an¨¢lisis). Para el c¨¢ncer, los dos grupos est¨¢n pr¨®ximos y no muestran porcentajes claramente superiores a los del conjunto de la poblaci¨®n. Los accidentes hacen subir el porcentaje de los "modernos"; a nivel global, los 677 corredores tienen dos veces m¨¢s accidentes que el conjunto de la poblaci¨®n, pero los "modernos" tienen dos veces m¨¢s que los "viejos". Como es bastante l¨®gico, la mayor¨ªa de las veces, se trata de accidentes de carretera (coche o bicicleta).
Para las enfermedades vasculares, los m¨¢s j¨®venes tambi¨¦n salen peor parados que los mayores, pero la diferencia no es significativa. En cambio, si nos limitamos a los fallecimientos antes de los 45 a?os, la diferencia es explosiva: los cinco corredores "arrancados" en la flor de la edad por crisis cardiacas o accidentes vasculares pertenecen todos ellos a los "modernos". Ning¨²n fallecimiento de este tipo se registr¨® entre los "viejos" y estas cinco muertes constituyen, en efecto, una anomal¨ªa llamativa. Sobre todo porque los corredores del pelot¨®n presentan, en un principio, una constituci¨®n m¨¢s robusta que la de la media nacional.
Dopaje cient¨ªfico
Unos resultados que confirman que, efectivamente, se produjo una ruptura en los a?os de Anquetil. El cambio en los a?os sesenta hizo que la pr¨¢ctica del ciclismo de competici¨®n fuera m¨¢s peligrosa. Corr¨ªan cada vez m¨¢s, cada vez m¨¢s r¨¢pido y, sin duda, cada vez m¨¢s "cargados". Hasta la II Guerra Mundial, el dopaje ten¨ªa tintes folcl¨®ricos: cafe¨ªna, ¨¦ter, sangre de toro en ampollas, test¨ªculos aplastados de animales salvajes y las c¨¦lebres "bolas de 4" con estricnina. La guerra populariz¨® las anfetaminas, muy apreciadas en especial por los pilotos de cazas. Las anfetaminas se extendieron entre los ciclistas durante los a?os cincuenta y sesenta. Era la "bomba" de Fausto Coppi, la "dinamita" capaz de hacer literalmente explotar el cuerpo por hipertermia. El 13 de julio de 1967, el brit¨¢nico Tom Simpson cay¨® fulminado durante el ascenso al Mont Ventoux.Durante la siguiente d¨¦cada, aunque las anfetaminas no fueron abandonadas, el "armario de venenos" se enriqueci¨® con varios estantes: los corticoides que se inyectaban a trav¨¦s de la camiseta -"el dardo"-, el "desayuno de los campeones" -los anabolizantes- y, por ¨²ltimo, la hormona del crecimiento y la EPO.
Por lo tanto, en total, el periodo de los a?os setenta y ochenta fue especialmente mort¨ªfero, a causa, al mismo tiempo, de crisis cardiacas y de accidentes. Los ¨²ltimos 10 a?os se caracterizaron por una doble tendencia. Por un lado, el ritmo de carrera se volvi¨® menos duro, aunque el Tour se corra cada vez m¨¢s r¨¢pido (Pantani bati¨® el r¨¦cord este a?o, rozando los 40 kil¨®metros por hora de media). Ahora se corre entre 100 y 130 d¨ªas al a?o en vez de 200. Por otro lado, el dopaje ha cambiado. Ahora est¨¢ directamente gestionado por m¨¦dicos, en especial por los "brujos" italianos, que a menudo han pasado del control antidopaje a la preparaci¨®n de los corredores. El dopaje se vuelve m¨¢s cient¨ªfico, m¨¢s adaptado al organismo y a la b¨²squeda de los resultados. Ya no se cargan "como mulas", se dosifican. Y los vigilan de cerca: el corredor bajo EPO duerme con un cintur¨®n tor¨¢cico provisto de una alarma que le despierta si su ritmo cardiaco se reduce.
Desde 1990, dos corredores han muerto antes de los 45 a?os. En los ochenta fueron cinco y en los setenta, cuatro. La profesionalizaci¨®n del entrenamiento, de la diet¨¦tica y del dopaje, ?ha tenido efectos ben¨¦ficos? Es prematuro afirmarlo. Como mucho, se puede adelantar un pron¨®stico: con el tiempo, un mejor control de las sustancias y de la fisiolog¨ªa puede reducir los riesgos.
Reducir los riesgos no bastar¨¢ para frenar el ciclo infernal del dopaje. Hoy se estigmatizan de buen grado las trampas de los corredores, de los m¨¦dicos o de las autoridades deportivas c¨®mplices. Se olvida el enga?o principal: nuestra propia exigencia de un espect¨¢culo deportivo total cuando sabemos de manera confusa de que se trata de fuegos artificiales. S¨ª, los ciclistas se dopan y no parecen dispuestos a parar. Aquel que est¨¦ dispuesto a renunciar a su parte de eternidad que tire el primer dardo.
? Le Nouvel Observateur.
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