No hay inmunidad para Pinochet...
PARA MUCHOS dem¨®cratas de todo el mundo, ayer fue un d¨ªa de fiesta. Cinco magistrados brit¨¢nicos de la C¨¢mara de los Lores restablecieron el sentido de la justicia mediante una resoluci¨®n que anula la inmunidad reconocida a Pinochet por el Tribunal Superior de Londres. El fallo de los lores, que se decidi¨® por un apretado tres a dos, no estuvo exento de suspense. En un acto retransmitido en directo por televisi¨®n, primero se pronunciaron los dos magistrados que apoyaron la inmunidad del ex dictador chileno, de forma que la incertidumbre se mantuvo hasta que el quinto juez se defini¨® en contra.El Tribunal Superior de Londres hab¨ªa invocado el principio de inmunidad soberana regulado en una ley brit¨¢nica de 1978 para establecer que la condici¨®n de jefe de Estado blindaba a Pinochet frente a un escrutinio judicial por actuaciones realizadas bajo esa condici¨®n y que, en consecuencia, no pod¨ªa ser extraditado a Espa?a para ser juzgado por los delitos de genocidio, terrorismo y torturas de los que le acusa el juez Garz¨®n. Con una interpretaci¨®n "innovadora" de la ley, los lores han decidido que el procedimiento de extradici¨®n puede seguir su curso.
A¨²n quedan muchos obst¨¢culos para que el general Pinochet se siente en el banquillo de la Audiencia Nacional de Madrid. Pero cualquiera que sea el desenlace, la decisi¨®n de los cinco jueces lores pone de relieve la existencia de una nueva justicia internacional, suma de leyes nacionales y acuerdos internacionales, a falta de un ordenamiento general. Cada pa¨ªs debe hacer sus transiciones desde la dictadura hasta la democracia en las mejores condiciones que pueda, pero desde ayer los dictadores que han perdido el poder ya no gozar¨¢n de libertad de movimientos fuera de su pa¨ªs. Tendr¨¢n que quedarse en casa, so pena de ser detenidos.
La puesta en libertad de Pinochet por inmunidad soberana hubiera constituido un acto de inmoralidad. En la defensa de su caso se ha argumentado que Hitler no hubiera podido ser detenido en el Reino Unido tras sus cr¨ªmenes por haber sido jefe de Estado. Pero ?qui¨¦n que no disponga de todo el poder podr¨ªa ser responsable de un delito de genocidio? Tranquiliza saber que no existe tal inmunidad autoconcedida. Sin duda, la singularidad del caso de Pinochet -un general que traicion¨® la confianza del Gobierno que le nombr¨® y bombarde¨® el palacio presidencial antes de erigirse en desp¨®tico presidente- ha favorecido este paso de la justicia y esta interpretaci¨®n de los lores.
Es pronto para dar por hecho que Pinochet vaya a ser juzgado. El procedimiento de extradici¨®n a Espa?a -o a Francia, Suiza o Alemania, que tambi¨¦n han presentado peticiones en tal sentido- ser¨¢ largo y complejo. El ministro brit¨¢nico del Interior, Jack Straw, ha de decidir en una semana si cursa a los tribunales la petici¨®n recibida desde Madrid, que documenta 94 casos de genocidio -crimen que no prescribe en el derecho internacional-, terrorismo o tortura. Puede decidir no tramitar la petici¨®n o no conceder la extradici¨®n por razones humanitarias, aunque el Gobierno de Blair ha manifestado su intenci¨®n de respetar la decisi¨®n de los jueces. Si as¨ª fuera, la justicia brit¨¢nica tendr¨¢ que pronunciarse sobre el fondo de la demanda de Garz¨®n y es muy probable que por v¨ªa de recursos termine nuevamente ante los lores. De momento, Pinochet debe prepararse para una larga estancia en Londres.
Pese a la agitaci¨®n de los partidarios de Pinochet, la transici¨®n chilena puede salir reforzada de esta prueba. Esa transici¨®n se inici¨® en 1990 bajo la condici¨®n impuesta de que el dictador -y, desde hace unos meses, senador vitalicio- era invulnerable. No lo es. El j¨²bilo de tantos en Chile demuestra que los chilenos le han perdido el miedo y que los ciudadanos neutrales, ante el debate de estas semanas, se han pasado al bando de quienes se niegan a contemplar a Pinochet como un icono nacional. Todo un progreso, aunque no exento de dificultades que los chilenos sabr¨¢n superar. No parece buen camino para el Gobierno de Frei convocar a la c¨²pula militar. No tiene nada que decir ni ense?ar a la justicia brit¨¢nica.
En Espa?a fueron muchos los que ayer festejaron la decisi¨®n de los lores. Es la hora de la verg¨¹enza para Fungairi?o y otros fiscales de la Audiencia Nacional que tan militantemente se han opuesto a las acciones de Garz¨®n y que en un documento interno llegaron a calificar el golpe de Pinochet de 1973 de mera "interrupci¨®n temporal del orden constitucional" en aras de la paz interior. De momento, Garz¨®n va ganando en su perseverante empe?o, aunque los lores brit¨¢nicos no hayan entrado en el fondo de la cuesti¨®n. Simplemente han entregado a Pinochet a la justicia, en vez de librarle de ella. Oportunidad que Pinochet jam¨¢s dio a sus damnificados.
El Gobierno espa?ol -al que se le han o¨ªdo pocas palabras de condena de los cr¨ªmenes de Pinochet y pocas demostraciones de estar al lado de las v¨ªctimas- habr¨¢ de explicar su error al firmar en la Cumbre Iberoamericana de Oporto, el pasado 18 de octubre, pocas horas despu¨¦s de la detenci¨®n de Pinochet, una declaraci¨®n por la que los participantes rechazaban "en¨¦rgicamente la aplicaci¨®n extraterritorial de las leyes nacionales". Quiz¨¢ tal afirmaci¨®n se refer¨ªa m¨¢s a algunas leyes de EE UU pensadas para impedir las inversiones de terceros en Cuba, Libia o Ir¨¢n. Pero ha sido invocada contra el intento de juzgar al ex dictador. La sentencia de los lores ha sido un primer triunfo de una extraterritorialidad bien entendida, que nos muestra un mundo en el que los dictadores lo tendr¨¢n m¨¢s dif¨ªcil.
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