Jano en tiempos de paz
Si en Vitoria valiera lo mismo que en Madrid, no habr¨ªa problema: nacionalistas y populares habr¨ªan llegado a un acuerdo para formar gobierno. Por las paradojas de la pol¨ªtica vasca, sin embargo, no se ha concedido ni un minuto de atenci¨®n a la posibilidad de reeditar un pacto nacionalista-popular similar al que funciona en Madrid, aparentemente en beneficio de todos los socios. Que parezca impensable un gobierno vasco construido sobre la base de los dos partidos mayoritarios de la derecha, socios ambos de la misma internacional, no deja de ser una anomal¨ªa. Como lo es tambi¨¦n que parezca imposible un gobierno formado exclusivamente por nacionalistas. Si unos partidos llegan a un grado de acuerdo suficiente para firmar un pacto de tanta enjundia como el de Estella, no se entiende por qu¨¦ raz¨®n no podr¨ªan gobernar juntos. Sin ser un pacto electoral, aquel acuerdo se firm¨® ante la inminencia de las elecciones y con la perspectiva de una pacificaci¨®n de la que un frente nacionalista se presentaba como abanderado y gestor. Que resulte f¨¢cil alcanzar acuerdos pol¨ªticos entre unos partidos que no pueden gobernar juntos constituye la segunda anomal¨ªa de la pol¨ªtica vasca.No hay anomal¨ªa que no tenga explicaci¨®n. Desde una posici¨®n siempre minoritaria, el PNV se ha acostumbrado a dirigir la pol¨ªtica vasca dando por descontado que la acci¨®n de ETA le permit¨ªa prolongar una ambig¨¹edad de discurso muy funcional para la firma de pactos de distinto signo seg¨²n el lugar de la cita con sus diferentes socios: si en Madrid con el PP, si en Vitoria con el PSE, si en Estella con HB. Bajo el chantaje del terror, era impensable que el PNV pactara exclusivamente con unos o con otros. En estas circunstancias, la mejor opci¨®n consist¨ªa en la alianza de gobierno con un partido socialista que aceptaba una posici¨®n subordinada y le permit¨ªa mantener su doble cara para negociar con HB en Euskadi y sostener al PP en Madrid.Esta situaci¨®n, a todas luces ventajosa porque le garantizaba sabrosos acuerdos en Madrid a la vez que una hegemon¨ªa sin oposici¨®n en Vitoria, es lo que se ha terminado con el cese indefinido del terror. En una pol¨ªtica libre de chantajes todas las alianzas son posibles. No s¨®lo los ciudadanos han recuperado una mayor libertad de palabra y voto; tambi¨¦n los partidos gozan ahora de absoluta libertad para establecer coaliciones. Pero no hay ejercicio de la libertad que no cierre opciones; no hay libertad sin carga de responsabilidad: cualquier alianza es te¨®ricamente pensable, pero no todas tendr¨¢n id¨¦nticas consecuencias. Antes s¨ª; antes, el PNV nunca se pillaba los dedos; ahora el signo del gobierno que constituya determinar¨¢ la direcci¨®n pol¨ªtica que siga.
Una direcci¨®n, cualquiera que sea, le exigir¨¢ aclarar metas y medios y, por tanto, pactar con unos y romper con otros. No es posible seguir gestionando ambig¨¹edades; se acabaron los pactos que permit¨ªan jugar en todos los terrenos con la garant¨ªa de que en todos algo siempre se ganaba. Ahora, si opta por la alianza con un partido de ¨¢mbito estatal no estar¨¢ formando s¨®lo un gobierno sino que acotar¨¢ una posici¨®n en la que ser¨¢ imposible ir del brazo con la izquierda abertzale; y si opta por una coalici¨®n nacionalista estar¨¢ alentando un frente que acabar¨¢ por transferir la hegemon¨ªa pol¨ªtica desde el Parlamento a una pretendida Asamblea Nacional y Soberana de Municipios.El PNV es libre de elegir socio, pero es tambi¨¦n responsable de lo que de esa elecci¨®n se derive. Tanto como formar un gobierno, tendr¨¢ que emprender un camino u otro: se comprende que, maestro de la ambig¨¹edad, la urgencia de definirse le tenga algo perplejo y con una de sus caras exija a un partido de ¨¢mbito estatal la aceptaci¨®n de aquel ¨¢mbito vasco de decisi¨®n que con la otra cara hab¨ªa pactado con la izquierda abertzale. Deb¨ªa recordar que el templo de Jano s¨®lo estaba abierto en tiempo de guerra y cerraba sus puertas cuando el pueblo romano viv¨ªa en paz.
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