?mbitos de decisi¨®n
Hay t¨¦rminos o expresiones que se convierten durante una temporada en hu¨¦spedes de honor del l¨¦xico pol¨ªtico; el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n se ha ganado a pulso la pertenencia a ese selecto grupo de eufemismos. El muy probable fracaso de las negociaciones entre el PNV y el PSE-PSOE para formar Gobierno tras las ¨²ltimas elecciones vascas gira precisamente en torno a ese latiguillo. ?Qu¨¦ realidad inc¨®moda se oculta detr¨¢s de esa amable fachada? El documento presentado hace ocho meses por el lehendakari Ardanza a la Mesa de Ajuria Enea propon¨ªa confiar la soluci¨®n de los problemas de Euskadi a "los partidos representativos de la sociedad vasca". Ese mandato ser¨ªa no s¨®lo exclusivo, sino tambi¨¦n vinculante: el Gobierno de Madrid y las Cortes Generales deber¨ªan comprometerse a dar por buenos los acuerdos adoptados por "las instituciones vascas" (respetasen o no el marco de la Constituci¨®n y la legalidad vigente) y a incorporarlos al ordenamiento jur¨ªdico espa?ol sin modificar una coma.La Declaraci¨®n de Estella, suscrita el 14 de septiembre por los nacionalistas moderados y radicales (con la IU de Anguita y Madrazo en el papel de estrella errante invitada), sigui¨® la senda trazada por el Documento Ardanza, pero omiti¨® sus referencias a la legitimidad de las actuales instituciones auton¨®micas. "La ¨²ltima palabra" y "la decisi¨®n" sobre el futuro del contencioso vasco -afirma el texto- corresponder¨¢ "a los ciudadanos de Euskal Herria": los Estados de Espa?a y de Francia tendr¨¢n que limitarse a respetar su voluntad. El Documento Ardanza y la Declaraci¨®n de Estella retoman as¨ª el tradicional concepto de soberan¨ªa para atribu¨ªrsela no a un Estado ya constituido, sino a un pueblo considerado naci¨®n por los representantes pol¨ªticos de la mitad de sus habitantes. Los asuntos sometidos de forma exclusiva a la soberan¨ªa ejercida por el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n no son materias asignadas por el Estatuto de Guernica y la Constituci¨®n al Parlamento y el Gobierno de Vitoria. La Declaraci¨®n de Estella invade la esfera competencial de Espa?a, Francia y la Uni¨®n Europea a fin de barrer para su casa todas las "cuestiones fundamentales" del c¨¦lebre conflicto: la territorialidad (esto es, la incorporaci¨®n a Euskadi de Navarra, Lapurdi, Zuberoa y Baja Navarra) y la soberan¨ªa pol¨ªtica (esto es, la formaci¨®n de un nuevo Estado independiente integrado por los cuatro territorios hoy espa?oles y los tres territorios actualmente franceses) ser¨ªan decididas s¨®lo por los votantes vascos.
El sistema de libertades y el Estado de Derecho amparan cualquier reivindicaci¨®n individual o colectiva siempre que no conculque los derechos humanos y sea defendida de forma pac¨ªfica, dentro de los cauces legales y con respeto hacia las reglas de juego constitucionales. La tregua de ETA, a la espera de la definitiva renuncia a la violencia del nacionalismo radical, es un primer paso hacia la viabilidad democr¨¢tica de las pretensiones nacionalistas de cualquier signo. Sin embargo, la cultura pol¨ªtica civilizada tambi¨¦n es incompatible con los imperativos modos empleados por el PNV en sus tratos con el PSE-PSOE para negociar un Gobierno de coalici¨®n presidido por Ibarretxe. Porque el tr¨¢gala de ese ¨¢mbito vasco de decisi¨®n defendido por la Declaraci¨®n de Estella es una condici¨®n de imposible cumplimiento para los socialistas. S¨®lo la mala fe, el gusto por la provocaci¨®n o la b¨²squeda de un pretexto para romper las negociaciones con el PSE-PSOE y formar un Gobierno nacionalista apoyado por HB permitir¨ªa explicar la extempor¨¢nea exigencia del PNV: los socialistas nunca podr¨ªan aceptar que las decisiones tomadas por el Parlamento de Vitoria (o por una asamblea de ayuntamientos) sobre materias de competencia estatal y supraestatal tuvieran fuerza vinculante para obligar al resto de Espa?a, a Francia y a la Uni¨®n Europea. La Constituci¨®n protege el derecho de cualquiera a expresar disparates pol¨ªticos, defender absurdos jur¨ªdicos o sostener necedades hist¨®ricas, siempre y cuando no lo haga con las armas en la mano; nada obliga, sin embargo, a que los socialistas de Euskadi tengan que aceptar las arcaicas doctrinas de los nacionalistas sobre la soberan¨ªa originaria, el ¨¢mbito de decisi¨®n y los derechos hist¨®ricos como condici¨®n para ser considerados vascos y para gobernar en su tierra.
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