Los independentistas ganan en Quebec, pero sin la mayor¨ªa necesaria para ir a otro refer¨¦ndum
ENVIADO ESPECIALTodos ganaron y todos perdieron. El independentista Partido Quebequ¨¦s (PQ) de Lucien Bouchard renov¨® su mayor¨ªa, pero sin la amplitud necesaria para precipitarse hacia un nuevo refer¨¦ndum. El liberal Jean Charest fracas¨® en su intento de "salvar" la unidad canadiense con una victoria sobre el PQ, pero obtuvo un resultado honorable, muy por encima del desastre que auguraban los sondeos. Las elecciones regionales de Quebec demostraron que los electores no quer¨ªan apagar la llama del independentismo, aunque, de momento, tampoco deseaban avivarla.
La pol¨ªtica quebequesa se rige por un principio fundamental, extensible a todo el sistema pol¨ªtico canadiense: nunca nada es definitivo. Todo es poli¨¦drico, interpretable, revisable. Y en esa tradici¨®n de ambivalencia, los electores quebequeses dieron el lunes una lecci¨®n magistral. El PQ gan¨® 75 esca?os frente a los 48 del Partido Liberal de Quebec (PLQ) y al solitario diputado de Acci¨®n Democr¨¢tica (ADQ), un resultado casi id¨¦ntico al de 1994. Sin embargo, en votos vencieron los liberales, 43,6% contra 42,9% de los independentistas: algo infrecuente, pero no extraordinario, en un sistema mayoritario como el quebequ¨¦s, a falta de una circunscripci¨®n que podr¨ªa equilibrar las cosas: en Masson se votar¨¢ el d¨ªa 14, porque el candidato del PQ, claro favorito, falleci¨® hace una semana.Ampar¨¢ndose en el porcentaje de votos, el liberal Jean Charest, visiblemente aliviado, pudo proclamar ayer que la mayor¨ªa hab¨ªa expresado su rechazo a un tercer refer¨¦ndum sobre la independencia. Lucien Bouchard esgrimi¨® por su parte el leg¨ªtimo argumento de que una de las proposiciones fundamentales de su programa era la creaci¨®n de las condiciones apropiadas para convocar un refer¨¦ndum y ganarlo; dado que formaba Gobierno, deb¨ªa preparar una futura consulta sobre la secesi¨®n.
?Cu¨¢ndo? ?sa era ayer la pregunta sin respuesta. Bouchard confiaba en obtener una victoria arrolladora, una gran mayor¨ªa utilizable como trampol¨ªn hacia un refer¨¦ndum. No logr¨® ese impulso, y su tarea inmediata ser¨¢ m¨¢s pedestre de lo previsto. En lugar de lanzarse a la ¨¦pica de una consulta sobre la independencia, erigido en figura providencial como su admirado Charles de Gaulle, el carism¨¢tico Bouchard tendr¨¢ que limitarse en los pr¨®ximos meses a gobernar, a seguir saneando las maltrechas finanzas p¨²blicas, a pelear con los poderosos sindicatos y a mantener el siempre ¨¢spero tira y afloja con el Gobierno federal de Ottawa. En su primera intervenci¨®n p¨²blica tras el recuento, con la decepci¨®n reflejada en la mirada, Bouchard admiti¨® que el mandato recibido de los electores descartaba la celebraci¨®n inmediata de un refer¨¦ndum. "He recibido el mensaje", dijo, antes de prometer que trabajar¨¢ para crear las condiciones para la independencia dentro de la actual legislatura.
Las esperanzas de Bouchard y el PQ est¨¢n depositadas ahora en la magia de una fecha. El a?o 2000 ejerce una enorme fascinaci¨®n sobre los nacionalistas como punto de partida para el proceso de independencia. Refer¨¦ndum en el 2000 y declaraci¨®n de independencia el 1 de enero del 2001. Nacimiento de un pa¨ªs en el primer d¨ªa del tercer milenio. Esas f¨®rmulas bullen desde hace tiempo en las mentes de los independentistas, y un dirigente del PQ en Montreal consideraba ayer que el calendario so?ado era a¨²n posible: "Lucien Bouchard tiene m¨¢s de un a?o para convencer a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, para dar confianza, para crear las condiciones ganadoras", dijo.
Contra la m¨ªstica milenaria y la indudable capacidad de Bouchard para conectar con los sentimientos m¨¢s profundos de los quebequeses, pesar¨¢n una coyuntura econ¨®mica poco favorable (las previsiones apuntan a un crecimiento lento), una oposici¨®n liberal moralmente fortalecida y una fuerza emergente, la del ADQ, con la que los independentistas deber¨¢n alcanzar alg¨²n acuerdo.
Las siglas ADQ, Acci¨®n Democr¨¢tica de Quebec, equivalen a un nombre, Mario Dumont. Con s¨®lo 29 a?os, Dumont ha conseguido hacerse un hueco en un sistema r¨ªgidamente bipartidista. El joven prodigio era dirigente de las juventudes liberales hasta la v¨ªspera de las anteriores elecciones. En 1995 se uni¨® a Bouchard y al entonces primer ministro, Jacques Parizeau, para reclamar el s¨ª a la soberan¨ªa en el refer¨¦ndum, pero ahora considera que sus conciudadanos necesitan un respiro y propugna una moratoria de al menos 10 a?os antes de una nueva consulta.
Aunque seguir¨¢ solo en la Asamblea Nacional, como durante la pasada legislatura, Dumont representa ahora a un segmento apreciable de la poblaci¨®n, moderadamente nacionalista y sin demasiada prisa por romper con Canad¨¢: la porci¨®n del electorado que a Bouchard le har¨ªa falta para aspirar a superar el list¨®n del 50% en un refer¨¦ndum. PQ y ADQ podr¨ªan entenderse, quiz¨¢, con una f¨®rmula ambigua "a la europea" que ronda desde hace tiempo por la cabeza de Bouchard. Bas¨¢ndose en el tratado de Maastricht y en una idea que hace una d¨¦cada no repugnaba tampoco a los liberales, consistir¨ªa en preguntar a los ciudadanos si desear¨ªan un Canad¨¢ constituido por dos naciones, la angl¨®fona y la franc¨®fona. Eso permitir¨ªa mantener la unidad canadiense en los asuntos fundamentales, y a la vez establecer¨ªa la soberan¨ªa quebequesa.
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