Ciencia y humanidades
"Con¨®cete a ti mismo", recomendaba el or¨¢culo de Delfos. "Hombre soy, y nada humano me es ajeno", a?ad¨ªa el escritor Terencio. ?Qui¨¦n soy yo? ?Qu¨¦ somos los humanos? ?Qu¨¦ posici¨®n ocupamos en el universo? ?De d¨®nde venimos? ?A d¨®nde vamos? ?De qu¨¦ estamos hechos, con qui¨¦n estamos emparentados, qu¨¦ posibilidades y limitaciones tenemos? S¨®lo un humanismo amplio y profundo puede responder a estas preguntas. Los humanistas del Renacimiento no eran tan ambiciosos. Frente a la obsesi¨®n medieval por la muerte y el pecado y contra el lat¨ªn macarr¨®nico en que se expresaba, pretendieron restaurar el cultivo del lat¨ªn refinado de los autores antiguos y acercarse a su visi¨®n serena mediante la lectura de sus obras. Al estudio de las letras sagradas (la Biblia y los Padres de la Iglesia) contrapusieron el de las letras humanas (los textos griegos y latinos cl¨¢sicos).El humanismo estrecho, reducido a la filolog¨ªa, f¨¢cilmente ca¨ªa en la trampa de un antropocentrismo ignorante, arrogante e incompatible con los avances del saber. Los humanistas, siempre desde?osos de la filosof¨ªa escol¨¢stica, acabaron despreciando tambi¨¦n la filosof¨ªa y la ciencia moderna, que no entend¨ªan y que pon¨ªa en cuesti¨®n sus prejuicios antropoc¨¦ntricos. En el siglo XIX, la tradici¨®n humanista aflor¨® en el mundo acad¨¦mico, agrupando las disciplinas filol¨®gicas e hist¨®ricas bajo el nombre gen¨¦rico de humanidades. Entre sus contribuciones m¨¢s valiosas destacan las magn¨ªficas ediciones cr¨ªticas de los textos del pasado. Su excrecencia m¨¢s lamentable es el anticientifismo oscurantista de sus continuadores m¨¢s mediocres, cuya deshonestidad intelectual ha sido recientemente puesta de manifiesto por Alan Sokal. Obviamente, no ser¨¢ renunciando a la principal fuente de informaci¨®n de que disponemos como podremos llegar a conocernos.
A la ciencia hay que orde?arla, no temerla. Los ecos del Big Bang retumban todav¨ªa en las part¨ªculas de que estamos hechos. Nuestra composici¨®n qu¨ªmica es m¨¢s af¨ªn a la c¨®smica que a la terrestre. Dejando de lado los gases nobles, los elementos m¨¢s abundantes tanto en nuestro cuerpo como en el universo son el hidr¨®geno, el carbono, el nitr¨®geno y el ox¨ªgeno. Por el hidr¨®geno que llevamos dentro (formado junto al fogonazo de la radiaci¨®n c¨®smica de fondo), somos hijos de la luz. Por los otros elementos (forjados en los hornos estelares y dispersados en explosiones ag¨®nicas de supernovas), somos polvo de estrellas. El microcosmos de nuestro cuerpo es el compendio de la historia del macrocosmos, como los cl¨¢sicos no se cansaron de subrayar.
Desde el humanista Pico della Mirandola hasta los conductistas y existencialistas, pasando por los idealistas y marxistas, muchos han pensado que la especie humana carece de naturaleza. Nosotros ser¨ªamos pura libertad e indeterminaci¨®n y vendr¨ªamos al mundo como t¨¢bula rasa. En realidad, cada una de nuestras c¨¦lulas contiene la definici¨®n de nuestra naturaleza inscrita en el genoma. Nosotros somos rep¨²blicas de c¨¦lulas, a su vez originadas en remotos conflictos y alianzas de bacterias. Somos una de las yemas terminales del frondoso ¨¢rbol de la vida. Y el proyecto Genoma Humano es un buen ejemplo de actividad cient¨ªfica al servicio de la autoconciencia humana.
Plat¨®n pensaba que nuestra alma es un ¨¢ngel ca¨ªdo; Arist¨®teles, que el cerebro es un refrigerador que enfr¨ªa la sangre excesivamente caliente; Descartes, que la gl¨¢ndula pineal (la f¨¢brica de melatonina que induce el sue?o cada 24 horas) es el lugar imposible donde un alma et¨¦rea interacciona con un cuerpo burdamente mec¨¢nico. Tenemos que admirar su noble ambici¨®n cognitiva, pero no podemos comulgar con sus doctrinas fallidas.
El humanismo que necesitamos (?h¨¦las!) est¨¢ a¨²n por hacer. Nuestro cerebro tiene el mismo n¨²mero de neuronas que estrellas tiene nuestra galaxia, y a trav¨¦s de sus innumerables conexiones circula la savia de la informaci¨®n mediante procesos apenas descifrados, pero percibidos por dentro como consciencia. Nuestro cerebro es el lugar de la autoconciencia, el foco de las nuevas humanidades y el gran reto lanzado a la ciencia actual.
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