Del desencuentro a la raz¨®nFRANCESC DE CARRERAS
"El amplio rechazo que ha levantado la propuesta de un pacto fiscal para Catalu?a en buena parte de los pol¨ªticos espa?oles y que, a rengl¨®n seguido, ha sido azuzado como algo intr¨ªnsecamente perverso para los intereses de Espa?a desde los instrumentos medi¨¢ticos que controlan es, quiz¨¢s, el ejemplo m¨¢s ilustrador en mucho tiempo de la pervivencia del desencuentro hist¨®rico entre Catalu?a y Espa?a". Con este alarmante texto comienza Jos¨¦ Antich, responsable de la secci¨®n de pol¨ªtica de La Vanguardia, su habitual columna de los lunes en dicho peri¨®dico. Antich es un periodista h¨¢bil y bien informado, sobre todo de lo que se opina en los pasillos del Gobierno de la Generalitat. Y la frase no tiene desperdicio. Perm¨ªtanme que vuelva a repetir lo esencial: el rechazo a la propuesta de Pujol "es, quiz¨¢s, el ejemplo m¨¢s ilustrador en mucho tiempo de la pervivencia del desencuentro entre Catalu?a y Espa?a". Pasemos a analizarla. Primera cuesti¨®n: ?cu¨¢l es la propuesta de Pujol? En sustancia, lo que pide el presidente catal¨¢n en el llamado "pacto fiscal" es, de hecho, un sistema de financiaci¨®n semejante al vasco y al navarro, de acuerdo con el cual la Generalitat recaudar¨ªa la totalidad de los impuestos y entregar¨ªa parte de ellos, mediante pacto previo -mediante el "cupo", seg¨²n la terminolog¨ªa vasca-, al Estado. No hay duda que la propuesta es innovadora y rompe claramente con el sistema actual de financiaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas, el cual incluye los modelos vasco y navarro como excepciones constitucionales basadas en los llamados "derechos hist¨®ricos", cuyo fundamento real es m¨¢s que discutible a fines del siglo XX. Las reacciones negativas a la propuesta Pujol eran, por tanto, absolutamente previsibles. Segunda -y m¨¢s significativa- cuesti¨®n: ?por qu¨¦ el rechazo al "pacto fiscal" es el ejemplo m¨¢s ilustrativo del "desencuentro entre Catalu?a y Espa?a", seg¨²n nos dice Antich? Una afirmaci¨®n de este tipo s¨®lo puede sustentarse en dos presupuestos: la opini¨®n de Pujol es la voz de Catalu?a y los cr¨ªticos -Rajoy y Maragall, por ejemplo- son la voz Espa?a. Es decir, el debate leg¨ªtimo y abierto entre estos tres dign¨ªsimos pol¨ªticos situados en formaciones distintas se transforma en una nueva etapa de la "disputa entre dos naciones que no encuentran su encaje", para utilizar unos t¨¦rminos que gustan a los nacionalistas. No hay duda que por este camino no vamos a llegar a ninguna soluci¨®n razonable. Porque, ciertamente, el tema es importante y su discusi¨®n p¨²blica es absolutamente necesaria. La percepci¨®n que tenemos muchos ciudadanos de Catalu?a es la de que el Estado ha invertido poco en infraestructuras -carreteras sobre todo, pero tambi¨¦n ferrocarril, puertos, aeropuertos- si lo comparamos con la inversi¨®n que se ha necesitado para la gran transformaci¨®n operada en el resto de Espa?a. Esta desigualdad en el gasto y la inversi¨®n p¨²blica estatal provoca recelos y supone un freno importante al desarrollo de Catalu?a. Y as¨ª como esta percepci¨®n primera tender¨ªa a dar la raz¨®n a Pujol, tambi¨¦n son convincentes los argumentos de Rajoy respecto a otra parte de la propuesta del presidente de la Generalitat: el supuesto trato fiscal discriminatorio que sufren los catalanes. En efecto, en una sociedad econ¨®micamente tan compleja como la actual, es muy dif¨ªcil, si no imposible, territorializar exactamente los impuestos que pagan las personas y las sociedades y poder afirmar, con un m¨ªnimo de certeza, cu¨¢nto pagan el conjunto de los ciudadanos catalanes, extreme?os o madrile?os (debi¨¦ndose subrayar, por cierto, que estos ¨²ltimos son, utilizando los criterios de Pujol, quienes m¨¢s aportan per c¨¢pita a las arcas estatales). Por tanto, la discriminaci¨®n fiscal no aparece muy clara. Mucho m¨¢s f¨¢ciles de comprobar son los gastos directos del Estado en Catalu?a, as¨ª como la financiaci¨®n de la Generalitat. Tales n¨²meros se encuentran con facilidad en las leyes respectivas de presupuestos tanto del Estado como de la Generalitat. Y en este punto es donde las quejas de Pujol son menos comprensibles ya que los presupuestos estatales de los cinco ¨²ltimos a?os han sido realizados con su voto favorable y los de la Generalitat son, con muy ligeras enmiendas, los que propone su Gobierno. Es cierto, sin duda, que tales acuerdos pueden haber sido algo forzados, escogidos como mal menor. Pero, en cualquier caso, la pol¨ªtica casi siempre es transacci¨®n y uno debe hacerse responsable de los pactos que realiza aunque, por definici¨®n, no le satisfagan plenamente. Lo que no puede hacerse es estar en misa y repicando. Bien, no hay duda de que el tema est¨¢ sobre la mesa, es obvio que no ha alcanzado una soluci¨®n definitiva y es necesario que las distintas fuerzas pol¨ªticas, as¨ª como los t¨¦cnicos en la materia, expongan sus respectivas propuestas para que sean debatidas con argumentos racionales. Es decir, todo lo contrario de los planteamientos metaf¨ªsicos y esencialistas en que se dramaticen supuestos desencuentros hist¨®ricos y agravios colectivos entre unos sujetos tan inasibles como son Espa?a y Catalu?a. Mezclar los sentimientos con las cifras y las razones es la mejor manera de oscurecer el problema y confundir al ciudadano. Lo cual quiz¨¢s es el objetivo: abandonar la filosof¨ªa de la Declaraci¨®n de Barcelona -y para demostrarlo se manda al responsable exactamente lo m¨¢s lejos posible-, pasar de un tema fuerte como es el de la autodeterminaci¨®n al m¨¢s light de las selecciones deportivas catalanas -que suministran m¨¢s conciencia nacional a menos precio- y, por ¨²ltimo, situar en el centro del debate el d¨¦ficit fiscal con el Estado, asunto lo suficientemente complejo como para generar sentimientos intuitivos de adhesi¨®n que permitan ocultar la realidad de un d¨¦ficit de la Generalitat que, si fuera conocido, no ser¨ªa perdonado por el electorado. Si ¨¦ste es el objetivo, utilicemos sin l¨ªmite las grandes palabras vac¨ªas: digamos, por ejemplo, que perviven los desencuentros hist¨®ricos. Si, por el contrario, queremos solucionar problemas concretos, hagamos funcionar la raz¨®n.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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