"Por muy arrebatado que est¨¦s, es injustificable tanto ensa?amiento"
El tr¨¢gico suceso de Nazaret conmociona al barrio valenciano y reabre las heridas entre payos y gitanos
Los troncos que cargaba aquel cami¨®n se soltaron y aplastaron bajo su peso a Isabel de Nebrada hace 20 a?os. El barrio portuario de Natzaret, en Valencia, le puso su nombre a una calle y a una asociaci¨®n vecinal y la convirti¨® en un s¨ªmbolo contra el tr¨¢nsito de camiones por sus calles. ?ngel, un vecino de unos 40 a?os, que se gana la vida llevando paquetes de un lado a otro con su furgoneta, perdi¨® a su padre hace 14 a?os bajo las ruedas de un veh¨ªculo. El pasado verano, una persona mayor fue atropellada en una traves¨ªa del barrio, el Cam¨ª del Canal, por un veh¨ªculo que circulaba a gran velocidad.En este barrio obrero, habituado a la precariedad y al olvido de las instituciones, ?ngel y los familiares de Isabel y del anciano y de las otras personas que perecieron mientras caminaban despreocupadas por sus calles se sent¨ªan tambi¨¦n arrollados ayer. Arrollados por la "barbarie". "Por muy arrebatado que est¨¦s, por muy destrozado que te haya dejado el atropello es injustificable que alguien linche a un conductor y se ensa?e de esa manera", razonaba ayer ?ngel mientras tomaba un cortado en un bar de Natzaret.
Los contertulios de ?ngel coincid¨ªan en lo que har¨ªan, a partir de ahora, si alguno tuviera la desgracia de lastimar con su veh¨ªculo a un ni?o de etnia gitana en Natzaret: "Poner el seguro en las puertas, salir pitando y denunciar el accidente en la comisar¨ªa m¨¢s pr¨®xima". El linchamiento de Antonio Civantos les ha metido el miedo en el cuerpo. Manolo, un m¨¦canico de 30 a?os vestido con un mono azul grasiento, teme las consecuencias de aquella brutalidad. "Se van a crecer porque han hecho una hombrada y han limpiado su honor", dice en referencia a los que mataron al camionero. Cuesta encontrar a alguien en el barrio que no disculpe a Civantos ("?qu¨¦ hac¨ªa un beb¨¦ de 22 meses solo por la noche en mitad de una calle embarrada?") y que no exteriorice su rabia porque "los que lincharon a Antonio a¨²n siguen en la calle". "Tienen miedo a los gitanos, hace dos a?os le pegaron un navajazo a un polic¨ªa local en una pierna y el agresor qued¨® libre en unas horas", relata F¨¦lix, de 45 a?os.
Andr¨¦s, camionero como Civantos, habla de los "gitanos maravillosos" que viven al lado de su casa y de otros que "no quieren adaptarse a vivir en sociedad y cuando les dan un piso lo convierten en un corral". Pese a su mirada tranquila y a su esfuerzo por quitarle aspereza al asunto, se despide con una frase inquietante: "El d¨ªa a d¨ªa no variar¨¢ para los camioneros, pero tal vez deberemos tomar medidas".
El presidente de la asociaci¨®n de vecinos Natzaret Unido, Jos¨¦ Antonio Barba, rememora, "sin ¨¢nimo de ser racista", el amplio listado de agresiones sufridas por payos a manos de gitanos en los ¨²ltimos a?os. Habla del hombre que le recrimin¨® a un chiquillo gitano que circulara de forma temeraria por las calles con su bicicleta. "El chaval llam¨® a su padre, a su t¨ªo, a sus primos...", recuerda, "y le pegaron una paliza que lo enviaron al hospital". Tampoco se le olvida la mujer de un repartidor del butano que "por una discusi¨®n nimia acab¨® apaleada". O el ni?o payo de 10 a?os al que otros chavales gitanos amenazaban para que robara chaquetas a sus compa?eros de la escuela.
Unos altercados que han lastrado la convivencia entre payos y gitanos, pero que empalidecen al lado de los sucesos del viernes. El resentimiento es mutuo: "Maldigo la raza de los payos", profer¨ªa una mujer gitana durante el entierro del beb¨¦.
Quico, el hermano mayor del beb¨¦ muerto, de 17 a?os, juega en un equipo de f¨²tbol de una congregaci¨®n religiosa del barrio. El ¨²nico v¨ªnculo de la familia Mu?oz con los payos de su entorno. Los vecinos aseguran que no manten¨ªan relaciones con esta familia gitana porque "se dedicaba a cosas poco claras". El Sordo tiene fama de ser un hombre "agresivo y dif¨ªcil de tratar". Pero un amigo suyo, que asisti¨® al entierro del peque?o, no le considera tan malo. Recuerda que una vez, tomando copas de madrugada, la gr¨²a se llev¨® su veh¨ªculo y Jos¨¦ Mu?oz se ofreci¨® a llevarle a las dependencias municipales para que lo recuperara.
Las asociaciones de vecinos denunciaron hace un a?o ante la Delegaci¨®n del Gobierno, con nombres y direcciones, a 30 gitanos residentes en lujosos chal¨¦s, pr¨®ximos a la vivienda del beb¨¦ muerto, que "trafican con drogas y montan peleas de gallos", como los que picotean en el suelo por las cercan¨ªas. Algunos polic¨ªas llegaron a disfrazarse de obreros para filmar las supuestas entregas de droga en estos chal¨¦s, pero hasta la fecha no ha prosperado ninguna operaci¨®n.
Cuando el tema del tr¨¢fico de drogas y las palizas sale a relucir en casa de un matrimonio de Natzaret que regenta un bar, su hija les reprocha la falta de decisi¨®n que tuvieron hace a?os: "Entonces no les plant¨¢steis cara, ya no se puede hacer nada, ahora son los amos del barrio".
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