Arte y sexo
D?AS EXTRA?OSA m¨ª, de joven, me gustaba mucho Henry Miller. Qu¨¦ quieren que les diga: me parec¨ªa estupendo eso de vivir en Par¨ªs, toc¨¢ndose las narices a dos manos, consagrado a la literatura y al sexo desordenado (no necesariamente en ese orden). Por eso me llev¨¦ un gran chasco la tarde en que me dej¨¦ caer por el Instituto de Estudios Norteamericanos porque hab¨ªa una mesa redonda en torno a la figura del se?or Miller. Entre los contertulianos figuraban Juan Mars¨¦ y Joan de Sagarra, y uno de ellos, ahora no recuerdo cu¨¢l, se ventil¨® de un plumazo la obra de mi querido Harry con la siguiente y lapidaria sentencia: "Una cosa es la literatura y otra hacerse pajas". Este recuerdo me vino a la memoria el otro d¨ªa mientras contemplaba la exposici¨®n del dibujante de c¨®mics italiano Milo Manara en la librer¨ªa Norma. Record¨¦ tambi¨¦n la ¨¦poca en que Manara me parec¨ªa un autor interesante, y creo que era la misma en la que admiraba a Henry Miller. Con el tiempo no s¨®lo le he dado la raz¨®n a Mars¨¦ (?o era Sagarra?), sino que he acabado por considerar al autor de Tr¨®pico de c¨¢ncer como un pelmazo y un gorr¨®n. Tampoco tengo mejor opini¨®n de su amiga Ana?s Nin, esa preciosa rid¨ªcula que, en su busca permanente del ¨¦xtasis intelectual por v¨ªa vaginal, acab¨® cepill¨¢ndose a su pobre padre. Hoy d¨ªa, el ¨²nico personaje del Par¨ªs de Henry y Ana?s que me cae bien es el marido de ¨¦sta, Hugo, sufrido cornudo del mundo bancario a quien en mi juventud consideraba un pobre de esp¨ªritu. Cre¨ª que puse a Manara en su sitio poco despu¨¦s que a Miller. Y ahora, mientras observo esos traseros portentosos que el italiano sabe trazar como nadie recuerdo lo de la literatura y el onanismo. La ¨²nica diferencia entre Miller y Manara radica en que del primero ya no se acuerda nadie, mientras que el segundo es uno de los pocos supervivientes de ese mundo del c¨®mic cada d¨ªa m¨¢s apaleado y ag¨®nico. Milo Manara siempre tuvo cierta tendencia al decorativismo er¨®tico, pero durante un tiempo intent¨® guardar las formas a base de colaborar con gente decente como Hugo Pratt o el mism¨ªsimo Federico Fellini. Pero ahora que los dos est¨¢n muertos, el hombre parece sentirse libre para hacer aquello que sus lectores le aplauden (con una sola mano, pues la otra la tienen ocupada). ?Y vaya si lo hace! No contento con eso, el hombre se permite no incurrir en la pornograf¨ªa y quedarse con un erotismo fino que, salvando las distancias, cada vez se parece m¨¢s a una versi¨®n hardcore de las felicitaciones navide?as del gran Ferr¨¢ndiz. Libre de la presencia ominosa de Pratt y de Fellini, nuestro hombre ya puede presentarse ante el mundo como aquello en que definitivamente se ha convertido: el Tinto Brass de la historieta contempor¨¢nea. Mientras tanto, compatriotas con mayor talento que ¨¦l viven bastante peor. ?Qu¨¦ ha sido de Lorenzo Mattoti? Lo ignoro. De Vittorio Giardino me cuentan que acaba de terminar el tercer ¨¢lbum de una estupenda serie (Las aventuras de Max Fridman), cuyas anteriores entregas aparecieron, respectivamente, en 1981 y 1985. ?Por qu¨¦ 13 a?os de espera entre La puerta de Oriente y la nueva andanza centroeuropea de ese h¨¦roe a lo Graham Greene que es Max Fridman? Pues parece que porque los editores no la encontraban muy comercial y le animaban a que siguiera dedic¨¢ndose a aquellas historietas er¨®ticas que dibuj¨® hace unos a?os y que tan bien funcionaron entre los aplaudidores de una sola mano... Dicen que es muy dif¨ªcil conjugar el sexo con la buena literatura (o los buenos tebeos). Puede que sea cierto. Pero lo que s¨ª es f¨¢cil de evitar, si uno ha optado por vivir de los onanistas, es imprimir a la propia obra un tono supuestamente refinado y peque?oburgu¨¦s que no hace otra cosa que dar gato por liebre. Se?or Manara, ?por qu¨¦ no se pasa directamente a la pornograf¨ªa? ?Por qu¨¦ se empe?a en hacernos creer que lo suyo es arte? ?Para qu¨¦ tanto papel satinado y tanto gui¨®n seudointelectual si sus lectores s¨®lo quieren mene¨¢rsela?
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