Viaje al pa¨ªs de la guerrilla colombiana
El presidente Pastrana acudir¨¢ a negociar con las FARC el 7 de enero.
ENVIADO ESPECIALDesde el 7 de noviembre pasado hay dos Colombias: la de siempre y la despejada. Esta ¨²ltima abarca una extensi¨®n de 42.000 kil¨®metros cuadrados, como toda Extremadura, y de ella ha desaparecido la presencia, al menos armada, del Estado. Soldados y polic¨ªas, que eran poco m¨¢s de 3.000, han evacuado sus instalaciones para que, dicen los cr¨ªticos del presidente Andr¨¦s Pastrana, se negocie de poder a poder la paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Las negociaciones deben llevarse a cabo a partir del 7 de enero, dirigidas inicialmente por el propio jefe del Estado colombiano y el l¨ªder insurgente Manuel Marulanda, Tirofijo. La sede de las mismas ser¨¢ uno de los cinco municipios del despeje: San Vicente del Cagu¨¢n, en la provincia del Caquet¨¢, tierra de media jungla y todo pasto, bovino, arroz y yuca, que es el Kosovo de las FARC, su lugar de nacimiento en los a?os sesenta entre los r¨ªos Pato y Guayabero. Hasta all¨ª viaj¨® EL PA?S.
Las conversaciones, que deb¨ªan comenzar el 7 de noviembre, como le dijo a este enviado el presidente conservador el pasado octubre, han estado, sin embargo, sumidas en un laber¨ªntico tira y afloja, porque como involuntarios ¨²ltimos de Filipinas, 92 soldados de administraci¨®n aqu¨ª llamados bachilleres, con 23 suboficiales y siete oficiales permanecen todav¨ªa en un acuartelamiento a ocho kil¨®metros de la capital del municipio, San Vicente del Cagu¨¢n, a la espera de la orden de retirada que se producir¨¢ este fin de semana. Seg¨²n fuentes de las FARC en la zona, Pastrana se resisti¨® a abandonar ese ¨²ltimo puesto militar, aunque los soldados estuvieran desarmados, porque Washington le hab¨ªa mostrado su disgusto ante tanta concesi¨®n a una guerrilla que a¨²n no ha renunciado formalmente al marxismo. El coronel Germ¨¢n Giraldo, 37 a?os, dirige la base de 440 hect¨¢reas dotada como un funcional Hilton de la selva con chal¨¦s para visitantes ilustres. El militar, elocuente y fotog¨¦nico, que fue visiblemente destacado al batall¨®n s¨®lo el 5 de noviembre para recibir a los periodistas, garantiza que all¨ª no hay armas escondidas como afirman muchas fuentes en el pueblo. En el maravilloso colombiano que habla aqu¨ª la gente resume la situaci¨®n diciendo: "Yo no doy concepto de lo que no conozco", al preguntarle por qu¨¦ se hab¨ªa demorado tanto el repliegue.
En San Vicente, 20.000 habitantes de los 50.000 de todo el municipio, que con 18.000 kil¨®metros cuadrados es el m¨¢s extenso de Colombia, todos reconocen que sin la anuencia guerrillera all¨ª no se mueve ni una hoja. El secretario de Gobierno, Germ¨¢n Am¨¦zquita, sustituto del alcalde ausente, no niega que "la guerrilla ha tenido aqu¨ª siempre el dominio" y que desde el 7 de noviembre no se comete ni un delito y a los de la segunda l¨ªnea de las FARC, lo que llaman milicianos como diferencia del personal del choque, "los vemos de civil, cada vez m¨¢s arrogantes por el pueblo".
Esos milicianos son en la pr¨¢ctica los que aseguran el orden en el municipio. Para cubrir las apariencias se ha creado una polic¨ªa c¨ªvica, 60 n¨²meros para San Vicente, y 30 para las otras cuatro municipalidades -Vistahermosa, La Uribe, Mesetas y La Macarena, todos ellos en la lim¨ªtrofe provincia del Meta- formada por funcionarios y j¨®venes desempleados que, con un presunto t¨ªtulo de bachiller y una segura matraca, hacen modesto acto de presencia en la localidad. Cerca de ellos, nos dice el agricultor-ganadero Alirio Giraldo, hay siempre un guerrillero que es el que sugiere apenas con la mirada que ha llegado la hora de portarse bien. La guerrilla vive de peajes, como las autopistas. Por cada vaca, y hay 10 por poblador, los propietarios han de pagar 800 pesos (80 pesetas) anuales. Las FARC aconsejan, adem¨¢s, a los alcaldes con qui¨¦n han de contratar las obras p¨²blicas, sobre lo que "hacen veedur¨ªa" de c¨®mo se llevan a cabo los trabajos, velando porque los funcionarios se curren la jornada, as¨ª como de que los dineros lleguen a destino, incluidos, desde luego, sus propios bolsillos. Eso se llama en el espl¨¦ndido eufemismo de la insurrecci¨®n "retenciones populares". En San Vicente, el Consejo de Paz, que es todo el pueblo, ha elegido un comit¨¦ ejecutivo de siete miembros que integran el propio Alirio; un veterinario; un quincallero; un t¨¦cnico agropecuario; el representante de una ONG; Amparo Rodr¨ªguez, delegada del asociacionismo local, y el se?or obispo, que tambi¨¦n estaba de viaje. Don Armando, 69 a?os soleados por la bre?a y el carrizo, cuya obsesi¨®n es que el mundo conozca sus poemas que vende a buen precio o regala en fotocopia, va m¨¢s lejos que nadie al afirmar que las FARC no son una guerrilla "sino un grupo de presi¨®n, porque en este pa¨ªs en el que para importar un carro hay que pagar seis veces su valor, en el que hay un 95% de desheredados y la justicia se vende por centavos, tienen todo el derecho a serlo". Para el ripiador local, las FARC son como una ONG armada hasta los dientes. Pero la guerrilla se nutre sobre todo de la coca. Hay en la zona de despeje cerca de 20.000 hect¨¢reas. del cultivo il¨ªcito, sobre 100.000 o 120.000 en todo el pa¨ªs, cuyo emplazamiento es bien conocido, tanto como los propios campamentos guerrilleros en La Sombra, La Machaca o Los Llanos de Yar¨ª. En el municipio se calcula que hay 6.000 hect¨¢reas y de ellas 800, a raz¨®n de una por familia, se hallan agrupadas en una especie de cooperativa que trabaja tierras del Estado a unos 100 kil¨®metros de San Vicente. Filem¨®n Fierro, menos de 40 a?os pero varios siglos de tenencia campesina, es uno de ellos. Tuvo que dedicarse al cultivo porque "la madre de nuestra industria es la necesidad", al tiempo que asegura que nadie le pidi¨®, sugiri¨® u oblig¨® a vivir de la hoja tan preciada. Su huertecito casi le da seis cosechas al a?o de dos kilos de coca natural cada una, que "unos se?ores que no son guerrilleros" le compran a un mill¨®n de pesos el kilogramo, con lo que se saca lo justo para sobrevivir con su familia (unas 100.000 pesetas mensuales), y supone que las FARC le cobran al intermediario, pero ¨¦l "no los ve nunca". No ignora que esa coca, a¨²n sin tratar, vale ya cinco millones en Bogot¨¢ y 20 en el extranjero, no digamos en la calle. Y s¨®lo desea que Pastrana acepte la oferta de su asociaci¨®n de convertir las 800 hect¨¢reas de squatters campesinos en una planta piloto de sustituci¨®n por otros cultivos igual de rentables, como el ejemplo de un nuevo comienzo para el pa¨ªs. Entre tanto, San Vicente del Cagu¨¢n se tienta las carnes a la espera de ese 7 de enero en el temor de que el fracaso de la paz vuelva a unificar a esas dos Colombias en una guerra que entonces ser¨ªa sin cuartel.
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