?xito policial
J. J. P?REZ BENLLOCH El delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Carlos Gonz¨¢lez Cepeda, afirma que la redada de narcotraficantes efectuada el viernes pasado por la polic¨ªa en el barrio de Natzaret no tiene nada que ver con la muerte accidental de un ni?o y el linchamiento de un ciudadano acontecido d¨ªas antes en aquellas calles. As¨ª ser¨¢. Incluso as¨ª debe ser porque no es dable pensar que una operaci¨®n tan "brillante" sea el fruto de una improvisaci¨®n. Es evidente que los agentes han golpeado en los sitios y a los fulanos adecuados, como se desprende del bot¨ªn capturado: droga, dinero y armas en cantidades alarmantes dir¨ªamos si la frecuencia de estos episodios no relativizase tanto las cifras. Un ¨¦xito semejante requiere trabajo previo y buena informaci¨®n. Sin embargo, resulta dif¨ªcil no sospechar que, ya fuere por c¨¢lculo o casualidad, este operativo policial ha venido a ser mano de santo para aplacar los ¨¢nimos vecinales, especialmente encrespados a ra¨ªz del l¨²gubre suceso antes citado. Especialmente encrespado por esa circunstancia, pero es obvio que el cabreo de ese colectivo urbano y perif¨¦rico es antiguo y se ha manifestado con tanta reiteraci¨®n como o¨ªdos sordos le ha hecho la autoridad competente. No de otro modo se comprende la permanencia y auge de la delincuencia all¨ª asentada, aparentemente beneficiaria de una ins¨®lita impunidad frente a las denuncias repetidas y airadas de las buenas gentes, hartas de se?alar con el dedo -y no sin riesgos personales- tanto los trajines ilegales como a los individuos beneficiarios. Ahora mismo, y al filo de las noticias divulgadas, a la vez que celebradas por la autoridad gubernativa como si de una gesta extraordinaria se tratase, se cae en la cuenta de que no era un secreto para nadie la cr¨ªa de gallos o el adiestramiento de perros para la pelea, el confort injustificado de algunas viviendas y la exhibici¨®n desvergonzada de un poder¨ªo econ¨®mico cuyo origen s¨®lo pod¨ªa estar en el tr¨¢fico de estupefacientes. Todo lo cual nos induce a moderar el contento por el ¨¦xito policial alcanzado y, en cambio, deducir que en esta parcela de la seguridad ciudadana se prolongan lagunas e ineficiencias que obligan a ser m¨¢s comedidos y cr¨ªticos. Sin escatimar los m¨¦ritos de esta operaci¨®n que glosamos, no es inoportuno recordar que una golondrina no hace verano ni que los administrados, residan o no en distritos marginados, han expresado a menudo el desasistimiento en que se les tiene. A estas horas, ni se recuerda en qu¨¦ ha quedado la llamada polic¨ªa de barrio, o la de aproximaci¨®n, o la polic¨ªa en cualquiera de sus versiones si de la noche valenciana se trata. No es extra?o que nuestro paisano Juan Cotino, director general de la cosa, haya reconocido que las fuerzas de seguridad sirven mejor al Estado que a la sociedad y proyecte para el a?o pr¨®ximo una profunda reorganizaci¨®n de los efectivos y de las estrategias. El plan se conoce, con dudosa fortuna, como Operaci¨®n J¨ªbaro, aunque no debe colegirse que se proceda a reducir m¨¢s las seseras de los agentes, pues apunta a sacudir la burocracia y sacarle mejor partido a los recursos humanos. Valencia y Alicante est¨¢n entre las capitales donde se aplicar¨¢ antes esta reforma y ello nos hace concebir esperanzas de que mejorar¨¢ la atenci¨®n a los ciudadanos, reduci¨¦ndose los ¨ªndices de delincuencia. De tal modo que resolver un asunto o atrapar a unos criminales en Natzaret o donde fuere sea lo normal y no pretexto para una fiesta medi¨¢tica.
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