La Uni¨®n Sovi¨¦tica desarroll¨® un mort¨ªfero programa de nuevas armas biol¨®gicas
, A finales de los ochenta, cuando la guerra fr¨ªa estaba a punto de terminar, los oficiales del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico que dirig¨ªan el programa secreto de guerra biol¨®gica encargaron nuevas armas mucho m¨¢s mortales. La noticia ha sembrado dudas entre los congresistas republicanos en EEUU, que ya desconf¨ªan de las buenas intenciones rusas. Los paralelismos con Irak son inevitables, y la clave para resolver el enigma es la misma: conseguir la autorizaci¨®n de Mosc¨² para que los expertos entren en las bases militares y certifiquen la defunci¨®n de las armas biol¨®gicas rusas.
En un remoto complejo de laboratorios en Kazajist¨¢n, cient¨ªficos rusos comenzaron a probar en animales el virus Marburg, una bacteria altamente contagiosa que mata atacando cada ¨®rgano y cada tejido del cuerpo. Eran los ¨²ltimos a?os de la pasada d¨¦cada.Estas pruebas secretas, descritas recientemente por varios veteranos de este programa sovi¨¦tico, no fueron detectadas por los servicios de espionaje del bloque occidental, que ten¨ªan muy pocos datos espec¨ªficos sobre ese centro.
Kazajist¨¢n anunci¨® la retirada de sus armas nucleares, biol¨®gicas y qu¨ªmicas poco despu¨¦s de proclamar su independencia y permiti¨® visitar la f¨¢brica a expertos estadounidenses y a un grupo de reporteros. Occidente ha conocido finalmente lo que estaba ocurriendo all¨ª en los ¨²ltimos a?os de la guerra fr¨ªa.
El tard¨ªo descubrimiento de las pruebas de este ex¨®tico armamento es uno de los elementos que ha animado la discusi¨®n en Washington sobre la repercusi¨®n real que tuvo en el Ej¨¦rcito ruso la orden firmada por el presidente Bor¨ªs Yeltsin en 1992 para que se abandonara el programa de armas biol¨®gicas.
Existen las mismas dudas sobre Irak. Con el aparente fin de las inspecciones de Naciones Unidas, Occidente est¨¢ tratando ahora de conseguir pistas sobre los proyectos de armamento biol¨®gico de Bagdad mediante sat¨¦lites y, quiz¨¢s, con esp¨ªas, los mismos m¨¦todos que fracasaron a la hora de desenmascarar el programa sovi¨¦tico.
Los responsables de la Administraci¨®n Clinton consideran que Rusia ya no supone una amenaza. Los expertos occidentales han visitado la mayor¨ªa de sus laboratorios civiles y los funcionarios creen que Rusia se muestra dispuesta a autorizar a los expertos occidentales a visitar sus instalaciones militares secretas, un paso crucial que puede despejar muchas de las dudas que hay sobre las actividades de Mosc¨².
Adem¨¢s, hay un programa que paga el salario a los cient¨ªficos rusos para evitar que sean reclutados por grupos terroristas o por pa¨ªses peligrosos.
Algunos funcionarios y congresistas republicanos no son tan optimistas y aseguran que Rusia sigue desarrollando armas biol¨®gicas, exactamente igual que durante la guerra fr¨ªa. Se basan, entre otras cosas, en testimonios como el del disidente sovi¨¦tico Kanatjan Alibekov, quien ahora se hace llamar Ken Alibek. Este cient¨ªfico era el director de la planta biol¨®gica de Stepnogorsk, en Kazajist¨¢n, y env¨ªa el siguiente mensaje a los congresistas: "No sean tan ingenuos, ellos [las autoridades rusas] les est¨¢n mintiendo".
Sus temores no son nuevos.Tras desarrollar armas biol¨®gicas durante varias d¨¦cadas, Estados Unidos y Rusia firmaron un acuerdo internacional en 1972 prohibiendo ese tipo de armamento. De manera casi inmediata, disidentes sovi¨¦ticos dijeron que Mosc¨² hab¨ªa redoblado la investigaciones y la producci¨®n de armas biol¨®gicas.
Las dudas pueden despejarse si se pone en marcha lo acordado en Tambov (450 kil¨®metros al sureste de Mosc¨²), donde se reunieron expertos del Pent¨¢gono y cient¨ªficos rusos en la Academia Militar de Defensa Radiol¨®gica, Qu¨ªmica y Biol¨®gica. All¨ª se decidi¨® intercambiar informaci¨®n y ayuda. "El hielo se ha roto y ahora est¨¢ claro que ambas partes queremos tener tratos", dijo un funcionario estadounidense.
La dimensi¨®n del problema, y de las dudas, se comprende si se tiene en cuenta que el arsenal de armas qu¨ªmicas de Irak, suficiente para acabar con la poblaci¨®n de la tierra seg¨²n los inspectores de la ONU, es raqu¨ªtico en comparaci¨®n con la cantidad y variedad de armas biol¨®gicas que amasaba Rusia. M¨¢s de 60.000 cient¨ªficos trabajaron en el desarrollo de este armamento y Alibek est¨¢ seguro de que Mosc¨² no ha abandonado totalmente "una tecnolog¨ªa en la que era potencia".
Los responsables cient¨ªficos rusos niegan esta posibilidad. "Todo ha sido destruido, en nuestro lado y en el suyo [EEUU]", insiste Nickolai Urakov, director de un laboratorio qu¨ªmico en Obolensk.
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