El peligro es Milosevic
LA ILUSI?N, para los ilusos, ha durado dos meses. Kosovo est¨¢ de nuevo en los titulares, a pesar del cruel invierno y como anticipo de una guerra a gran escala entre serbios y albaneses con los primeros deshielos. Como en ocasiones anteriores, las tropas de Milosevic han utilizado como pretexto ataques aislados del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo para lanzar una nueva operaci¨®n a gran escala -un centenar de blindados, bombardeo indiscriminado de poblaciones- contra civiles inocentes, de nuevo huyendo a ninguna parte. El l¨ªder serbio ha aprovechado la Navidad, el momento de m¨¢ximo letargo occidental.El acuerdo de alto el fuego concluido en octubre por el negociador estadounidense Holbrooke, bajo la amenaza de un ataque a¨¦reo de la OTAN, era tan inconsistente como demuestran los hechos. Milosevic prometi¨® entonces, entre otras cosas, autorizar la presencia en Serbia de los investigadores del Tribunal de La Haya y una amnist¨ªa para los albaneses no implicados en la lucha armada y capturados por sus fuerzas. No lo ha cumplido. Estados Unidos y sus aliados, por el contrario, permitieron al dictador serbio mantener en Kosovo a la mayor parte de sus tropas, ahora de nuevo en acci¨®n. Y se plegaron a su exigencia de que los observadores internacionales del armisticio -que deber¨ªan ser dos mil y a estas alturas no llegan a la tercera parte- pertenecieran a la OSCE. Las personas y la organizaci¨®n equivocadas, puesto que se trata de civiles desarmados, sin influencia, y la estructura que les sirve de paraguas busca todav¨ªa su identidad y carece de experiencia en misiones de envergadura. Parece impensable un castigo militar contra Serbia mientras Milosevic tiene en su territorio a varios centenares de rehenes potenciales. Ya ocurri¨® en Bosnia.
Los acontecimientos de Kosovo muestran que Washington y Europa necesitan urgentemente una estrategia de recambio -en realidad, una estrategia- que asuma de una vez, con todas sus consecuencias, que el problema, no la soluci¨®n, es Milosevic, supuesto bombero de los ominosos fuegos que su enfermo etnocentrismo lleva provocando desde hace casi una d¨¦cada. No parece sostenible, despu¨¦s de un a?o de prodigarse, que la OTAN siga lanzando amenazas vac¨ªas contra Belgrado sin pagar el precio del descr¨¦dito. S¨®lo ahora, cuando con el pretexto de Kosovo el caudillo serbio completa un c¨ªrculo de purgas que incluye peri¨®dicos, universidades, ej¨¦rcito y polic¨ªa, EEUU y sus aliados comienzan a plantearse la urgencia de algo que debi¨® iniciarse hace muchos a?os: el apoyo masivo, pol¨ªtico y econ¨®mico, a cualquier embri¨®n de alternativa democr¨¢tica en la Serbia controlada por una liga de comunistas irredentos y fascistas.
Las fuentes del conflicto de Kosovo siguen intactas pese a que 1.500 personas han perdido la vida y casi 300.000 sus hogares. Se trata de la opresi¨®n sistem¨¢tica ejercida por Belgrado en su provincia sure?a sobre el 90% de la poblaci¨®n, de origen ¨¦tnico alban¨¦s. Las potencias occidentales siguen paralizadas porque temen que una intervenci¨®n armada d¨¦ alas al independentismo kosovar y desencadene una espiral de reivindicaciones regionales, desde Macedonia, donde los albaneses son el 30% de la poblaci¨®n, hasta los serbios de Bosnia. La ritual deshonra por Milosevic de sus compromisos, sin embargo, deber¨ªa bastar para calibrar el valor de los pactos con el aut¨®crata serbio. La paz en Kosovo exige o la democratizaci¨®n de Serbia o la presencia de la OTAN sobre el terreno.
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