Alianza nacionalista
Siguiendo el camino trazado hace tres meses por la Declaraci¨®n de Estella, que uni¨® a toda la familia nacionalista tras la bandera com¨²n del ¨¢mbito vasco de decisi¨®n y ofreci¨® a ETA la coartada para su tregua, el Gobierno de coalici¨®n formado por el PNV y EA contar¨¢ no s¨®lo con el respaldo de los 27 diputados de ambos socios (21 y 6, respectivamente), sino tambi¨¦n con el apoyo desde fuera de los 14 esca?os de Euskal Herritarrok, la coalici¨®n fletada por HB en v¨ªsperas de las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas. Hay buenos motivos para suponer que el ofrecimiento hecho a los socialistas por el PNV para negociar su incorporaci¨®n al Gobierno s¨®lo fue una cortina de humo orientada a contentar a los sectores moderados del electorado y a disimular la irreversibilidad de los compromisos con HB alcanzados en Estella. Tras las elecciones locales del pr¨®ximo 13 de junio, no es descartable, por lo dem¨¢s, la entrada de EH en la sociedad nacionalista constituida por el PNV y EA para gobernar los ayuntamientos y las diputaciones.El experimento iniciado esta semana por el nuevo lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, tendr¨¢ elevados costes y un dif¨ªcil recorrido. El apoyo del nacionalismo radical al nuevo Gobierno no implica por ahora ni el desarme definitivo de ETA, ni el cese de los disturbios callejeros organizados por Jarrai, ni la renuncia a seguir intimidando a los cargos p¨²blicos del PP; es bien sabido que los fascismos europeos del periodo de entreguerras alternaron diestramente el empleo de la zanahoria y el del palo contra sus adversarios para alcanzar el poder. El aprendizaje de los valores y de las reglas de la cultura democr¨¢tica por los grupos violentos y autoritarios es un largo y costoso proceso sujeto a tensiones y vicisitudes: nadie puede afirmar a ciencia cierta que la tregua de ETA no sea una maniobra t¨¢ctica ideada para acumular fuerzas y promover la reagrupaci¨®n de las fuerzas nacionalistas tras su programa.
Esa incertidumbre inconsolable legitima indistintamente las esperanzas, los temores y las incredulidades con que los optimistas, los cautelosos y los pesimistas han recibido al nuevo Gobierno vasco. Es cierto que el paso de los nacionalistas radicales desde el boicoteo, el obstruccionismo y la provocaci¨®n en la C¨¢mara de Vitoria a la participaci¨®n activa y estable en sus trabajos modifica su tradicional actitud de rechazo frontal a las instituciones auton¨®micas: la aceptaci¨®n puramente instrumentalizadora de la v¨ªa parlamentaria por una fuerza anti-sistema puede servir de antesala a la interiorizaci¨®n de las convicciones democr¨¢ticas por sus miembros. Pero la dependencia hist¨®rica de HB respecto a ETA sit¨²a la caja negra de la toma de decisiones del nacionalismo radical fuera de los focos del debate p¨²blico, impidiendo cualquier predicci¨®n racional sobre su comportamiento futuro; el solapamiento de legitimidades de la actual Mesa de HB y de la Mesa anterior condenada por el Supremo y todav¨ªa en prisi¨®n crea igualmente dudas acerca de lo que pudiera ocurrir en caso de conflicto.
El acuerdo firmado en Estella por el PNV, EA y HB reserva a los ciudadanos vascos de ambos lados de los Pirineos "la conformaci¨®n de su futuro" y conmina a Espa?a, Francia y la Uni¨®n Europea a "aceptar la palabra y la decisi¨®n" de Euskal Herria. No s¨®lo dos Estados democr¨¢ticos europeos con m¨¢s de cinco siglos de historia tendr¨ªan que modificar sus fronteras y sus ordenamientos constitucionales para cumplir ¨®rdenes dictadas extramuros de sus parlamentos. Adem¨¢s, la estrategia de Estella pretende imponer unilateralmente a todos los ciudadanos de Euskal Herria el programa nacionalista de territorialidad (l¨¦ase anexi¨®n de Navarra y del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s) y soberan¨ªa pol¨ªtica (l¨¦ase independencia) mediante decisiones tomadas por el Parlamento de Vitoria, por la proyectada Asamblea municipal o por refer¨¦ndum. Ocurre, sin embargo, que los vascos nacionalistas, aunque mayoritarios por escaso margen en Guip¨²zcoa y Vizcaya, son minoritarios en ?lava, poco representativos en Navarra y marginales en Francia: el elogiable deseo del PNV de recuperar para la democracia al 18% de votantes que respaldaron a EH en las ¨²ltimas auton¨®micas ?justificar¨ªa la exclusi¨®n del 50% de los ciudadanos que apoyan en las urnas a los partidos constitucionalistas en Euskadi y Navarra?
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