Atracadora a los 76 a?os
Una anciana de Barcelona acompa?aba a su hijo toxic¨®mano a asaltar restaurantes "para protegerlo".
El domingo pasado, a las 17.15, Gabriel L., un ex empresario de 42 a?os, atrac¨® a mano armada en Barcelona un restaurante de comida r¨¢pida t¨ªpicamente catalana. Para esta audaz operaci¨®n utiliz¨® como c¨®mplice a su madre, D.A., una achacosa anciana de 76 a?os.Gabriel L., que tiene graves problemas con la hero¨ªna y la coca¨ªna -gasta cada d¨ªa 60.000 pesetas en ellas-, entr¨® el domingo con su madre en uno de los c¨¦ntricos restaurantes de una pionera cadena de comida r¨¢pida especializada en bocadillos. Como dos clientes, madre e hijo guardaron cola ante la dependienta, hicieron su encargo, pagaron sus emparedados y bebidas y se llevaron la bandeja a una mesa para consumirlos. Cuando acabaron, la anciana, que anda con dificultad, inici¨® una lenta maniobra para salir del local mientras su hijo permanec¨ªa en el restaurante. ?ste esper¨® el momento m¨¢s propicio y, cuando su madre ya estaba en la calle, se dirigi¨® a la caja. Sac¨® un rev¨®lver Smith & Wesson plateado del 38 y, como en las pel¨ªculas americanas, enca?on¨® a la cajera y la conmin¨® a que le diera el dinero. Logr¨® unas 9.000 exiguas pesetas.
Una llamada al 091 de los asustados camareros avisando de los hechos alert¨® a dos dotaciones policiales que, en las cercan¨ªas del restaurante, localizaron a una anciana que andaba con grandes dificultades y a un hombre tembloroso que lo hac¨ªa a duras penas.
Ante la polic¨ªa, la madre se autoinculp¨® de todo. Explic¨® a los at¨®nitos y bregados polic¨ªas que acompa?aba a su hijo a los atracos para protegerle y para que ¨¦ste "no hiciera nada malo". La inusual pareja tiene en su cuenta varios asaltos similares a los del domingo.
El hijo fue a finales de los a?os setenta un peque?o empresario de ¨¦xito. Con otro socio, ten¨ªa una pr¨®spera sociedad de mec¨¢nica industrial. A mediados de los ochenta vendi¨® a su socio su parte por muchos millones y, pensando que aquel dinero no se acabar¨ªa nunca, se dedic¨® a vivir de ¨¦l y del alquiler de una nave industrial de su propiedad.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, el dinero acab¨® por agotarse. Desde entonces, Gabriel viv¨ªa de trapichear con hero¨ªna y coca¨ªna a peque?a escala. Se convirti¨® en lo que el inspector Benjam¨ªn B., jefe del Grupo de Robos del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa que lleva el caso, denomina un "punto" vendedor callejero de droga. Su proveedor, a cambio de las peque?as ventas, le daba gratis su dosis diaria de coca¨ªna y hero¨ªna. Hasta que hace poco el camello desapareci¨® con un dinero que el supuesto atracador le entreg¨® para comprar droga y despu¨¦s hacer dinero con el excedente. Desde entonces, Gabriel ha tenido que buscarse la vida para conseguir droga.
Gabriel L. es soltero e hijo ¨²nico de un matrimonio cuyos ingresos provienen de las 80.000 pesetas de pensi¨®n de su anciano padre, casi ciego y de las 200.000 pesetas del alquiler de la nave industrial, instalaci¨®n que no se ha podido pulir porque el inquilino nunca ha querido dejarla. Una econom¨ªa familiar tan endeble no pod¨ªa resistir el imparable flujo de gastos a que la somet¨ªa el hijo a diario. Y ya no hab¨ªa ni m¨¢s parientes, ni amigos ni conocidos a los que sablear. Ante s¨ª, Gabriel ten¨ªa pocas opciones. La de convertirse en atracador era una, y fue la que escogi¨®.
En ocasiones, su protectora madre, cuando el s¨ªndrome le atenazaba, se hab¨ªa desplazado hasta los s¨®rdidos barrios de Barcelona donde se vende hero¨ªna a compr¨¢rsela. En esta nueva etapa, tampoco quiso dejar a su hijo en la estacada y decidi¨® acompa?arle en sus supuestas andanzas delictivas.
El juez dej¨® a la mujer en libertad atendiendo a las circunstancias del caso y al hecho de que su marido es un anciano incapacitado por las cataratas que padece. Gabriel est¨¢ en la c¨¢rcel. Declar¨® a la polic¨ªa que el rev¨®lver era de otra persona que se lo hab¨ªa dejado para ver si lo vend¨ªa. Seg¨²n su rocambolesca versi¨®n, encontr¨® un comprador que pag¨® 100.000 pesetas por el cacharro (rev¨®lver en jerga), pero no s¨®lo no se lo entreg¨®, sino que se qued¨® con el dinero.
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