Las limitaciones de un alcaldeM.V?ZQUEZ MONTALB?N
Do?a Marta Ferrusola no es una reci¨¦n llegada a la pol¨ªtica y ha subido todas las monta?as sagradas ascendidas por su marido, el muy honorable Jordi Pujol. No s¨®lo ha ascendido todas las monta?as sagradas catalanas, una infinidad, como prueba de que somos un pueblo escogido, sino que adem¨¢s ha practicado en ellas, sobre ellas y contra ellas deportes de riesgo hasta el punto de ser considerada por sus nietos la iaia yey¨¦. Do?a Marta Ferrusola ha expuesto con frecuencia sus ideas personales a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, sea sobre la homosexualidad, sea sobre la caseta, l"hortet i el tortell, por lo que no estamos ante un caso de figura p¨²blica f¨¢cil de amedrentar por los micr¨®fonos o las c¨¢maras. De ah¨ª que tenga especial significaci¨®n su intervenci¨®n a trav¨¦s de Catalunya R¨¤dio en la que aparte de, leg¨ªtimamente, sostener que para ella Catalu?a no es Espa?a, afirmaci¨®n esencialista que cada d¨ªa debe cotejar con la verdad administrativa del Estado espa?ol, do?a Marta se pronunci¨® sorprendentemente sobre la barbaridad de que un alcalde de Barcelona pueda pretender ser el presidente de todos los catalanes. A la pregunta de qu¨¦ opinaba de la candidatura de Maragall, la se?ora Ferrusola exclam¨® m¨¢s o menos que c¨®mo un alcalde de Barcelona va a poder ser presidente de todos los catalanes. No caigamos en la c¨®moda instrumentalizaci¨®n de desde?ar tal aseveraci¨®n disfrazada de interrogaci¨®n desde la relaci¨®n entre lo particular o singular y lo p¨²blico o plural. Seg¨²n esta interpretaci¨®n, podr¨ªamos plantear c¨®mo es posible que un ex presidente de banco pueda aspirar a ser presidente de todos los catalanes o bien c¨®mo el descendiente de una ilustre genealog¨ªa de fabricantes de cemento puede aspirar a la alcald¨ªa de Barcelona. No. No iba por ah¨ª la l¨®gica subterr¨¢nea de do?a Marta. Ella sabe que Truman fue camisero antes que presidente de Estados Unidos y Reagan un p¨¦simo actor de Hollywood, y no son pol¨ªticamente descalificables por sus or¨ªgenes profesionales o representativos. A do?a Marta le sali¨® del alma, de esa alma nacionalista que se tiene o no se tiene, que una persona que ha llegado a ser el emblema de Barcelona, ciudad mestiza donde las haya, no identificable del todo con el imaginario de lo catal¨¢n, no est¨¢ llamada a representar a la verdadera Catalu?a, a esa dimensi¨®n a la vez espiritual y geopol¨ªtica que debe empezar all¨¢ donde termina el ¨²ltimo barrio mestizo de Barcelona y su zona de influencia. Do?a Marta concertaba con la afirmaci¨®n de aquel pol¨ªtico convergente de Osona que hace algunos a?os afirm¨® que la Catalu?a de verdad empezaba en Vic, grav¨ªsima afirmaci¨®n que plantea o bien la renuncia geopol¨ªtica a la Catalu?a de mentira o bien una cruzada de recuperaci¨®n nacional para que esa Catalu?a de mentira vuelva a la verdad. Presiento que esta l¨ªnea de debate, o la Catalu?a comarcalista y total o la Catalu?a urbanita nacionalista, va a aparecer durante la larga marcha electoral que ha establecido el presidente de la Generalitat. Al comienzo de la transici¨®n, los representantes de la Entesa dels Catalans promet¨ªan una Catalunya nova y el entonces candidato Jordi Pujol m¨¢s o menos dijo que a ver si tan nueva era que no la iba a conocer ni su padre. El frente nacionalista utiliza un imaginario catal¨¢n inamovible aunque est¨¢ obligado a asumir en p¨²blico que la Catalu?a actual no es la de antes de la guerra civil, ni siquiera la de antes del boom inmigratorio de los a?os cuarenta, cincuenta, sesenta. El boom inmigratorio, la operaci¨®n de anulaci¨®n y desgaste de la identidad catalana a cargo del franquismo, pero tambi¨¦n la especial manera como se ha producido la integraci¨®n de gentes y de sus sustratos culturales, condicionan que sea v¨¢lido reconstruir el imaginario catal¨¢n y que ¨¦sa es una tarea cultural y pol¨ªtica de primera necesidad. De la misma manera que la relaci¨®n Catalu?a-Espa?a, Espa?a-Catalu?a no puede ser suspicaz de cintura para arriba y colaboracionista de cintura para abajo cuando pactan CiU y el PSOE y el PP. La ambig¨¹edad en el planteamiento de un imaginario catal¨¢n actualizado y de la relaci¨®n lo catal¨¢n-lo espa?ol ha perdido virulencia argumental, pero ha aumentado en su capacidad de instalaci¨®n inerte; es como un malestar cr¨®nico, da?ino a media y larga distancia, una seguridad ac¨²stica para patriotas profesionales. Cualquier cambio en la pol¨ªtica catalana deber¨¢ poner reflectores y taqu¨ªgrafos sobre estas cuestiones, y los escritores de ciudadan¨ªa catalana, escriban en catal¨¢n o en castellano, tenemos en la clarificaci¨®n de ese cambio un fil¨®n tem¨¢tico. Acabo de leer la novela DG, de Ramon Solsona, en la que el autor de Figures de calidoscopi, Les hores detingudes y del himno del centenario del Bar?a mete un bistur¨ª sarc¨¢stico, hiperb¨®lico, diseccionador de la Catalu?a realmente existente, incluido ?ngel Colom, que es el ¨²nico ¨¢ngel del libro que aparece con su nombre propio.Volver¨¦ en otra ocasi¨®n sobre DG, pero reclamo que la literatura sanamente aplicada -Vida privada fue una novela de encargo te¨®rico-literario-nacionalista- nos ayude a entender por qu¨¦ do?a Marta Ferrusola no quiere entender que un alcalde de Barcelona puede ser el presidente de todos los catalanes. Y precisamente que personajes tan l¨²cidos, de tan larga trayectoria nacionalista democr¨¢tica, sigan pensando en el fondo de su alma nacionalista que la Catalu?a de verdad empieza poco antes de llegar a Vic, es uno de los indicadores de que es urgente un cambio en la propiedad de la finca. Durante 10 meses, el honorable Jordi Pujol espera marear todas las perdices, desgastar a todos los candidatos y reaparecer como el De Gaulle providencial de todos los catalanes, sin l¨ªmites geopol¨ªticos. No se trata de empezar el marat¨®n de la chiruca, sino de que emerjan imaginarios lenguajes, personas, proyectos alternativos a tanta obsolescencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.