Ayuno en Los Yelmos
Medio centenar de magrebies celebran el Ramad¨¢n rodeados de miseria en el poblado chabolista de Boadilla
La Navidad no cuaja entre las chabolas. La basura no deja sitio para tanto. Lo ¨²nico que cuenta para el m¨¢s de medio centenar de magreb¨ªes que habita en el poblado chabolista de Los Yelmos, en Boadilla del Monte, es sobrevivir, la lucha diaria por llevarse algo que comer a la boca. El resto es superfluo. As¨ª es la vida cotidiana de los ocupantes de las 40 infraviviendas del tercer municipio con mayor renta per c¨¢pita de la Comunidad, Boadilla del Monte, de 17.814 habitantes.Los magreb¨ªs no celebran la Navidad, sino el Ramad¨¢n. Empezaron con esta festividad musulmana el pasado d¨ªa 19 de diciembre y la mantienen durante un mes. En estas fechas cambian su ritmo de vida: ayunan durante el d¨ªa y comen a partir de las seis de la tarde. No ponen ¨¢rboles de Navidad ni belenes. No se hacen regalos ni organizan grandes comilonas de Nochevieja. Tampoco se lo podr¨ªan permitir.
A primera hora de la ma?ana de ayer, una niebla espesa y baja, se apoyaba sobre, el tejado de las chabolas. Le daba un aspecto fantasmal al poblado. El suelo era un barrizal helado, con charcos s¨®lidos que, a medida que avanza el d¨ªa, se derriten y dan paso a un caminar pegajoso. Hay basura y chatarra por todos los rincones.
Los primeros magreb¨ªes que salieron de sus chabolas al desapacible exterior fueron tres ni?os. Apenas iban abrigados, uno de ellos calzaba chanclas y llevaba los pies al aire. Entre los tres amontonaron unos troncos, los rociaron de combustible y prendieron una hoguera. Con el fuego calentaron agua para lavar ropa a mano. La suya y la de sus padres, porque en el poblado no hay una sola mujer.
Mohamed, de 12 a?os, frotaba la ropa mojada dentro de un cubo con sus peque?as manos. Apenas hablaba castellano. Ahora ayuda a su padre porque est¨¢ de vacaciones, acude a un colegio p¨²blico para aprender castellano. A su padre, Abdel. Magid el Faquiri, un mec¨¢nico de 38 a?os, se le escapaban las l¨¢grimas mientras le observaba de cuclillas sobre el barro. Chocaba ver llorar a un hombre tan curtido, con la tez morena y surcada de arrugas. Abdel estaba preocupado porque se presenta hoy ante un juez de M¨®stoles para aclarar por qu¨¦ no obedeci¨® el alto de la polic¨ªa: "No pude parar. Mi coche es muy viejo y tiene los frenos gastados. As¨ª se lo voy a explicar al se?or juez", comentaba.
Abdel lleva casi 15 a?os en el poblado de Boadilla. "Aqu¨ª tiramos la vida para nada. Morir va a ser el mejor descanso. Ni los viv¨¦n peor que nosotros", sollozaba Abdel. "S¨®lo quiero ganarme el pan para que mi hijo tenga un futuro mejor que el m¨ªo, para que reciba una educaci¨®n digna con la que encuentre un buen trabajo", a?adi¨®.
Dinero para alquilar un piso
Ahora Abdel tiene un trabajo relativamente estable en un taller. Su intenci¨®n es ahorrar dinero para alquilar un piso en el que vivir con sus dos hijos. Pero lo ve dif¨ªcil. Como el resto de los habitantes del poblado, teme responsabilizarse de un gasto fijo al mes. "S¨®lo trabajamos de vez en cuando, en alguna obra de la construcci¨®n o como jardineros. Hoy puede que tengamos trabajo, pero ma?ana, qui¨¦n sabe", comentaba ayer Fadal, de 26 a?os, que ahora trabaja en una obra en Brunete. Fadal se levanta a las 6.30 y sale a la carretera, donde le recoge un amigo para llevarle al tajo. Fadal era frutero hace a?os en Marruecos.
El invierno en el poblado se hace largo. Los inmigrantes sellan las paredes de sus chabolas con todo lo que encuentran. Las impermeabilizan para protegerse de las nevadas y del hielo. En su Interior tienen estufas de butano y de le?a. En las camas ponen una capa de ropa para protegerse de la g¨¦lida madrugada. "Mohamed se pone tres mantas para el fr¨ªo", explic¨® Abdel.
Sulim¨¢n, de 37 a?os, compatriota de los chabolistas, visit¨® ayer, al poblado para ver a un amigo. "Yo he tenido mejor suerte que ellos. He conseguido un trabajo estable. Con lo que gano he podido establecerme en un piso y, traerme a la familia", asegur¨®. Pero ¨¦l mismo reconoce que su situaci¨®n "es una excepci¨®n", comparada con la de los marroqu¨ªes de Los Yelmos.
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