Liubimov y Solzhenitsin llevan 'El primer c¨ªrculo' al teatro Taganka
El director esc¨¦nico vuelve a la interpretaci¨®n con el papel de Stalin
El legendario teatro Taganka, dirigido por Yuri Liubimov, ha puesto en escena la novela del premio Nobel de Literatura Alexandr Solzhenitsin El primer c¨ªrculo. Solzhenitsin y Liubimov tienen mucho en com¨²n: de la misma generaci¨®n (el primero tiene 80 a?os y el segundo 81), ambos fueron alabados por el r¨¦gimen sovi¨¦tico y despu¨¦s perseguidos, conocieron el destierro y al final salieron triunfadores.
El espect¨¢culo es, seg¨²n Liubimov, "una se?al del profundo respeto" que el rebelde director de teatro siente por el cronista de los campos de concentraci¨®n estalinianos -el gulag- y el disidente que sigue siendo Solzhenitsin a pesar de la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista."Stalin no confiaba en su madre, ni en Dios, ni en los revolucionarios, ni en los campesinos, ni en los obreros. Y con mayor raz¨®n no confiaba en los ingenieros. No confiaba en que los soldados y los generales combatir¨ªan sin destacamentos de castigo. No confiaba en sus allegados. Tampoco confiaba en sus amantes. Y en sus hijos tampoco. ?Y siempre tuvo raz¨®n ! S¨®lo confi¨® en un hombre, en uno s¨®lo en toda su infalible-desconfiada vida. Ante todo el mundo este hombre era tan decidido en la amistad y en la enemistad, y tan bruscamente dio la espalda a los enemigos y le tendi¨® su mano amistosa, que se ve¨ªa que no era un charlat¨¢n, sino un hombre de acci¨®n. ?Y Stalin le crey¨®! Este hombre era Adolfo Hitler".
As¨ª comienza El primer c¨ªrculo del teatro Taganka. De relator hace el mismo Liubimov, con lo cual el espect¨¢culo, basado en la novela de Solzhenitsin, representa la vuelta a escena, despu¨¦s de un largo intervalo, de este director que es tambi¨¦n un excelente actor.
Barraca con literas
Al fondo de la escena se alza una gran estatua de Lenin y todo el escenario recuerda esos presidiums sovi¨¦ticos propios de las reuniones solemnes, con su habitual tribuna que lleva el escudo de la URSS, con la hoz y el martillo, sobre el planeta. Esta tribuna, los actores -los presos privilegiados que han sido escogidos por el KGB para que dise?en un aparato con el que se puedan reconocer las voces de las llamadas an¨®nimas- la utilizan para hablar de sus vidas, y el presidium en un segundo se convierte en una barraca con literas. El director Liubimov no s¨®lo hace de relator; tambi¨¦n es Stalin, imitando el t¨ªpico hablar georgiano; y es el director de escena, con su mesita iluminada en medio del pasillo, desde donde al comienzo da ¨®rdenes y a veces hace eco al mon¨®logo de los actores. ?stos se convierten de tiempo en tiempo en una especie de coro griego que, cantando, da explicaciones de lo que acontece. "Creo que se trata de un muy buen texto, sumamente ¨²til para nosotros. Porque si la naci¨®n pierde la memoria, deja de ser naci¨®n. ?Y nosotros somos muy olvidadizos! Todo lo borramos. Hemos borrado de nuestra historia el siniestro a?o 1917, olvidamos a nuestros grandes hijos, escupimos sobre ellos. Como dijo Pushkin, "sabemos amar s¨®lo a los muertos", no valoramos a los vivos", se?al¨® Liubimov al explicar por qu¨¦ decidi¨® llevar a escena a Solzhenitsin, del que fue imposible poner Un d¨ªa en la vida de Iv¨¢n Den¨ªsovich.
Babelia
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