Che, marca registrada
ENRIQUE MOCHALES En mi adolescencia estuvo presente un h¨¦roe, digamos que el h¨¦roe por excelencia, llamado Ernesto Che Guevara. Se exhibi¨® en camisetas, p¨®sters, chapas, mecheros, como un icono revolucionario del siglo veinte, siempre con el mismo rostro. Ahora el Che es Jesucristo. A ese altar parece elevarlo la Red Publicitaria Cristiana con los nuevos p¨®sters en los que se le representa tocado con una corona de espinas. Pocos han accedido a ese rango. M¨¢s bien creo que nadie lo ha conseguido. No se nos pasa por la cabeza un J.F.K. o un Sabino Arana en plan Cristo redentor. ?Habr¨¢n pagado algo los de la Red Publicitaria Cristiana a Cuba por derechos de imagen? No es nuevo eso de que las t¨¦cnicas de marketing engullan como alimento todo lo que pillen. La verdad es que este Che que presentan los susodichos p¨®sters les ha salido un poco raro, tal vez por un detalle de la nariz que parece aumentar ligeramente la largura de su napia. Pero se le reconoce. Seg¨²n me coment¨® un cubano amigo, la reproducci¨®n de la cara del Che s¨ª que dio mucho dinero en su momento. Despu¨¦s pas¨® a ser propiedad del mundo, como la estampa protot¨ªpica de Jesucristo. El mito del h¨¦roe muerto, joven, guapo y revolucionario, fue m¨¢s que leyenda, pero tambi¨¦n se convirti¨® en un producto kitsch, como podr¨ªa serlo una reproducci¨®n en miniatura de la torre Eiffel, o -que me perdonen si toco sensibilidades- el archirreproducido Guernica de Picasso. Precisamente uno de los aspectos de esa definici¨®n alemana no s¨®lo incluye a los objetos de mal gusto, sino a aquellos reproducidos hasta la saciedad. Y el Che, pobrecito, era guapo, pero est¨¢ un poco visto. A¨²n hoy circulan de vez en cuando por la calle algunas de esas camisetas que lo recuerdan. El caso es que cuando sucede eso, cuando hay una saturaci¨®n del producto, el producto en cuesti¨®n se desvalora. Eso tal vez no quiera decir que el Che no sea tan respetado ahora como antes. Simplemente sufrimos de cierto hartazgo. Pero, ?por cu¨¢nto tiempo seguir¨¢ reproduci¨¦ndose la famosa imagen de Alberto Korda? Como el Che ya ha entrado de lleno, adem¨¢s de en el mundo de la mitolog¨ªa, en el de la moda, puede que su rostro aparezca y desaparezca en el siglo XXI como podr¨ªan hacerlo los pantalones de pata de elefante o la minifalda. Afortunadamente, la Disney no ha comprado los derechos sobre la figura ni la historia del Che. De otro modo tendr¨ªamos pel¨ªcula de dibujos animados, libros de cuentos, figuritas del guerrillero en PVC y banda sonora Disney interpretada en espa?ol por Ricky Martin. Pero aqu¨ª tenemos la paradoja. Un guerrillero que luch¨® contra el capitalismo, se convirti¨® a su muerte en un objeto de consumo. La propia revoluci¨®n se vendi¨® con su rostro. La vida, o la muerte, hace esas bromas. Supongamos lo que har¨ªa el Che si resucitase, precisamente como Jesucristo, y se viese as¨ª, repetido como un cromo. La humanidad necesita ¨ªdolos. Del celuloide, de la guerra o de la pol¨ªtica, da igual. Los ¨ªdolos venden. Y la Red Publicitaria Cristiana apuesta por un Chesucristo, un modelo de hombre revolucionario en contraposici¨®n a ese modelo de Jesucristo blandengue de las antiguas pel¨ªculas de Hollywood. Pero en fin, todos sabemos que Jesucristo es tambi¨¦n, en much¨ªsimos aspectos y sin comparaci¨®n, un enorme negocio. Por no insistir demasiado en las pasadas fechas, podr¨ªa referirme a una simple estampita o al dinero del Vaticano. Y seguro que habr¨¢ quien piense que c¨®mo han comparado a ese tal Jesucristo con el gran Che. Sencillamente es cuesti¨®n de darle la vuelta a la moneda. El Che pudo ser una gran persona, un santo, alguien cercano a la divinidad y todas esas cosas, aunque sea a la divinidad revolucionaria. Pero personalmente debo reconocer que estoy hasta las narices de la sobada fotograf¨ªa, aunque tal vez le venga bien a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n que lo disfracen de Jesucristo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.