Urra
El defensor del Menor de la Comunidad de Madrid parece haber destapado la caja de los truenos. A Javier Urra se le ha ocurrido plantear la posibilidad de prohibir a los ni?os menores de 14 a?os la entrada a las plazas de toros, y el mundo taurino ha reaccionado como si le mentaran a la madre.Algunos aficionados con pluma han descubierto de pronto que Urra es un aut¨¦ntico monstruo de siete cabezas y le tachan de pelanas, metomentodo, totalitario y todas las burradas que quepa imaginar cuando, hasta ahora, no hab¨ªan advertido tama?a perversi¨®n en el personaje. Cuesta creer que la pasi¨®n por la fiesta nacional llegue a provocar una respuesta tan vehemente y desmedida ante lo que resulta ser s¨®lo una propuesta de discusi¨®n. Da la sensaci¨®n de que el ¨¢mbito de los toros se ha constituido en un poderoso grupo de presi¨®n capaz de aplastar cualquier iniciativa o argumento que pueda contradecir siquiera m¨ªnimamente la sublimaci¨®n de la fiesta o perjudicar sus intereses.
Algo as¨ª como un lobby al estilo de la American Rifle, la potente organizaci¨®n estadounidense que defiende la venta libre de armas de fuego y que ostenta all¨ª un poder casi omn¨ªmodo. La reacci¨®n airada de los taurinos sorprende en personajes tan habitualmente moderados en su expresi¨®n verbal como el presidente del Partido Popular en Madrid, P¨ªo Garc¨ªa Escudero. Don P¨ªo no dud¨® ni por un momento en abandonar la caracter¨ªstica mesura que preside todas sus intervenciones p¨²blicas para poner al se?or Urra como un aut¨¦ntico trapo. De su propuesta dijo que era regresiva, y entr¨® de lleno en el terreno de lo personal calific¨¢ndole de exhibicionista e imprudente y asegurando que no act¨²a como un defensor del menor, sino como un censor del menor.
Aunque Garc¨ªa Escudero es un apasionado declarado de la fiesta, y de hecho en Madrid es el que manda pol¨ªticamente en el espect¨¢culo desde la vicepresidencia de Asuntos Taurinos, su furibunda carga contra Javier Urra lleg¨® a transmitir la sensaci¨®n de que le ten¨ªa ganas. Es cierto, sin embargo, que lo planteado por el defensor del menor choca de frente con una tradici¨®n y unas costumbres que no pueden ser forzadas as¨ª como as¨ª de la noche a la ma?ana.
El Parlamento de Catalu?a, comunidad menos taurina que la nuestra, ha sido el pionero, a propuesta de Esquerra Republicana, en prohibir el acceso de los ni?os a las corridas de toros y ya se est¨¢n pensando si matizar la propuesta limit¨¢ndola a los que no van acompa?ados de sus padres, que para el caso es lo que est¨¢ reglamentado en nuestra regi¨®n.
Adem¨¢s, la realidad es que son cuatro los chicos menores de 14 a?os que van a las corridas de toros y no tanto por la falta de afici¨®n a esas edades como por el elevado precio de las entradas.
En cambio, donde s¨ª se ven los chavales a cientos y adem¨¢s participando vivamente es en los festejos taurinos de muchos pueblos que son celebrados en calles y plazas p¨²blicas de libre acceso para todos y en donde suelen producirse las mayores exhibiciones de brutalidad imaginables.
Ser¨ªa rid¨ªculo que impidieran a los ni?os acceder a los cosos taurinos, mientras se les permite presenciar el trato vejatorio y despiadado que reciben los astados en esos eventos para regocijo general. Por la misma regla de tres la medida no tendr¨ªa mucho sentido si no pusi¨¦ramos alg¨²n coto al repertorio de tiroteos, pu?etazos, cr¨ªmenes y despedazamientos que a diario se ofrecen por televisi¨®n en los horarios m¨¢s frecuentados por la chavaler¨ªa.
El presidente de la Comunidad de Madrid ha dicho que ser¨¢ una comisi¨®n de expertos la que estudie y determine si la visi¨®n de una corrida de toros puede resultar lesiva para los cr¨ªos. Esa misma comisi¨®n deber¨ªa analizar los efectos psicol¨®gicos de tantas otras manifestaciones violentas que consentimos con enorme ligereza.
Puede que el defensor del Menor se pase un poco en su papel de pepito grillo y puede que a veces, por el contrario, no llegue. Hay demasiados intereses en juego y no debe ser f¨¢cil mantener bien orientada la aguja de marear. Si queremos proteger la mente de los ni?os, si pretendemos que sus cerebros no se contaminen con la visi¨®n de espect¨¢culos violentos la gran pregunta es ?por d¨®nde hay que empezar?
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