Los oligarcas toman posiciones ante el ocaso de Yeltsin
Los siete famosos magnates que auparon al 'zar Bor¨ªs' han sufrido la crisis, pero ya preparan la revancha
Hace dos a?os, Bor¨ªs Berezovski asegur¨® que entre ¨¦l y otros seis grandes magnates controlaban el 50% de la econom¨ªa rusa. Este mismo maquiav¨¦lico personaje, cuya sombra se proyecta sobre muchos de los acontecimientos que han marcado el err¨¢tico destino de Rusia en los ¨²ltimos tiempos, dio carta de naturaleza, al identificar a sus socios, al club de los llamados oligarcas. Se trata de Vlad¨ªmir Potanin, Mija¨ªl Jodorkovski, Vlad¨ªmir Gusinski, Alexandr Smolenski, Piotr Aven y Mija¨ªl Fridman.Hoy, todos ellos, y varios m¨¢s (como el presidente de Gazprom Rem Viaj¨ªrev, el de la petrolera Lukoil Vagit Alekp¨¦rov y el banquero Vlad¨ªmir Vinogr¨¢dov) sufren las consecuencias de una crisis de cuya gestaci¨®n y estallido son en buena parte responsables. Ninguno, sin embargo, ha corrido a¨²n la suerte que sus enemigos izquierdistas ven¨ªan profetizando hace a?os: dar con sus huesos en la c¨¢rcel. Hay claros indicios de que est¨¢n lamiendo sus heridas y preparando su revancha. Las campa?as electorales del pr¨®ximo diciembre (legislativas) y de junio-julio del 2000 (presidenciales) les brindar¨¢n una oportunidad de oro.
Sus nombres no suenan demasiado en Occidente. La mayor¨ªa prefiere permanecer en un discreto segundo plano. Ellos hicieron posible que Bor¨ªs Yeltsin fuese reelegido presidente en 1996. No lucharon por ¨¦l, ni por patriotismo, sino por s¨ª mismos, para mantener el sistema que permiti¨® su salto del cero al infinito, un proceso que traspas¨®, casi por nada, buena parte de la propiedad estatal a manos de unos pocos. Aquellos barros de capitalismo salvaje trajeron los lodos de la profunda crisis actual. Luego, los oligarcas dejaron de formar una pi?a y se lanzaron a defender intereses a menudo opuestos. La primera fase del proceso de privatizaciones hizo posible sus fabulosas fortunas. Pero a¨²n quedaba una buena porci¨®n de la tarta por repartir. Berezovski y Potanin, con ventaja de ¨¦ste ¨²ltimo, utilizaron todas sus armas para disputarse joyas como Norilsk Nickel (principal productora de n¨ªquel del mundo) y el monopolio telef¨®nico Sviazinvest.
Los oligarcas, cuyos imperios financieros, industriales y medi¨¢ticos amenazan ruina tras la hecatombe acaecida despu¨¦s de que, el 17 de agosto, se devaluase el rublo y se suspendiese el pago de la deuda, fueron en buena medida responsables de esa crisis. Nunca aceptaron de buen grado el cese en marzo del principal garante de sus intereses, V¨ªktor Chernomirdin (primer ministro durante cinco a?os), y mucho menos que le relevase Sergu¨¦i Kiriyenko, que se atrevi¨® a herej¨ªas como no ponerse al tel¨¦fono cuando llamaba Berezovski o exigir a la todopoderosa Gazprom (primera empresa gas¨ªstica del mundo) que pagase sus impuestos.
El tiro les sali¨® por la culata. La Duma rechaz¨® la resurrecci¨®n de Chernomirdin, y s¨®lo cerr¨® la crisis cuando Yeltsin propuso in extremis como relevo a Yevgueni Primakov, ministro de Exteriores, ex jefe del espionaje y, durante d¨¦cadas, miembro del aparato comunista de la URSS. Este hombre, ajeno a los oligarcas, eligi¨® incluso a un comunista como su n¨²mero dos. La crisis dej¨® a los oligarcas enfrentados a sus propias limitaciones y, en ocasiones, al borde de la bancarrota.
Los oligarcas no luchan s¨®lo por sobrevivir, sino tambi¨¦n por volver a ser lo que fueron. Para eso necesitan a alguien de confianza en el Kremlin. Berezovski, por ejemplo, apoy¨® al general Alexandr L¨¦bed cuando se present¨® a las elecciones en Krasnoy¨¢rsk (Siberia). Gusinski, por su parte, apoya, aparentemente, al liberal Grigori Yavlisnki, pero su apuesta de fondo parece ser Yuri Luzhkov, alcalde de Mosc¨². Hasta ahora, sin embargo, s¨®lo hay movimientos preliminares. La gran pregunta es si, en el 2000, los oligarcas volver¨¢n a formar un frente com¨²n o si jugar¨¢ cada uno por su lado. Al menos hasta que, tras la primera vuelta, se vean obligados a intentar parar de nuevo el peligro rojo.
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