Disparates en el campusFRANCESC DE CARRERAS
En los d¨ªas pasados, hemos tenido malas noticias del campus de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, en Bellaterra. Cuando la universidad aparece como noticia en los peri¨®dicos, nunca es para que los ciudadanos conozcan todo lo positivo que ah¨ª se hace, sino en general por incidentes espectaculares y desagradables. En pocos d¨ªas sucedieron en Bellaterra una serie encadenada de disparates que no benefician ni a la convivencia social ni a la confianza que los ciudadanos deben depositar en las instituciones universitarias. La universidad en que sucedieron estos hechos encabeza, junto con su hom¨®loga madrile?a y desde hace muchos a?os, el ranking de universidades espa?olas en cuanto a actividad investigadora y ocupa tambi¨¦n, en este aspecto, uno de los primeros lugares de Europa. Todo ello es desconocido, desgraciadamente, porque no se explica, y s¨ª aparecen, en cambio, noticias como las que pasamos a comentar. El primer disparate no es, ciertamente, imputable a la universidad, sino que corri¨® a cargo de las autoridades gubernativas responsables de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. El ministro Mayor Oreja, en su intervenci¨®n parlamentaria relativa a estos hechos, describi¨® la responsabilidad de los mandos policiales catalanes con palabras aparentemente suaves pero que encierran una gran dureza: "Falta de previsi¨®n", dijo el ministro. Para una polic¨ªa no puede haber mayor demostraci¨®n de incompetencia: los llamados servicios del orden no est¨¢n para reprimir, sino para prevenir. Que s¨®lo 200 o 300 estudiantes obliguen a la polic¨ªa a realizar cargas violentas y disparar balas de goma es un grave error de previsi¨®n ante un acto previamente anunciado. La culpa no es de los polic¨ªas actuantes en el campus, sino de quienes se encargaron de preparar y planificar la visita del presidente del Gobierno. Quiz¨¢ la delegada del Gobierno no debe dimitir, pero debe encontrar, en todo caso, un responsable de tal imprevisi¨®n entre sus subordinados porque lo que es indudable es que ah¨ª alguien fall¨®. Y en pol¨ªtica los fallos, sobre todo cuando son tan a la vista del p¨²blico, se pagan. Pero los errores de las autoridades gubernativas no acaban ah¨ª. En las horas y d¨ªas siguientes, como contestaci¨®n a las protestas por lo sucedido en el campus, los responsables gubernativos -tanto los locales como el ministro del Interior en el Congreso- criminalizaron, sin justificaci¨®n alguna y de forma generalizada, a independentistas, okupas y radicales. Si una persona concreta ha cometido un delito, se le debe perseguir y castigar; pero cualquier acusaci¨®n gen¨¦rica contra un colectivo de personas, con el ¨²nico argumento en contra de tener unas determinadas ideas, es un atentado al concepto democr¨¢tico de libertad y entra en contradicci¨®n absoluta con los principios de nuestro Estado constitucional de derecho. Pero la segunda parte de este disparatado asunto lo ofrece el claustro de la Universidad Aut¨®noma el lunes siguiente, claustro que preside el rector de la universidad y que est¨¢ compuesto a partes desiguales por profesores, alumnos y personal administrativo y de servicios. Si lo primero desprestigiaba a la polic¨ªa, esto segundo desprestigia a una instituci¨®n p¨²blica que es ante todo un lugar de libertad y de raz¨®n, los dos grandes valores del mundo contempor¨¢neo. Y ambas -libertad y raz¨®n- salieron malparadas de este desgraciado claustro. Los claustrales no pudieron expresarse con libertad porque las condiciones de la reuni¨®n no ofrec¨ªan las m¨ªnimas garant¨ªas para tal cometido: la precipitada convocatoria de fin de semana dificult¨® la asistencia de muchos de sus miembros, las votaciones se realizaron a mano alzada, el recinto se dej¨® ocupar por estudiantes no pertenecientes al claustro que ejerc¨ªan una coacci¨®n continua, mediante gritos y abucheos, sobre quienes no opinaban como ellos. Las condiciones para exponer argumentos y contraargumentos ante unas complejas propuestas de votaci¨®n brillaron ciertamente por su ausencia. Todo ello, ante la mirada complaciente y quiz¨¢ c¨®mplice de una presidencia d¨¦bil y demag¨®gica que, en lugar de amparar a las minor¨ªas y garantizar una libertad sin coacciones, s¨®lo teme a los que m¨¢s gritan. Pero tambi¨¦n el claustro constituy¨® un atentado a la raz¨®n y al conocimiento, por parad¨®jico que parezca dado el lugar donde se realizaban los hechos. En este sentido, las resoluciones del claustro son impropias de un espacio dedicado, al menos te¨®ricamente, al saber y al pensar. El declarar persona non grata a alguien -aun sin tener, en derecho interno, valor jur¨ªdico alguno, sino simplemente siendo la expresi¨®n de un mero rechazo moral- es algo que debe hacerse en casos extremos, en los que se quiere llegar hasta el l¨ªmite, ya que en s¨ª misma tal declaraci¨®n expresa un alto grado de intolerancia: todas las personas deben, en principio, poder ser recibidas en un campus universitario, que es un espacio libre especialmente dedicado al di¨¢logo y a la controversia. Pedir la dimisi¨®n de los responsables de la carga policial del jueves anterior e incluso personalizarla en la delegada del Gobierno como m¨¢s alta responsable de las fuerzas policiales es algo que entra dentro de lo razonable. Declararla persona non grata es algo totalmente desproporcionado. Ahora bien, otorgar la misma categor¨ªa de persona non grata al presidente del Gobierno y a las fuerzas de polic¨ªa es ya un desprop¨®sito de tal magnitud que atenta a los fundamentos de una m¨ªnima razonabilidad. Porque, ?qu¨¦ tiene que ver con lo sucedido el presidente del Gobierno? ?No constituye todo ello la simple utilizaci¨®n del te¨®rico ¨®rgano m¨¢ximo de la universidad para expresar un rechazo pol¨ªtico puramente partidista sin ninguna conexi¨®n con los hechos? ?C¨®mo se puede mostrar tanta ligereza en tomar una resoluci¨®n como ¨¦sta respecto a una persona que ha sido votada por cientos de miles de catalanes y millones de espa?oles? ?Tambi¨¦n se declarar¨¢, con este antecedente, persona non grata al presidente de la Generalitat, sea quien sea, cuando los Mossos d"Esquadra realicen actos semejantes en cualquier campus universitario? Y respecto a la polic¨ªa, ?es razonable que por los desmanes y errores de unos pocos polic¨ªas mal dirigidos la culpa se haga recaer en todo ese cuerpo de seguridad? ?Se opondr¨¢, a partir de ahora, el rector de la universidad a que cualquier polic¨ªa entre en el campus, ya que a ello le obliga moralmente la resoluci¨®n de declararlos personas non gratas? Todo ello es, simplemente, disparatado, sin que tenga espacio para contar otros detalles, como es la ignorancia jur¨ªdica que supone haber tomado un acuerdo que faculta al rector para plantear una extravagante e imposible consulta al Tribunal Constitucional. La dignidad de la universidad est¨¢ basada en preservar su condici¨®n de lugar dedicado a la b¨²squeda de la verdad de acuerdo con m¨¦todos basados en la raz¨®n, el conocimiento y la libre opini¨®n. Cuando todo ello falla -y todo ello ha fallado- se llega al rid¨ªculo. Y como creo que dec¨ªa Tarradellas, en pol¨ªtica -y en la vida, a?adir¨ªa yo- se puede hacer todo menos el rid¨ªculo. A ¨¦l lleg¨®, sin embargo, el lunes pasado el claustro de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de la UAB.
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