Estella: del error al mito
El proyecto del PNV de reescenificar pr¨®ximamente la Asamblea de ayuntamientos vasco-navarros reunida en el Teatro Estell¨¦s el 14 de junio de 1931, es una muestra del influjo de la historia en la pol¨ªtica vasca actual. Desde la firma del Pacto de Lizarra en septiembre pasado, la pol¨ªtica vasca gira en torno al nombre de esta ciudad navarra, hasta el punto de que se ha llamado al nuevo Gabinete de Ibarretxe "el Gobierno de Lizarra". En la historia contempor¨¢nea, el nombre de Estella va asociado a las guerras civiles del siglo XIX, en las cuales fue la ciudad santa del carlismo, y a dicha Asamblea de 1931, donde los concejales peneuvistas, carlistas y cat¨®licos independientes aprobaron el pol¨¦mico Estatuto de Estella. No hay duda de que, en la elecci¨®n de Estella/Lizarra para firmar el reciente pacto, se han tenido muy en cuenta tales antecedentes hist¨®ricos, junto con el inter¨¦s de las fuerzas nacionalistas vascas por ubicarlo en Navarra como forma de reivindicar la integraci¨®n de la Comunidad Foral en la futura Euskal Herria (al igual que en el caso del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s; de ah¨ª que los abertzales lo denominen "Acuerdo de Lizarra-Garazi" por haber celebrado su segunda reuni¨®n en Saint Jean-Pied-de-Port, Donibane-Garazi en euskera).Por ello, tiene sentido recordar aqu¨ª y ahora el significado hist¨®rico de la Asamblea y del Estatuto de Estella dentro de la cuesti¨®n vasca en la II Rep¨²blica, muy bien estudiada por la nueva historiograf¨ªa. Como es sabido, la Rep¨²blica espa?ola fue proclamada en primer lugar por el Ayuntamiento de Eibar al amanecer del d¨ªa 14 de abril de 1931. Menos conocido es que esa misma tarde el nuevo alcalde de Getxo, Jos¨¦ Antonio Aguirre, proclam¨® "la Rep¨²blica vasca vinculada en federaci¨®n con la Rep¨²blica espa?ola", imitando la actuaci¨®n de Francesc Maci¨¤ en Barcelona unas horas antes. Si la "Rep¨²blica catalana" fue ef¨ªmera y se transform¨® tres d¨ªas despu¨¦s en la Generalitat de Catalu?a, la Rep¨²blica vasca no tuvo existencia real y no dio lugar a la formaci¨®n de un Gobierno vasco provisional.
Sin embargo, el gesto simb¨®lico de Aguirre fue el pistoletazo de salida de un movimiento de alcaldes, liderado por el PNV, que culmin¨®, justo dos meses m¨¢s tarde, en la Asamblea de Estella. El objetivo de ese movimiento era elaborar un proyecto de Estatuto de autonom¨ªa para el Pa¨ªs Vasco. El apoyo del carlismo permiti¨® incluir en ¨¦l a Navarra, donde el nacionalismo era muy d¨¦bil. Pero a ese movimiento no se sumaron las izquierdas vascas (republicanos, socialistas y Acci¨®n Nacionalista), que controlaban los ayuntamientos de las cuatro capitales, los n¨²cleos industriales de Vizcaya y Guip¨²zcoa, la Rioja alavesa y la Ribera navarra. Por eso, aunque a Estella acudieron m¨¢s de tres cuartas partes de los municipios vasco-navarros, los asistentes no representaban m¨¢s que la mitad de la poblaci¨®n de las cuatro provincias.
As¨ª pues, la Asamblea de Estella no s¨®lo careci¨® de unanimidad, sino que dividi¨® al Pa¨ªs Vasco en dos bloques antag¨®nicos, que se enfrentaron dos semanas despu¨¦s en las elecciones a Cortes Constituyentes: el Bloque cat¨®lico compuesto por el PNV y la Comuni¨®n Tradicionalista, con el Estatuto de Estella como programa electoral, frente al Bloque republicano-socialista y ANV, que propugnaba un Estatuto liberal y no clerical. Las derechas ganaron las elecciones en Vasconia (con 15 diputados, entre ellos los carlistas Oriol y el conde de Rodezno, futuro ministro de Franco), pero las izquierdas obtuvieron un buen resultado (9 diputados y el 44% de los sufragios) y vencieron en la circunscripci¨®n de Bilbao y en las localidades antes mencionadas.
El texto de Estella establec¨ªa un Estado vasco confederal con grandes competencias, incluida la de celebrar un Concordato con el Vaticano, pero adolec¨ªa de graves defectos desde un punto de vista democr¨¢tico: su intenso car¨¢cter partidista, la discriminaci¨®n pol¨ªtica de los inmigrantes (privados del derecho de voto si no llevaban 10 a?os de residencia en Euskadi), la elecci¨®n de las instituciones no por sufragio universal, sino indirecto, su no ratificaci¨®n en refer¨¦ndum popular, etc¨¦tera. Adem¨¢s, era un proyecto muy foralista o provincialista, en detrimento de los organismos auton¨®micos, y no permit¨ªa una aut¨¦ntica separaci¨®n de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo vascos.
La esencia del Estatuto de Estella, as¨ª como el cimiento de la coalici¨®n del PNV con el carlismo, fue la cl¨¢usula del Concordato vasco; esto es, el intento de convertir Euskadi en un oasis cat¨®lico, en el cual no pudiese aplicarse la legislaci¨®n laica de la Rep¨²blica, o "un Gibraltar vaticanista", en palabras del l¨ªder socialista Indalecio Prieto, diputado por Bilbao y ministro de la Rep¨²blica, quien contribuy¨® a su fracaso parlamentario. En septiembre de 1931, el Estatuto de Estella naufrag¨® por completo en las Cortes Constituyentes, de amplia mayor¨ªa de izquierdas, por su flagrante inconstitucionalidad y por ser clerical y antirrepublicano.
A finales de ese a?o, el PNV abandon¨® definitivamente el camino de Estella por inviable y acept¨® la v¨ªa abierta por la Constituci¨®n de 1931 hacia la autonom¨ªa, que culmin¨® con el Estatuto de 1936, fruto del pacto del PNV con el Frente Popular, iniciada ya la Guerra Civil. Su retraso obedeci¨® al rechazo del nuevo proyecto de Estatuto en Navarra, que se retir¨®, y a su paralizaci¨®n por la cuesti¨®n de ?lava, factores debidos en gran medida a la oposici¨®n del carlismo, al cual ya no interesaba una autonom¨ªa que hab¨ªa dejado de ser un arma para combatir la Rep¨²blica laica y democr¨¢tica.
En alg¨²n libro me he referido al error de Estella del PNV en 1931, error doble tanto por empe?arse en aprobar un Estatuto claramente opuesto al r¨¦gimen republicano, como por aliarse en la Asamblea de Estella y en los comicios constituyentes con el carlismo, enemigo ac¨¦rrimo de la Rep¨²blica. Si por causa de dicho error el Pa¨ªs Vasco no consigui¨® su autonom¨ªa en 1932 como Catalu?a, al menos los diputados nacionalistas Aguirre e Irujo rectificaron pronto la equivocada estrategia emprendida. A?os despu¨¦s, la nueva v¨ªa auton¨®mica, m¨¢s democr¨¢tica y realista, llev¨® al PNV a la defensa armada de la Rep¨²blica en la Guerra Civil y a la lucha contra sus aliados de 1931, los carlistas, que se sumaron masivamente a la sublevaci¨®n militar de julio de 1936 y aniquilaron la ef¨ªmera Euskadi aut¨®noma del primer Gobierno vasco con la conquista de Bilbao por los requet¨¦s navarros en junio de 1937.
Cuatro decenios m¨¢s tarde, tras el final de la dictadura franquista, los viejos pol¨ªticos supervivientes de la generaci¨®n del 36 y los j¨®venes dirigentes del PNV en la transici¨®n tuvieron muy en cuenta los errores cometidos en los a?os treinta (otro grave error fue su ausencia del Pacto de San Sebasti¨¢n, donde se gest¨® la Rep¨²blica espa?ola y la autonom¨ªa catalana), para no repetirlos y as¨ª aprobar pronto el Estatuto de Gernika, muy superior al de 1936.
En la actualidad, al cabo de dos d¨¦cadas de autogobierno vasco, siempre hegemonizado por el PNV, ha llegado al poder una nueva generaci¨®n nacionalista, que no protagoniz¨® la transici¨®n ni tuvo el referente hist¨®rico de la Rep¨²blica y la guerra civil. Dicha generaci¨®n desconoce la historia, cuando no la mitifica, y aspira a rehacerla, convirtiendo en tabula rasa el r¨¦gimen auton¨®mico vigente y destejiendo, como Pen¨¦lope, mucho de lo que se ha tejido en Euskadi en los ¨²ltimos 20 a?os. El nuevo vestido, que sustituya al de Gernika, lo quiere dise?ar en Estella convocando una nueva asamblea de municipios vascos, que incluya tambi¨¦n a los navarros y a los vascofranceses, y postergando las instituciones auton¨®micas y forales elegidas democr¨¢ticamente, a diferencia de 1931, cuando eran los ayuntamientos los ¨²nicos organismos electos. Para legitimar su nuevo proyecto, los pol¨ªticos nacionalistas recurren ahora a la historia y quieren representar, otra vez en un teatro, la vieja funci¨®n de la Asamblea de Estella, transformada en un mito por el nacionalismo al haber incluido a Navarra, "el Ulster vasco", seg¨²n Manuel Irujo, ministro de la Rep¨²blica. Por desgracia, ya no vive este destacado dirigente del PNV, estell¨¦s por cierto, ni tampoco ning¨²n l¨ªder vasco de la ¨¦poca, para advertir a los actuales pol¨ªticos del PNV que aquella experiencia de Estella (autonomista y no independentista) fue un fracaso absoluto, que bipolariz¨® la sociedad vasca y perjudic¨® el logro del Estatuto, y que constituy¨® un grave error del PNV su alianza por el carlismo, un partido antisistema y antidemocr¨¢tico, enfrentado violentamente con el Estado republicano espa?ol. En esto ¨²ltimo s¨ª cabe establecer un paralelismo hist¨®rico con el radicalismo abertzale, que comparte esos mismos rasgos caracter¨ªsticos y ha mitificado las guerras carlistas como guerras de liberaci¨®n nacional, y al general carlista Zumalac¨¢rregui, como un caudillo independentista vasco avant la lettre. No en vano bastantes abertzales de nuestros d¨ªas tuvieron padres o abuelos requet¨¦s en la guerra civil, algunos de los cuales ocuparon Gernika tras su destrucci¨®n en abril de 1937.
Puestos a comparar s¨ªmbolos hist¨®ricos, Gernika, s¨ªmbolo por excelencia de las libertades forales y auton¨®micas vascas y de la guerra universal contra el fascismo y la barbarie, tiene un alcance muy superior al s¨ªmbolo carlo-nacionalista y clerical de Estella, por mucho que ahora lo rebautice de Lizarra el mundo abertzale. Algunos pol¨ªticos nacionalistas pretenden construir el futuro del Pa¨ªs Vasco mediante la tergiversaci¨®n de su propia historia, poniendo en pr¨¢ctica la afirmaci¨®n de Orwell: "Quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado". Como historiadores, tenemos la obligaci¨®n de poner de manifiesto tal manipulaci¨®n. Y como ciudadanos, nos queda al menos la esperanza de que esta vez la historia no se repita como tragedia, sino s¨®lo como farsa.
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