El se?or de la pajarita
Un d¨ªa de un a?o, desde el que han transcurrido ya m¨¢s de cuarenta, lleg¨® a casa en busca de mi padre. Lo hizo despotricando, aunque de forma extremadamente educada, porque iban a una cena de gala, y a ¨¦l no le gustaba ponerse el esmoquin. Le estrech¨¦ la mano, le trat¨¦ de usted, como hac¨ªan antes los j¨®venes con las personas adultas, y le dije que le¨ªa con frecuencia sus cr¨ªticas de teatro. Fue la primera vez en mi vida que habl¨¦ con ¨¦l y me acuerdo de ello con absoluta nitidez, aun si por entonces todav¨ªa no era el escritor consagrado en que luego se convirti¨®, porque me sorprendi¨® su irritaci¨®n sarc¨¢stica contra la corbata de pajarita, cuando a m¨ª me parec¨ªa que Gonzalo Torrente Ballester ten¨ªa un f¨ªsico al que le sentaba especialmente bien aquella prenda. De manera que su figura, y su obra, pertenecen al acervo de mis recuerdos m¨¢s tempranos. Le tuve, luego, como maestro, en unos cursos de periodismo organizados por alguna instituci¨®n oficial de la ¨¦poca -no recuerdo ahora si era el SEU, el sindicato obligatorio universitario-, y como colaborador asiduo en Informaciones -donde durante a?os nos regal¨® los Cuadernos de la Romana- y, de forma m¨¢s ocasional, en EL PA?S. Su salud, minada seriamente en los ¨²ltimos a?os, le imped¨ªa acudir con frecuencia a las sesiones de la Real Academia Espa?ola, pero su sentido del compa?erismo y de la amistad le empujaban a hacerlo, aunque ello demandara un extraordinario esfuerzo, en las ocasiones solemnes de recepci¨®n de nuevos miembros.Dado su abrumador talento, fue un hombre excesivo y prol¨ªfico en casi todo. Aunque la cr¨ªtica le descubri¨® muy pronto y le reconoci¨® enseguida, la fama le lleg¨® en la madurez tard¨ªa, gracias a la televisi¨®n, y eso es otra cosa que debemos agradecerle. Fue uno de los grandes escritores -como Garc¨ªa M¨¢rquez, como Carlos Fuentes, como Octavio Paz- que entendieron que los medios audiovisuales de masas no tienen por qu¨¦ ser, necesariamente, enemigos de la calidad art¨ªstica. La serie de televisi¨®n sobre Los gozos y las sombras es el mejor testimonio de ello. Para quienes, durante a?os, venimos clamando por la necesidad de que los intelectuales y artistas se acerquen a las nuevas tecnolog¨ªas y ocupen un espacio tantas veces usurpado por creadores mediocres, el ejemplo de Gonzalo Torrente Ballester resulta proverbial. Y es una prueba de que, en el mundo de la literatura, cantidad y calidad no tienen por qu¨¦ estar, necesariamente, re?idas.
Por lo dem¨¢s, la biograf¨ªa de Torrente est¨¢ ligada, de forma inevitable, a la experiencia de la guerra civil, pero es muy importante su contribuci¨®n a la cultura de la democracia y a la geograf¨ªa espiritual de nuestra reciente transici¨®n pol¨ªtica. Las generaciones de hoy le deben mucho. Al periodista, al escritor, al hombre.
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