Sacar partido al euro
Europa ha emprendido una de las empresas m¨¢s ambiciosas de su historia: la creaci¨®n de una moneda ¨²nica. El euro se considera desde ya un gran s¨ªmbolo de la identidad europea. Ha permitido poner en pr¨¢ctica un nuevo marco de estabilidad y de cooperaci¨®n en Europa. Nos da nuevos medios para fomentar el crecimiento econ¨®mico y el empleo, afrontar los retos de la globalizaci¨®n y contribuir a la estabilidad financiera y al desarrollo en el mundo.Pero no pensemos que es un regalo ca¨ªdo del cielo: no disfrutaremos de sus ventajas a menos que seamos capaces de sacar el m¨¢ximo partido a este nuevo instrumento. Para ello debemos hacer cada uno lo que le corresponde a nivel nacional, mejorar la calidad de la coordinaci¨®n europea y asumir juntos las nuevas responsabilidades que comporta una nueva moneda internacional. Todo esto ha sido posible porque, durante la fase de preparaci¨®n para la Uni¨®n Monetaria Europea, nuestras econom¨ªas han alcanzado un nivel de convergencia sin precedentes, con precios bajos y estables y unas finanzas p¨²blicas saneadas. Pero el ¨¦xito no debe hacer que bajemos la guardia; por el contrario, debemos apoyarnos en ¨¦l para enfrentarnos a los retos del futuro.
Adem¨¢s, se ha producido lo que podr¨ªamos llamar una nueva convergencia filos¨®fica.
Los socialdem¨®cratas gobiernan en 13 de los 15 Estados miembros de la UE. Todos han aprendido de los errores cometidos en el pasado y est¨¢n de acuerdo con las l¨ªneas generales de un programa para el crecimiento y el empleo. Todos consideran que los mercados son poderosos instrumentos de creaci¨®n de riqueza, pero, no obstante, piensan que son instituciones imperfectas y que los Gobiernos tienen una responsabilidad fundamental en la correcci¨®n de sus disfunciones. Todos est¨¢n de acuerdo en la necesidad de mantener la estabilidad de los precios y la salud de las finanzas p¨²blicas, pero piensan que la b¨²squeda de la estabilidad no debe servir de pretexto a los Gobiernos y a los bancos centrales para descuidar su papel en la gesti¨®n del ciclo econ¨®mico. Por ¨²ltimo, todos opinan que es necesario hacer reformas econ¨®micas para mejorar el potencial de crecimiento de Europa y crear empleos, pero est¨¢n empe?ados en alcanzar este objetivo a trav¨¦s del di¨¢logo social y de un reparto equitativo de la carga que ello supone.
Mientras haya en Europa 18 millones de personas que buscan trabajo, no cabe duda de que debemos dedicar todos nuestros esfuerzos a erradicar el desempleo. En cuatro ¨¢mbitos:
- En el ¨¢mbito empresarial, a trav¨¦s de un di¨¢logo entre los asalariados y los patronos, cuyo objetivo sea el empleo.
- En el nacional, a trav¨¦s de medidas que estimulen a las empresas a crear puestos de trabajo y que animen a los asalariados a formarse y a buscar trabajo de forma activa, y as¨ª crear las condiciones para un crecimiento que cree empleo.
- En el europeo, poniendo en marcha un marco macroecon¨®mico orientado hacia el crecimiento y utilizando lo mejor posible las "l¨ªneas directrices para el empleo" que hemos definido.
- En el internacional, apoy¨¢ndose en el euro para cooperar con nuestros socios del G-7 con el fin de estabilizar la econom¨ªa mundial en momentos de crisis.
Todav¨ªa hay debates, en la retaguardia, entre los defensores de reformas estructurales y partidarios de la reactivaci¨®n macroecon¨®mica. Lo ¨²nico que hacen estas discusiones es desviarnos de nuestra tarea, porque, para luchar con ¨¦xito contra el desempleo, es conveniente seguir una estrategia en dos planos:
- Necesitamos una serie adecuada de medidas macroecon¨®micas para sostener un crecimiento econ¨®mico no inflacionista y mantener un clima de paz social. Esto exige encontrar la combinaci¨®n apropiada entre la evoluci¨®n de los salarios y de los ingresos, la pol¨ªtica monetaria y el ritmo de saneamiento de las finanzas p¨²blicas. Si los costes salariales medios progresan al mismo ritmo que la productividad global, los costes unitarios de mano de obra siguen estables y no se aprecian presiones inflacionistas sobre los costes. La pol¨ªtica econ¨®mica debe ser, pues, neutra; es decir, el Banco Central no tiene necesidad de aplicar medidas restrictivas para luchar contra la inflaci¨®n (y si los costes unitarios de mano de obra caen, como ha ocurrido recientemente, hay que bajar los tipos de inter¨¦s para evitar la deflaci¨®n). Como ministros de Hacienda, nuestra responsabilidad es controlar los gastos con el fin de sanear las finanzas p¨²blicas, pero nuestros ingresos dependen del crecimiento econ¨®mico y el servicio de la deuda guarda relaci¨®n con los tipos de inter¨¦s. S¨®lo si los tres componentes de este juego socioecon¨®mico se comportan de forma coherente podremos tener la esperanza de resolver el problema del paro en Europa.
- Tambi¨¦n son necesarias reformas econ¨®micas para mejorar el funcionamiento de los mercados de bienes, de servicios y de capitales. Los que crean empresas se topan con demasiada frecuencia con obst¨¢culos administrativos, con normativas anticuadas o con mercados insuficientemente desarrollados. Los mercados de capitales se han convertido en el terreno de juego de los "actores globales", pero, con demasiada frecuencia, los j¨®venes empresarios que desean crear una empresa innovadora pero arriesgada no consiguen encontrar los fondos necesarios. Una serie de reformas estructurales adecuadas pueden mejorar el potencial de crecimiento en Europa. De todas formas, debemos asegurarnos de que estas reformas impliquen m¨¢s solidaridad entre los grupos sociales y los espacios regionales. La insistencia obsesiva de los neoliberales en el mal funcionamiento de los mercados laborales ha contribuido m¨¢s al bloqueo de las reformas que a la creaci¨®n de empleo. Nosotros estamos convencidos de que el modelo social europeo es una baza a nuestro favor, y no una desventaja. Hay que situar en este contexto nuestros programas plurianuales de finanzas p¨²blicas, que acaban de ser publicados. No los concebimos como obligaciones, sino como elementos esenciales para la coordinaci¨®n de las pol¨ªticas europeas, que hacen la pol¨ªtica presupuestaria m¨¢s transparente y m¨¢s previsible. Hay que tener en cuenta tres mensajes contenidos en estos programas:
- Vamos a financiar nuestras prioridades en pol¨ªtica econ¨®mica manteniendo la subida del gasto p¨²blico claramente por debajo del crecimiento potencial de la producci¨®n, creando as¨ª las condiciones para futuras bajadas de impuestos, favorables al crecimiento.
- Nos marcamos como objetivo una reducci¨®n importante de los d¨¦ficit p¨²blicos, con el fin de que el Estado no se vea asfixiado por el crecimiento irresponsable de la deuda p¨²blica.
- En la puesta en pr¨¢ctica de estos programas dejaremos actuar a los estabilizadores autom¨¢ticos con el fin de atenuar la incidencia del ciclo coyuntural. Nuestra estrategia com¨²n se aparta tanto de la pol¨ªtica de financiaci¨®n por el d¨¦ficit, que los analistas siguen asociando demasiado a menudo con las pol¨ªticas socialistas y socialdem¨®cratas, como del seguimiento estrecho de los objetivos en materia de finanzas
p¨²blicas que caracterizaba a las pol¨ªticas econ¨®micas de nuestros predecesores. Al insistir en los objetivos de rigor en el gasto, y no en los del d¨¦ficit, queremos hacer posible la necesaria reducci¨®n de los d¨¦ficit, pero tambi¨¦n queremos que la pol¨ªtica presupuestaria desempe?e su papel natural de estabilizadora de la econom¨ªa.Hay en ello mensajes que enviamos al sector privado, al Banco Central Europeo y a nuestros socios, que consideramos tambi¨¦n como las piezas maestras de un nuevo dispositivo de coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas dentro de la zona euro. Es evidente que, a medio plazo, estos programas no nos ahorrar¨¢n una evaluaci¨®n conjunta de la situaci¨®n actual ni un di¨¢logo sobre las respuestas pol¨ªticas que se pueden dar. Asimismo es conveniente utilizar la Europa de los 11 como instancia de coordinaci¨®n y de di¨¢logo con el BCE.
Tambi¨¦n conviene coordinar las pol¨ªticas fiscales en Europa con el fin de dar dinamismo a la econom¨ªa y la justicia. Nuestro objetivo no es ni uniformizar los sistemas fiscales nacionales ni abandonar el principio de soberan¨ªa de los Estados en materia de pol¨ªtica fiscal. De todas formas, es inaceptable que ciertos factores de producci¨®n (como el trabajo) est¨¦n gravados en exceso para compensar la movilidad extrema de otros factores (el capital), que los Gobiernos europeos no puedan hacer frente a sus responsabilidades porque compiten entre s¨ª para bajar los impuestos o que los poderes p¨²blicos pierdan decenas de miles de millones de euros por culpa de las lagunas en la pol¨ªtica fiscal internacional.
Nos hemos propuesto resolver estos problemas por la v¨ªa indirecta de las reformas fiscales, reduciendo los costes salariales indirectos, sobre todo los correspondientes a la mano de obra poco cualificada. Hemos empezado a utilizar el arma de la pol¨ªtica fiscal para proteger el medio ambiente y superar los desequilibrios ecol¨®gicos. Pero debemos ponernos de acuerdo sobre un gravamen m¨ªnimo de los ingresos del capital, proseguir con la aproximaci¨®n de los impuestos de sociedades y resolver juntos el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero. A m¨¢s largo plazo, tambi¨¦n es conveniente que la Europa ampliada mantenga su capacidad de actuar en caso de bloqueo. Con los progresos de la integraci¨®n europea, es natural que cada vez se tomen m¨¢s decisiones por mayor¨ªa cualificada, especialmente en lo que respecta a ciertas cuestiones fiscales. Las recientes ondas de choque procedentes de Asia y de Rusia han demostrado hasta qu¨¦ punto todos somos vulnerables en una econom¨ªa globalizada. Sea cual sea la parte del mundo en que se produzcan, las turbulencias pueden influir en el crecimiento europeo. Hay que replantear la arquitectura de las relaciones internacionales para reforzar las obligaciones de las instituciones financieras sobre transporte y difusi¨®n de datos, para fomentar una liberalizaci¨®n prudente de los movimientos de capitales, para aumentar la responsabilidad pol¨ªtica del FMI y para mejorar su gobernabilidad reforzando su comit¨¦ interino y haci¨¦ndole m¨¢s leg¨ªtimo desde el punto de vista pol¨ªtico y, por ¨²ltimo, para involucrar al sector privado en la soluci¨®n de las crisis.
Adem¨¢s es necesario que Europa se exprese con una sola voz ante el mundo. El reciente acuerdo sobre la representaci¨®n exterior de la zona euro es un avance importante, pero hay que ir m¨¢s lejos y reflexionar sobre el mejor modo de organizar nuestra representaci¨®n en los foros internacionales.
Tambi¨¦n necesitamos un nuevo di¨¢logo transatl¨¢ntico. En lo sucesivo, el euro y el d¨®lar ser¨¢n las divisas de referencia de la gran mayor¨ªa de las transacciones financieras mundiales. Por eso, las evoluciones de los tipos de cambio d¨®lar-euro van a dominar el escenario econ¨®mico mundial. Hay que vigilar que este binomio no se convierta en una fuente de inestabilidad, tanto m¨¢s cuanto que la introducci¨®n de la nueva moneda puede dar lugar a reestructuraciones de carteras. Para protegernos proponemos:
- Vigilar la evoluci¨®n de los tipos de cambio en la Europa de los 11 y hacer un an¨¢lisis com¨²n. A continuaci¨®n debemos ser capaces de dar a conocer esta postura a los mercados y, si es necesario, recurrir a las disposiciones del tratado que posibilitan la definici¨®n de orientaciones generales de pol¨ªtica de cambio. Esto es especialmente importante en el contexto de la introducci¨®n del euro: los operadores de los mercados deben saber que no ser¨ªamos favorables a una apreciaci¨®n excesiva del euro.
- Los socios de la Europa de los 11 y el BCE deben cooperar y poner en pr¨¢ctica una pol¨ªtica nacional coherente con la postura com¨²n adoptada. En el momento de fijar los objetivos de esta pol¨ªtica nacional convendr¨¢ tener en cuenta la necesidad de evitar una inestabilidad excesiva de los tipos de cambio. No hay raz¨®n para pensar que estos objetivos externos e internos sean contradictorios. En el contexto actual, la eliminaci¨®n de las diferencias de crecimiento entre Europa y EE UU contribuir¨ªa a paliar los desequilibrios actuales de las balanzas comerciales y, por ello, a evitar posibles distorsiones de cambio.
- Europa y Estados Unidos deben asumir sus responsabilidades comunes y decir claramente que no habr¨¢ un bening neglect. Esto implica un reforzamiento de su cooperaci¨®n en materia de pol¨ªtica econ¨®mica, sobre todo cuando se exponen a las mismas adversidades. Debemos buscar un consenso sobre las respuestas que hay que dar a la evoluci¨®n econ¨®mica mundial con el fin de estabilizar las anticipaciones de los mercados financieros; esto, a cambio, favorecer¨¢ una mayor estabilidad del tipo de cambio entre el d¨®lar y el euro.
- Por ¨²ltimo, tenemos que actuar de forma conjunta en la adopci¨®n de reg¨ªmenes de cambio con los pa¨ªses emergentes de Asia, Latinoam¨¦rica y Europa central y del este que tengan la flexibilidad y la disciplina necesarias para su desarrollo. En este marco, la Uni¨®n Europea debe reforzar su cooperaci¨®n monetaria con los nuevos pa¨ªses candidatos a la adhesi¨®n. Europa se encuentra en un momento decisivo y el euro es un instrumento en nuestras manos para responder a los problemas de los europeos. Juntos podemos lograrlo.
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