El hombre nuevo
En los a?os sesenta, la juventud universitaria se dej¨® encandilar por el mito del "hombre nuevo" que crear¨ªa el socialismo. Un hombre solidario que, superado el ego¨ªsmo en una entrega total al otro, no cesar¨ªa en la lucha por la justicia hasta que arraigase en el planeta una sociedad justa y libre, que da a cada cual seg¨²n las necesidades. Su profeta era Che Guevara y su realizaci¨®n habr¨ªa comenzado en una isla fascinante del Caribe. El ensayista argentino Ezequiel Mart¨ªnez Estrada lleg¨® a escribir que Utop¨ªa, la isla que describiera Tom¨¢s Moro, era nada menos que la Cuba revolucionaria, vista prof¨¦ticamente. El mundo decadente del imperialismo hablaba ingl¨¦s, pero espa?ol el "hombre nuevo" que empezaba a surgir con la realizaci¨®n de la utop¨ªa. La juventud del 68 no era consciente de que hab¨ªa actualizado la idea paulina del "hombre nuevo", por mucho que el esc¨¦ptico burgu¨¦s, bien acomodado en el bienestar material y en la filosof¨ªa anal¨ªtica, hiciese hincapi¨¦ como si ello implicase la mayor cr¨ªtica, en las fuentes cristianas del pensamiento revolucionario, tesis que, sin darse por ofendida, hizo suya la teolog¨ªa latinoamericana. El "hombre nuevo" en el que crey¨® la juventud revolucionaria se ha evaporado, al tiempo que los hombres del 68 han ido tomando el poder, desde Clinton a Cardoso. Tres puntales de la coalici¨®n rojoverde en Alemania, Schr?der, Fischer, Schilly, se distinguieron a comienzos de los setenta por sus ¨ªmpetus revolucionarios. Lo llamativo, y si se quiere hasta parad¨®jico, es que ahora que se ha desvanecido el sue?o del "hombre nuevo" haya empezado a cuajar uno muy real y por completo distinto del que hemos conocido desde tiempos inmemoriales. La revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica, el hecho de mayor enjundia de los que acontecen, est¨¢ originando este "hombre nuevo".
Viv¨ªamos en un mundo que sab¨ªamos cambiante, lo hemos descubierto hace relativamente poco, pero pod¨ªamos ir adecu¨¢ndonos a un ritmo acelerado de cambio, bien asentados en algunos puntos fijos: la pertenencia a un Estado-naci¨®n, que parec¨ªa inconmovible, unas relaciones familiares que nos proporcionaban buena parte de nuestra identidad y una profesi¨®n o un lugar de trabajo para toda la vida. La movilidad geogr¨¢fica era escasa; cuando se estaba obligado a emigrar, se part¨ªa sin retorno. La mayor parte de la gente vive a¨²n en el pa¨ªs o incluso en la ciudad en la que ha nacido, y todav¨ªa se mantiene, con peque?os ascensos o descensos, en el nivel social de que proviene. Es asombroso lo estables que son unas sociedades que se justifican en una pretendida igualdad de oportunidades.
Ahora, a la juventud escolar se le ense?a que para sobrevivir hay que estar dispuesto a cambiar de trabajo varias veces en la vida, lo que supone prepararse, no s¨®lo a ejercer una variedad de profesiones y oficios, sino tambi¨¦n a vivir en ciudades, y aun pa¨ªses y continentes distintos. Las inversiones lo son a corto plazo y las empresas no nacen con voluntad de perdurar. En mi juventud, el trabajo, el domicilio, las amistades y, por descontado, la familia nuclear, eran "para toda la vida".
Hoy nadie puede ya aspirar a encontrar un trabajo al lado de casa que dure toda la vida. Hacer carrera en una gran empresa supone la disposici¨®n a trasladarse a donde le manden. Ello implica la habilidad de abrirse a distintas culturas, dentro de la fidelidad a una misma cultura empresarial. La movilidad profesional y geogr¨¢fica que se pide a cada vez un mayor n¨²mero comporta cambios sustanciales en las relaciones entre los sexos, la organizaci¨®n familiar, las amistades, en fin, en todos y cada uno de los aspectos de la vida social. Las revoluciones de este siglo no hab¨ªan cuestionado el orden social de la manera radical que lo est¨¢ haciendo la revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica que inaugura el nuevo.
Las clases asalariadas se ven hoy confrontadas al tr¨¢gico dilema de mantener una lucha imposible por conservar el viejo Estado de bienestar, pagando tan necia pretensi¨®n con un paro creciente, o bien, marchar por una v¨ªa que incremente el empleo de la ¨²nica forma que los encargados de proporcionarlo, los empresarios, reputan posible, y ¨¦stos repiten hasta la saciedad que hay que ajustar el precio del trabajo a uno que sea internacionalmente competitivo. Desde la perspectiva de la empresa no habr¨ªa otra forma de crear empleo que abaratando el precio del trabajo. Y ello se consigue disminuyendo, por un lado, los costos a?adidos, desde los que implican el despido a los de la seguridad social, y, por otro, acoplando la jornada laboral a la demanda del mercado, de modo que queden eliminados tanto los tiempos muertos como aquellos que cuesten m¨¢s.
Para conseguir este doble objetivo, la ¨²nica f¨®rmula de la que se dispone consiste en desregular el trabajo, en castellano habr¨ªa que decir desreglar, desarreglar, pero se comprende que se prefiera un eufemismo de moda, flexibilizar, que implica desde eliminar al m¨¢ximo, si se pudiera, todos los costes del despido, hasta acomodar el tiempo de trabajo -jornada laboral, vacaciones- a las necesidades de la empresa. Si se flexibiliza la jornada laboral en un tiempo continuo de 24 horas y siete d¨ªas a la semana, se suprime el coste adicional de las horas extraordinarias. Principio b¨¢sico de la flexibilizaci¨®n es acoplar la jornada laboral a las necesidades de la empresa sin pagar costes adicionales.
En este contexto, es de gran inter¨¦s la experiencia habida en la f¨¢brica de la Volkswagen en Wolfsburg. Ante la amenaza de despedir a 15.000 trabajadores, los sindicatos aceptaron una reducci¨®n de la jornada a 32 horas semanales, eso s¨ª, con la consiguiente merma del salario: se asumi¨® al fin el principio de repartir el trabajo en vez de los despidos. El componente m¨¢s favorable de esta reforma para la empresa es que el reparto del trabajo se hace desde una gran flexibilidad de la jornada laboral: se han acordado, seg¨²n las tareas encomendadas, m¨¢s de 100 horarios distintos, cuatro d¨ªas de trabajo con jornadas de ocho horas, cinco d¨ªas de trabajo con jornadas m¨¢s cortas, bloques de varios d¨ªas libres y luego trabajo intensivo por otro bloque, periodos alternativos de trabajo m¨¢s o menos intensivo, seg¨²n la demanda, partiendo de una disponibilidad de siete d¨ªas durante 24 horas.
Esta variabilidad de la jornada laboral lleva consigo un tiempo libre distinto para cada trabajador, lo que ha transformado por completo la vida social de Wolfsburg, una ciudad surgida en torno a una f¨¢brica. Cuatro a?os es poco tiempo para valorar esta experiencia, pero ya es palmario que su efecto principal es difundir un mayor individualismo, con indudables ventajas, pero tambi¨¦n graves inconvenientes. Se resiente la vida familiar, al no coincidir los horarios de los c¨®nyuges, o separarlos de los de los hijos; al disponer de mucho tiempo libre de un tir¨®n, aumentan las tensiones y conflictos. El resultado es que sube el n¨²mero de divorcios, a la vez que decae la vida social. Con unos horarios individualizados, ya no se produce al final de cada turno el espect¨¢culo de la salida masiva de la f¨¢brica en direcci¨®n a la taberna para beber con los colegas la primera cerveza en libertad. Se han reducido muy notablemente las posibilidades de llevar una vida asociativa: no hay manera de encontrar a un grupo de personas con los mismos intereses y horarios para entrenar en un equipo de f¨²tbol o ensayar en un coro. No hace falta insistir en el rudo golpe que para iglesias, sindicatos, partidos pol¨ªticos y asociaciones de todo tipo ha supuesto esta jornada individualizada. De proseguir este proceso de flexibilizaci¨®n de la jornada laboral, en un futuro no demasiado lejano no se distinguir¨¢n los d¨ªas festivos de los laborables, ni el d¨ªa de la noche: cada vez m¨¢s tiendas y servicios estar¨¢n abiertos 24 horas todos los d¨ªas del a?o. Las vacaciones se tomar¨¢n seg¨²n el inter¨¦s individual o el de la empresa, con la ventaja a?adida de evitar que se concentren en unos pocos meses.
El "hombre nuevo" que corresponde a una sociedad capitalista plenamente desarrollada y que ha logrado eliminar todos los elementos residuales de sociedades anteriores, es uno completamente individualizado, si se quiere, atomizado, desprendido de cualquier grupo social. Sin el menor contacto personal, cada vez un mayor n¨²mero trabajar¨¢ solo, se comunicar¨¢ por Internet, y no tendr¨¢ otro horizonte que el que le muestren cientos de programas televisivos. El 53% de las "unidades familiares" en Berl¨ªn ya constan de una sola persona. El siglo XXI lleva todas las trazas de ser el de los singles.
Flexibilidad en la jornada laboral, flexibilidad para cambiar de oficio cuando nos quedemos sin trabajo, flexibilidad para cambiar de lugar de residencia cuando se cambie de dedicaci¨®n. Los puestos de trabajo fijos del sector p¨²blico ir¨¢n desapareciendo, junto con este sector, y en los pocos que queden se impondr¨¢n las mismas normas de competitividad que en el privado. ?Por qu¨¦ sostener a los profesores universitarios en puestos vitalicios, cuando est¨¢ comprobado que con el tiempo su productividad es decreciente? Se ascender¨¢ m¨¢s r¨¢pidamente, pero tambi¨¦n, al menor desfallecimiento habr¨¢ que abandonar las posiciones conquistadas a codazos. Sin duda que siempre se podr¨¢ caer en la red de protecci¨®n social establecida para todos aquellos que no sean capaces de mantenerse en forma y a flote.
Este "hombre nuevo", flexible al m¨¢ximo, centrado en s¨ª mismo, que se ha acostumbrado a vivir solo, con una malla de amistades y de relaciones, tambi¨¦n flexibles y cambiantes, nada tiene que ver con el tipo de hombre que ha creado la civilizaci¨®n occidental desde su alborada griega. Entre los muchos problemas no resueltos que plantea el "hombre nuevo" del capitalismo triunfante, el m¨¢s obvio es que no est¨¢ nada claro c¨®mo, eliminada la familia y emancipada la mujer, una vez que se integre en un mundo laboral con la movilidad horaria y geogr¨¢fica descritas, podr¨¢ reproducirse y educar a los hijos. Problema que surge justamente cuando la revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica est¨¢ transformando las formas biol¨®gicas de reproducci¨®n. Vincule el lector ambas cuestiones y deje v¨ªa libre a la fantas¨ªa, seguro que se pone a temblar.
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