Arthur Miller: "Es casi imposible que surja una obra seria en Broadway"
Willy Loman empez¨® siendo peque?o. "Esa era mi idea inicial, que Willy deb¨ªa ser menudo y su mujer ten¨ªa que ser muy grande", explica Arthur Miller al recordar el estreno de La muerte de un viajante, hace 50 a?os. "De modo que intentamos asignar el papel a todos los actores menudos que hab¨ªa, pero pronto nos dimos cuenta de que era un personaje de gran tama?o, que exig¨ªa a alguien de peso, de gran tama?o y presencia. Era como si el concepto que ten¨ªamos de ¨¦l hubiera empezado a crecer en cuanto lo colocamos sobre el escenario".
Willy vuelve ahora en Brian Dennehy, cuya mole abatida parece llenar la puerta de su casa cuando aparece por primera vez, con sus bolsas de muestrarios en la mano, en la nueva producci¨®n de la obra, que empez¨® sus funciones de preestreno en Broadway hace dos semanas; el estreno est¨¢ previsto para el 10 de febrero, fecha en la que se cumplen 50 a?os del primer montaje en el Morosco Theater, dirigido por Elia Kazan y protagonizado por Lee J. Cobb. Sin embargo, cuando Miller, que ten¨ªa 33 a?os en el momento en el que se estren¨® la obra, en 1949, reflexiona sobre su creaci¨®n m¨¢s conocida, lo hace con un deje agridulce. Con los a?os, Willy Loman ha crecido todav¨ªa m¨¢s que los actores que lo han interpretado, y se ha convertido en una de las obras m¨¢s famosas de la imaginaci¨®n norteamericana.
Lo que preocupa a Miller es si alguna vez volver¨¢ a haber un dramaturgo capaz de trasladar un personaje desde el escenario hasta el mismo coraz¨®n de la cultura.
"Todo puede ocurrir, de modo que ser¨ªa una tonter¨ªa negar esa posibilidad", declara Miller, que, a sus 83 a?os, sigue teniendo el mismo cuerpo desgarbado y el mismo acento de Brooklyn de su juventud. "Pero una obra no existe al margen de su p¨²blico, y el teatro ya no tiene un gran p¨²blico en este pa¨ªs. Ahora, en general, las obras se escriben para un p¨²blico muy restringido, normalmente m¨¢s culto, m¨¢s refinado. Pero el teatro que ha tenido m¨¢s vida y m¨¢s ¨¦xito ha sido siempre el que ha estado dirigido a un p¨²blico muy popular".
El 50? aniversario de La muerte de un viajante ofrece a Miller la oportunidad de reflexionar, lamentarse y sentirse nost¨¢lgico, todo ello con una falta de pretensiones que resulta muy destacable en un hombre cuyas notas biogr¨¢ficas suelen incluir la definici¨®n "el m¨¢s grande dramaturgo norteamericano vivo".
Miller naci¨® en Harlem en 1915 pero pronto, su familia se traslad¨® a Brooklyn. Su padre era fabricante de ropa. Su madre era quien pose¨ªa instinto art¨ªstico, y Miller fue un estudiante con m¨¢s pasi¨®n por el b¨¦isbol que por la literatura. No obstante, en su autobiograf¨ªa, A vueltas con el tiempo, habla de su primera aproximaci¨®n a un escenario en el Shubert Theatre donde aprendi¨® "que hab¨ªa dos clases de realidad, pero que la del escenario era mucho m¨¢s aut¨¦ntica".
Fue a la Universidad de Michigan y regres¨® a Nueva York dispuesto a convertirse en dramaturgo, con un trabajo que fund¨ªa su instinto teatral con un estilo gr¨¢fico e innovador en la narraci¨®n y numerosos elementos inspirados por su historia personal. En esta ¨²ltima estaban incluidos los altibajos, en ocasiones violentos, sufridos por su familia, los estragos que el mercado hizo en el negocio de su padre y en la trayectoria de su t¨ªo Manny Newman como vendedor, una trayectoria que acab¨® en suicidio, y los trastornos sociales y espirituales producidos por la Depresi¨®n. "Yo vi c¨®mo se hund¨ªa la gran nave y, cuando has sobrevivido a eso, no lo olvidas jam¨¢s", asegura.
Su primera obra estrenada en Broadway, El hombre que tuvo toda la suerte del mundo, dur¨® cuatro representaciones. La segunda, Todos eran mis hijos, 300. El drama, sobre un empresario industrial durante la guerra que tiene que admitir la responsabilidad de haber fabricado unas piezas defectuosas de avi¨®n que acabaron provocando la muerte de su hijo aviador, obtuvo el premio del C¨ªrculo de Cr¨ªticos de Teatro de Nueva York en 1947. Tard¨® seis semanas en escribir su tercera obra. La muerte de un viajante se represent¨® 742 veces en Broadway, gan¨® el Pulitzer y cre¨® un personaje tan memorable que, para Miller, las sucesivas encarnaciones de Willy Loman son como viejos amigos.
"Lee J. Cobb ten¨ªa algo peculiar: era triste de nacimiento", explica Miller. "Deb¨ªa de ser un ni?o triste. Pod¨ªa hacer que te sintieras horrible con su risa. Ten¨ªa cierto aire tr¨¢gico y majestuoso que le iba muy bien al papel. George Scott pose¨ªa fuerza y una enorme autoridad. Y lo que ve¨ªa el espectador era a un hombre que iba perdiendo esa autoridad, de modo que resultaba muy eficaz". "Dustin Hoffman tuvo otra forma de ver el personaje. En mi opini¨®n, su Willy presentaba un aspecto m¨¢s vulgar al principio, pero crec¨ªa a medida que se desarrollaba la obra, y consegu¨ªa encerrar todas las emociones en ese cuerpo tan menudo. Era un Willy ligeramente dictatorial, que no paraba de dar ¨®rdenes a quienes le rodeaban. Dennehy es una buena combinaci¨®n de varios elementos necesarios. Es un actor maravilloso, y da esa sensaci¨®n de algo de peso, algo grande que se destruye, que es terriblemente importante. Y, al mismo tiempo, posee cierta ingenuidad, como cuando sonr¨ªe y parece que se divierte".
Y hay otros muchos, desde luego: el Willy sueco, interpretado por Jarl Kulle; el japon¨¦s, que desempe?¨® el papel durante 30 a?os y se retir¨® hace poco, a los 90, para dejar paso a otro actor sexagenario; el Willy italiano.
Miller tiene tambi¨¦n palabras de elogio para la actuaci¨®n de Elizabeth Franz en el nuevo montaje, en el papel de Linda, la resignada esposa de Willy. "Ha construido una especie de indignaci¨®n fant¨¢stica que antes no hab¨ªa visto", declara.
Entre los motivos del ¨¦xito de la obra se ha mencionado el car¨¢cter universal de Willy Loman. Estados Unidos no es el ¨²nico lugar donde hay gente en dificultades que lucha para salir adelante a base de una sonrisa y unos zapatos limpios. Una de las virtudes de Miller, a lo largo de los a?os, ha sido siempre escribir obras que pod¨ªan tener ra¨ªces en diversos suelos.
Las brujas de Salem, por ejemplo, empleaba los juicios por brujer¨ªa celebrados en Salem, Massachusetts, como met¨¢fora de la era de McCarthy, pero Miller ha escrito hace poco un art¨ªculo, que se public¨® en The New York Times, en el que ampliaba esa met¨¢fora al melodrama pol¨ªtico que se est¨¢ desarrollando en Washington. En su opini¨®n, la competencia de la absurda realidad es el menor de los retos a los que se enfrenta hoy el teatro. Pese a las aclamaciones obtenidas por sus obras m¨¢s conocidas -La muerte de un viajante, Todos eran mis hijos, Las brujas de Salem y Panorama desde el puente-, ninguna de sus obras recientes -The last yankee, Broken glass, The ride down Mount Morgan, The American clock, The archbishop"s Ceiling- ha tenido demasiado ¨¦xito en Estados Unidos.
No es el ¨²nico que lamenta la dif¨ªcil situaci¨®n del drama en Broadway. Pero son pocos los que pueden reunir tanta autoridad como ¨¦l al abordar el problema. Cuando se le pregunta si hoy ser¨ªa posible que un joven Miller se ganara la vida como dramaturgo, niega con la cabeza de forma casi imperceptible.
"Es casi imposible que surja una obra seria en Broadway, a no ser que cuente con una gran estrella en el reparto", afirma. "Nuestras obras proceden de Londres o de teatros de todo el pa¨ªs. Siempre he defendido que Broadway era el ¨²nico lugar en el que se creaban cosas, y que los dem¨¢s teatros se limitaban a reproducir los ¨¦xitos originados aqu¨ª. Ahora ocurre lo contrario. En Broadway no se crea nada. No tiene el vigor necesario para engendrar nada. Lo que seguimos haciendo bien son los musicales, pero eso no es teatro. Es puro espect¨¢culo".
"Lo maravilloso del teatro es que todo puede ocurrir", declara. "Como no necesita la mecanizaci¨®n de otros espect¨¢culos, cambia de un d¨ªa para otro, para bien o para mal. As¨ª que es posible imaginar la aparici¨®n repentina de tres autores sensacionales, m¨¢s o menos al mismo tiempo, que d¨¦ nuevo empuje a la competencia. No creo que llegue a verlo, pero podr¨ªa ocurrir, aunque parezca improbable. Nadie pod¨ªa predecir la ca¨ªda de Rusia o que Clinton fuera a ser tan popular despu¨¦s de todo lo que ha pasado. Pero as¨ª ha sido. Y tambi¨¦n esto podr¨ªa ocurrir".
?The New York Times
Babelia
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