El Macba libra una "guerra" contra un artista espont¨¢neo
VIENE DE LA P?GINA 1 La historia empez¨® el d¨ªa 27 por la ma?ana, cuando la fachada blanca del museo dise?ado por Richard Meier amaneci¨® con un grafito tatuado en pintura negra. Se trataba de una peque?a danza de monigotes sonrientes y cogidos de la mano que cubr¨ªan las partes de la fachada que no est¨¢n acristaladas. En un ins¨®lito arrebato de civismo, evit¨® manchar la placa conmemorativa de la inauguraci¨®n del centro por los Reyes de Espa?a. Por el tama?o de la hilera de mu?ecos, el pintor emple¨® un buen rato en la faena sin ser advertido por los servicios de seguridad, que disponen de c¨¢maras de vigilancia para controlar el exterior del edificio. El director del Macba, Manel Borja-Villel, cree que el atacante "es un estudiante de Bellas Artes que protesta porque no tiene una oportunidad". Personas que conocen los hechos aventuran que "expone fuera del museo lo que no puede exponer dentro". Lo cierto es que la direcci¨®n del centro hizo desaparecer su primera oportunidad el mismo d¨ªa 27. La segunda intervenci¨®n y, quiz¨¢, su segunda oportunidad, fue el d¨ªa siguiente, jornada en que se inauguraba la exposici¨®n de la escultora Susana Solano en el centro. El agresor lanz¨® huevos rellenos de pintura de colores rojo, amarillo, azul y verde contra la torre lobulada de la fachada y dej¨® unas peque?as manchas. Pero no se qued¨® ah¨ª. Debajo del mural que el tambi¨¦n escultor vasco Eduardo Chillida instal¨® en septiembre en un muro colindante al museo, inscribi¨® con pintura de color negro un texto con referencias inequ¨ªvocas a la actualidad pol¨ªtica del pa¨ªs: "Del carajo de la vela". Con esa misma frase defini¨® el presidente del Partido Nacionalista Vasco, Xabier Arzalluz, la "egolatr¨ªa" del fallecido presidente de la Generalitat Josep Tarradellas. Colores e inscripci¨®n fueron borradas otra vez de inmediato no sin un altercado con el director, el gerente y miembros de la la seguridad del museo. Testigos presenciales afirman que el pintor lleg¨® a manchar a los propios Borja-Villel y a Zvereff con la misma pintura que utiliz¨® para la inscripci¨®n. Una navaja de pl¨¢stico El d¨ªa 29, las acciones del espont¨¢neo terminaron con la intervenci¨®n de la Guardia Urbana. De nuevo seg¨²n testigos presenciales, el artista lleg¨® al centro con la intenci¨®n de entrar. Adquiri¨® su pase, pero los guardas de seguridad le impidieron el acceso a las salas y quiso recuperar el importe pagado. Sali¨® entonces al exterior del edificio y, con un bote de pintura roja que llevaba escondido, se acerc¨® a la obra de Oteiza y se la lanz¨®. La superficie de la escultura, cuentan personas que presenciaron los hechos, parec¨ªa "la piel de un toro ensangrentado". Los agentes municipales se lo llevaron a rengl¨®n seguido y, a partir de aqu¨ª, se cursaron las dos denuncias. En uno de los dos altercados, el del d¨ªa 28 o el del 29, el pintor sac¨® una navaja y la esgrimi¨® ante los que pretend¨ªan detenerle. La navaja era de pl¨¢stico, como luego se vio, pero entre los nervios, la confusi¨®n y el forcejeo, uno de los guardias de seguridad sali¨® con un pie contusionado. Sin m¨¢s importancia El gerente y el director del Macba -aunque el museo destina unos 60 millones de pesetas al a?o en concepto de seguridad- restan gravedad a los hechos. Zvereff opone que "en Barcelona se hacen pintadas cada d¨ªa". A?ade que la seguridad del museo "tiene limitaciones y s¨®lo puede ser preventiva". "No podemos registrar a todo el mundo", razona, y argumenta que "es sorprendente que un edificio tan blanco no sufra m¨¢s agresiones". Por su parte, Borja asume que "si alguien quiere lanzar algo al museo lo puede hacer", pero apunta que la obra de Oteiza "es dura y est¨¢ hecha para permanecer en el exterior".
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