Los "escuadrones de castigo" del Ulster
Una guerra de "baja intensidad" de las facciones terroristas siembra el terror entre cat¨®licos y protestantes
Ya no existen puestos de control. Las patrullas militares han sido suspendidas. Rara vez se escucha el vuelo de los helic¨®pteros. Todo el mundo habla de una reducci¨®n de soldados brit¨¢nicos. Pero detr¨¢s de esa fachada de gradual normalidad, en Belfast se est¨¢ librando una guerra de creciente intensidad y sus protagonistas son los escuadrones de castigo que aterrorizan por igual a cat¨®licos y protestantes. Se los conoce como los players (jugadores) y a pesar de las m¨¢scaras negras, su identidad no es un secreto. Aun as¨ª, nadie se atreve a actuar porque el miedo se ha apoderado de todos, profundizando la sensaci¨®n de que el proceso de paz para el Ulster acordado hace casi un a?o se est¨¢ yendo a pique. "No hay remedio", dice Laurence Robertson, el conductor de una de las ambulancias del centro de Ardoyne que probablemente ha visto, m¨¢s que nadie, las consecuencias de la brutalidad del conflicto en la provincia. "La gente ya no sabe qu¨¦ le depara el futuro", a?ade. Robertson, prematuramente canoso a sus 43 a?os, se pasa el d¨ªa leyendo peri¨®dicos, jugando al billar o mirando la televisi¨®n en el centro de Ardoyne. Sabe que en cualquier momento llegar¨¢ una llamada y saltar¨¢ al volante de su ambulancia para recoger a alguien con las piernas agujereadas por balazos a quemarropa o molido a palos. Hace pocos d¨ªas fue a atender a un hombre que llam¨® al servicio de ambulancias desde un tel¨¦fono p¨²blico de Shankill Road, la principal arteria del barrio protestante.
"La pierna derecha le sangraba pero estaba sereno. Le preguntamos qu¨¦ es lo que hab¨ªa pasado y la respuesta fue ir¨®nica. "Estaba ayudando a cruzar la calle a una viejita y me embisti¨® una bicicleta", nos dijo con sorna. No hay que ser sabio para reconocer una herida de bala. A este tipo lo hab¨ªan castigado y nunca se sabr¨¢ por qu¨¦".
El m¨¦todo de castigos, un eufemismo para la tortura, mutilaci¨®n y asesinato, no es nuevo en Irlanda del Norte, donde el a?o pasado se registraron 237 ataques de ese tipo. Hoy se produce por lo menos uno al d¨ªa. Ha sido utilizado desde el comienzo del conflicto, que lleva ya m¨¢s de 30 a?os. Pero el pacto de paz firmado en pascua y conocido como el Acuerdo de Viernes Santo, no ha conseguido erradicar la violencia callejera. Todo lo contrario: estad¨ªsticas compiladas por la organizaci¨®n Familias Contra la Intimidaci¨®n y el Terror (FAIT) revelan que en los ¨²ltimos meses las palizas y ataques se han duplicado.
Vincent McKenna, portavoz de ese grupo, menea la cabeza y extrae de su escritorio una larga lista de abusos. La lista, por supuesto, no contiene nombres porque son raros los casos en que los damnificados quieren ser expuestos p¨²blicamente. "Aqu¨ª est¨¢ la prueba de que el proceso de paz no avanza un mil¨ªmetro", dice.
Lo afirma con la convicci¨®n de quien conoce los estragos de la guerra. McKenna, un ex terrorista del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA) teme por su vida. Los escuadrones de castigo se la tienen jurada porque su solitaria campa?a est¨¢ logrando aumentar la presi¨®n para que los polic¨ªas del Royal Ulster Constabulary (RUC) emprendan una contraofensiva. "Sabemos d¨®nde vives y podemos echarte el guante cuando nos d¨¦ la gana, me dijeron hace poco", afirma. Y McKenna est¨¢ preparado: cada vez que va a su peque?a oficina de High Street, en el centro de Belfast, toma rutas diferentes. "He aprendido artes marciales", advierte, "pero no s¨¦ si eso me ayudar¨¢ frente a tres matones".
Probablemente no. Los players cat¨®licos y protestantes son implacables. Armados de pistolas, mazos y garrotes con p¨²as, son por lo general jovenzuelos macizos y dispuestos a todo. Act¨²an a plena luz del d¨ªa o con la complicidad de la noche. "Todos saben qui¨¦nes son, pero nadie se atreve a denunciarlos porque las consecuencias pueden ser funestas", dice McKenna.
No hace mucho, en el Sugar Club, dentro del sector protestante, tres pistoleros irrumpieron en una fiesta, extrajeron a uno de los invitados hasta el pasillo y all¨ª le descerrajaron disparos en ambas piernas. Cuando lleg¨® la polic¨ªa nadie dijo haber presenciado el ataque. "Hab¨ªa como 300 personas. Todos dijeron que el incidente ocurri¨® cuando todos hab¨ªan ido al lavabo, incluyendo la orquesta", recuerda un polic¨ªa.
Los castigos comenzaron como una forma de intimidaci¨®n contra delincuentes pero gradualmente adquirieron el car¨¢cter de un m¨¦todo de control social ante el vac¨ªo de orden y vigilancia policial. En este caos, cada organizaci¨®n paramilitar, el IRA, las Fuerzas Voluntarias del Ulster (UVF), las Fuerzas Voluntarias del Ulster (UVF), la Asociaci¨®n de Defensa del Ulster (UDA), dirige las escuadrones de castigo en toda Irlanda del Norte. Seg¨²n estimaciones extraoficiales, el n¨²mero de players no pasa de un centenar, pero ¨¦stos son los elementos mas peligrosos para el proceso de paz. Gerry Adams y Martin McGuinness, los m¨¢ximos exponentes del Sinn Fein, el frente pol¨ªtico del IRA, han condenado las palizas y mutilaciones, pero es evidente que ni siquiera ellos o los l¨ªderes pol¨ªticos protestantes pueden hacer mucho para frenar esta barbarie.
Hace pocos d¨ªas una familia cat¨®lica se salv¨® milagrosamente de la muerte despu¨¦s de que unos malhechores protestantes arrojaran una bomba casera por la ventana de la cocina de su casa en Dungannon, en el condado de Tyrone. Andrew Peden est¨¢ convaleciente en su casa de Belfast de la amputaci¨®n de sus piernas. Pistoleros enmascarados protestantes lo castigaron con disparos de escopeta justo debajo de las rodillas. Peden no quiere hablar del asunto. Su mujer impide que la prensa lo entreviste.
Una noche, hace menos de un mes, seis enmascarados del IRA irrumpieron en la casa de Noel Diver, de 24 a?os, le propinaron una paliza con garrotes y una barra de hierro pero luego se dieron cuenta que hab¨ªan entrado en una casa equivocada. Al advertir el error se largaron sin decir una palabra, dejando a Diver aullando de dolor. Los matones dieron finalmente con la casa de Michael Brennan, a quien primero le destrozaron las piernas. Uno de los matones le dijo: "Vas a ver c¨®mo suena esto al romperse", y le asest¨® un mazazo que le parti¨® el brazo. "Ahora ya eres un hombre", le dijo otro antes de que el escuadr¨®n emprendiera tranquilamente la fuga.
En ambos casos, esas palizas fueron una sorpresa, pero ese no es necesariamente el molde. Generalmente las palizas son anunciadas. "Si has hecho algo mal, generalmente te llega el mensaje. Es una convocatoria que nadie se atreve a fallar porque las represalias ser¨¢n contra tu familia", afirma el conductor de ambulancias. Si alguna organizaci¨®n paramilitar decide infligir un castigo, cita a su v¨ªctima en alg¨²n pub o una esquina y torturadores y v¨ªctimas se alejan discretamente hasta un lugar determinado, generalmente una casa abandonada.
"En m¨¢s de una ocasi¨®n, cuando los matones tienen la misi¨®n de castigar a un amigo, primero llaman a la ambulancia y s¨®lo cuando escuchan la sirena le disparan. Quieren que su v¨ªctima reciba atenci¨®n m¨¦dica inmediata", agrega Robertson.
Un cuarent¨®n que es conocido en el barrio protestante como Fluido, el contador de historias, fue trasladado a su casa ayer tras varios d¨ªas en el hospital, donde le repararon el pie izquierdo da?ado por una bala de nueve mil¨ªmetros. No estaba para contar nada. Sus amigos y compa?eros de copas del Eastern Pub, en la calle Dee, tampoco. Pero tras algunas pintas de cerveza, uno de los clientes admiti¨® que Floyd hab¨ªa sido baleado. Se apresur¨® a aclarar el accidente. "Siempre va armado y esa noche hab¨ªa bebido demasiado", dijo. "Sali¨® del bar, tropez¨® contra el pretil de la acera, cay¨® y se le dispar¨® la pistola".
Eso s¨ª que son¨® a cuento, pero ¨¦ste qued¨® a medias. Un robusto jovenzuelo de cabeza rapada se interes¨® demasiado por la conversaci¨®n. No hubo pre¨¢mbulos. "Est¨¢s haciendo demasiadas preguntas. Por tu bien, l¨¢rgate", dijo. No llevaba garrote y si estaba armado no se le notaba. Lo que s¨ª estaba claro era que hablaba en serio y no era el tipo de quien est¨¢ dispuesto a sostener un di¨¢logo.
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