Mi otra mitad
Ha muerto un genio. Ha muerto un amigo. Se me ha muerto la mitad de mi historia. Ha muerto un ser irrepetible. Ha muerto un mito. Ha muerto una entelequia. Ha muerto una idea y su ideal. Ha muerto una de las m¨¢s bellas mentiras. Ha muerto una locura andante, un quijote del humor, del humor con amor, sin malos olores ni vocablos irrepetibles y vergonzantes. Ha muerto un ser puro, candoroso e inocente, sin m¨¢s meta que la felicidad de quien hubiera a su lado. Tip era de una irascible dulzura. Pod¨ªa arrancarte una mejilla de un mordisco, y llorarte dos minutos despu¨¦s. Tip era un ni?o de enormes proporciones. Era agua que calma la sed, pan que amortigua el hambre y pa?uelo secal¨¢grimas. Las gentes han conocido la carcasa de Tip, la c¨¢scara de una almendra dulce. Pero era muy dif¨ªcil llegar hasta ella. Por pudor. Por timidez. Era uno de esos seres que, por mera timidez, de un salto se pon¨ªa sobre tus hombros y a las gentes que lo ve¨ªan les llamaba locos. Una noche de invierno, en su casa ya sola por mutuo abandono, me visti¨® de pastor y ¨¦l se disfraz¨® de mago. Dispuso una mesa con toda clase de cubiertos, platos, fuentes, servilletas, vinagreras, recipientes y dem¨¢s fastos. Luego, buscando y rebuscando, encontr¨® un envoltorio con lo que ¨¦l llam¨® una sopa juliana. Ninguno sab¨ªamos hacerla. Eran las tres de la madrugada. La cocimos con piment¨®n, que es lo ¨²nico que hab¨ªa, y al cabo de tres cuartos de hora, estaba m¨¢s dura todav¨ªa. No se nos ocurr¨ªa nada para salir de aquella situaci¨®n. De repente, muy serio, me dice que por qu¨¦ no llamamos a informaci¨®n para que nos lo aclare la se?orita en cuesti¨®n. El disparate, naturalmente, era may¨²sculo. Pero acabamos comi¨¦ndonos aquella bazofia, porque ten¨ªamos hambre de verdad.
Aquella noche de invierno nos acostamos hambrientos y cantando. S¨®lo ten¨ªamos una s¨¢bana para los dos. La hizo dos partes longitudinalmente, al tiempo que dec¨ªa: "Se acab¨® la miseria". Nos despertamos a las nueve. Madrid estaba en blanco puro de nieve. Abri¨® el balc¨®n y cogiendo un gran pu?ado de nieve que se restregaba por el pecho, le gritaba a los transe¨²ntes: "Locos, est¨¢is locos".
Puedo recordar miles y miles de situaciones hilarantes y ¨²nicas. Pero no quiero. Me pican los ojos. No puedo dejar de parpadear. Tambi¨¦n me pica la garganta y tengo un nudo por corbata. A¨²n no estoy seguro ni convencido de que Luis, Tip, nos haya presentado su definitiva e irrevocable dimisi¨®n.
Un d¨ªa escribir¨¦, cuando se me haya calmado el picor de los ojos, c¨®mo nos conocimos, c¨®mo nos cogimos inocentemente de la mano para andar con nuestro humor por todas nuestras ciudades. Les contar¨¦ con qu¨¦ facilidad Tip distorsionaba el lenguaje, lo mezclaba con la acci¨®n, y de all¨ª surg¨ªa un episodio inimaginable. Perder algo, siempre es doloroso. Pero perder la mitad de uno mismo, es inconsolable.
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