?Qui¨¦n fuera bonobo! XABIER ZABALTZA
Ironiza el autor sobre las semejanzas y diferencias entre humanos y chimpanc¨¦s.Tengo que reconocerlo: me dan envidia los chimpanc¨¦s. No puedo evitarlo. No tienen que levantarse a las siete de la ma?ana para ganarse el pan y poder volver a levantarse a las siete de la ma?ana para ganarse el pan, ni escribir art¨ªculos de encargo que nadie leer¨¢, ni se mueren de envidia porque no pueden comprar cosas que en realidad no necesitan para nada, ni tienen que aguantar a cong¨¦neres cuya m¨¢xima aspiraci¨®n en esta continua p¨¦rdida de tiempo llamada vida es que su equipo gane el partido del pr¨®ximo domingo o que aquella ni?a pija se case con aquel ni?o todav¨ªa m¨¢s pijo que le pon¨ªa los cuernos pero que ya se ha arrepentido. No. Los chimpanc¨¦s son admirables. Por ejemplo, nuestros hermanos simios no se encuentran con un casus belli cada vez que a alguien se le ocurre escribir tal o cual palabra con K (o con C, me da lo mismo). Sinceramente creo que todo eso de los nacionalismos humanos les parece una solemne chorrada. Desde que conozco a los chimpanc¨¦s no me siento ni vasco, ni espa?ol, ni europeo, ni leches: hace lustros que me siento s¨®lo primate a secas. Eta harro nago! Seg¨²n los primat¨®logos existen dos especies de chimpanc¨¦s: el chimpanc¨¦ com¨²n (Pan troglodytes) y el chimpanc¨¦ enano, mejor llamado bonobo (Pan paniscus). Ambas pertenecen, junto a humanos y gorilas (y, seg¨²n algunos autores, tambi¨¦n los orangutanes), a la familia de los hom¨ªnidos. El chimpanc¨¦ com¨²n es m¨¢s conocido, no hay zoo en el que no est¨¦. Del bonobo quedan como m¨¢ximo unos diez mil ejemplares en el mundo: est¨¢ en peligro de extinci¨®n. Los humanos compartimos el 98,4% de nuestro patrimonio gen¨¦tico con ambas especies. Si aplic¨¢ramos a chimpanc¨¦s y bonobos (as¨ª como a los gorilas) las mismas leyes taxon¨®micas que a los dem¨¢s seres vivos, los incluir¨ªamos sin dudarlo en nuestro mismo g¨¦nero: Homo. Por eso, seg¨²n Jared Diamond (El tercer chimpanc¨¦, 1994), el nombre cient¨ªfico del bonobo deber¨ªa ser Homo paniscus y el del chimpanc¨¦ Homo troglodytes. Amo a los bonobos. Son tipos aut¨¦nticamente geniales (adem¨¢s de genitales, pero eso lo dejamos para m¨¢s adelante). A diferencia de los otros dos chimpanc¨¦s -uno de ellos bautizado, incomprensiblemente, con el nombre de Homo sapiens- no conocen la guerra, ni el infanticidio, ni el canibalismo. Tampoco conocen el patriarcado: son las hembras las que cortan el bacalao en todos los ¨®rdenes de la existencia. Eso s¨ª que es igualitarismo y no el que alg¨²n despistado quiere hacernos creer que existi¨® en esta Vasconia nuestra antes de que nos invadieran los p¨¦rfidos maketos, perd¨®n, indoeuropeos. ?C¨®mo pasan el d¨ªa los bonobos? Pues la verdad es que no son precisamente eso que los anglosajones llaman workaholics. La verdad que no. Lo del estr¨¦s no debe estar hecho para nuestros parientes. Los bonobos y bonobas se lo montan muy, pero que muy bien: se pasan el d¨ªa, perd¨®neseme la ordinariez, chingando. ?As¨ª no me extra?a que no tengan conflictos violentos! Y los de mayo del 68 se cre¨ªan originales: los bonobos llevan milenios practicando aquello de haz el amor y no la guerra. Nuestros primos primates no son racistas, ni sexistas, ni gordistas, ni edadistas, ni n¨¢ de n¨¢: chingan todos con todos, sin importarles el c¨®mo, el qui¨¦n, el cu¨¢nto o los porqu¨¦s de sus partenaires. Aut¨¦ntica comunidad de bienes y de cuerpos. Me r¨ªo yo de la liberaci¨®n sexual humana. Los bonobos son capaces de reproducir catorce verbalizaciones diferentes, o al menos esas son las que los limitados humanos hemos sido capaces de reconocer. No parece que tengan excesivos problemas de comunicaci¨®n. Cuando se encuentran en su ambiente natural no conocen la soledad, ni las depresiones, ni la rutina. F¨ªjense en pol¨ªticos, tertulianos, abogados, funcionarios, poetastros y banqueros, capaces de hablar durante horas sin que nadie les entienda una tilde. ?Para qu¨¦ tanta verborrea gratuita, se?oras y se?ores? ?Si con catorce sonidos vale! Siempre hab¨ªa tenido la sensaci¨®n de que los humanos llev¨¢bamos perdidos siete millones de a?os: los que, en opini¨®n de la mayor¨ªa de los paleont¨®logos, separan nuestra l¨ªnea evolutiva de la de nuestros primos bonobares. Menos mal que, seg¨²n la revolucionaria teor¨ªa de John Gribbin y Jeremy Cherfas (The Monkey Puzzle, 1982), el Homo stupidus se separ¨® de los dem¨¢s simios hace s¨®lo tres millones de a?os. Por lo tanto llevamos descaminados bastante menos de lo que me tem¨ªa. As¨ª que ?¨¢nimo, a recuperar el tiempo perdido!
Xabier Zabaltza es historiador y miembro de la Asociaci¨®n Internacional para la proteccci¨®n de los Primates (International Primate Protection League).
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