Meryl Streep borda una magistral agon¨ªa en un filme rutinario y cobarde
La gran Brenda Bethlyn y una viv¨ªsima comedia danesa dejan en rid¨ªculo a Bruce Willis
ENVIADO ESPECIALOne true thing ser¨ªa un filme insignificante, adem¨¢s de cobarde, si no ocupase su centro Meryl Streep, que construye el aterrador crescendo de una agon¨ªa por c¨¢ncer de mama con precisi¨®n y gradualidad de un genio de su oficio. Aspira a un oscar, que puede ser el tercero. Tambi¨¦n tiene un oscar Brenda Bethlyn, y aspira justamente a otro por Little voice. Ambas actrices y la viv¨ªsima comedia danesa Mifune pusieron ayer en evidencia el rid¨ªculo trabajo de Bruce Willis, dirigido por Alan Rudolph, en la sopor¨ªfera modernez Desayuno de campeones.
El tri¨¢ngulo que, dirigido por Mark Herman, componen en Little voice Michael Caine y Brenda Bethlyn con la sorprendente y no menos superdotada Jane Horrocks es un arrollador alarde de refinada escuela interpretativa brit¨¢nica. Acaricia lo perfecto. La pel¨ªcula no concursa, est¨¢ refugiada en los peque?os debates de buen cine que llenan el Panorama, cuyos criterios selectivos son mucho m¨¢s inteligentes y est¨¢n menos contaminados por el negocio y la pol¨ªtica que los de la Secci¨®n Oficial.Pero las c¨¢maras de televisi¨®n y las salvas de fogonazos de los fot¨®grafos no est¨¢n en el humilde Atelier, sino en la explanada que se abre ante la enorme boca del Zoo Palast, que se traga todas las luces y todos los sapos. Luces fueron ayer Meryl Streep, ya en poder de la plena madurez, y los extraordinarios y desconocidos int¨¦rpretes de Mifune, una comedia negra danesa dirigida por Soren Kragh-Jacobsen, miembro del movimiento Dogma, que capitanea Lars von Trier. Y sapos los que trajeron el renombrado disc¨ªpulo de Robert Altman, amanerado y cursi donde los haya, Alan Rudolph, y su estrella Bruce Willis, que esta vez se ha pasado del mamporro y tentetieso a la posturita y el matiz, por lo que hace el rid¨ªculo con tanta contundencia como el Titanic hizo agua cuando se hundi¨®.
Pero hay una diferencia: a Bruce Willis, aunque su gracia es de plomo, no hay quien lo hunda. Parece que se beneficia de no se sabe qu¨¦ don de insumergible estrella de laboratorio, apagada, insulsa y de corcho. Un puro sapo est¨¦tico que levanta por las calles donde pasa vociferantes adoquines admirados ante su prodigiosa nulidad, algo menos solemne que la de su socio en el negocio de hamburguesas, Sylvester Stallone, pero no mucho. Dios y Jack Valenti los crean y ellos se juntan. Se entiende que el redicho Alan Rudolph, que va de poeta floral, lo haya enrolado para protagonizar Desayuno de campeones, porque a Willis le hace falta con urgencia el perfume del prestigio, aunque huela a lila.
Pero no es esto lo peor, porque lo intolerable es que Rudolph, adem¨¢s de al necesitado adoqu¨ªn, haya enrolado tambi¨¦n nada menos que a Nick Nolte, Barbara Hershey y Albert Finney, tres talentos enormes, recios y curtidos que prestan su antiguo vigor a tama?a endeblez. Woody Allen diagnostic¨® el mal hace poco: "En cuanto hablas con una estrella de una pel¨ªcula en la que no hay efectos especiales y pueden interpretar de verdad, corre detr¨¢s de ti para que le des un papel y te paga por interpretarlo".
Rudolph hizo hace tres a?os Afterglow, una sencilla obra sobre el dolor humano, y vive de las rentas, por lo que ha podido embaucar a estos tres grandes y severos rostros en una pel¨ªcula donde, para mayor desgracia, abundan los efectos (o efectitos) especiales. Eso s¨ª, tan mal hechos que en la pantalla parece pegatinas puestas por el proyeccionista para distraer el aburrimiento en la desolaci¨®n de su cabina.
El gran cine lo trajo ayer aqu¨ª Meryl Streep: ella sola, sin ayuda de la insatisfactoria One true thing -una pel¨ªcula cobarde que inicialmente promete afrontar el supremo problema, eternamente pendiente, de la eutanasia, y finalmente se escaquea y echa balones fuera de manera indecente ni de su director, Carl Franklin-. Y, sobre todo, lo trajeron Soren Kragh-Jacobsen y los cuatro int¨¦rpretes de Mifune, que son gloriosos, divertidos, vitales, arrolladores y que galvanizan en estado de gracia la pantalla y sus invisibles tent¨¢culos sobre la sala. Hermosa, dura, adorable comedia oscura, a ratos negra, procedente del movimiento dan¨¦s Dogma, a cuyos miembros se tom¨® cuando empezaron por fantasmas tontorrones y lo cierto es que se est¨¢n moviendo con astucia de linces y poni¨¦ndose las botas.
Lo que cuenta la pel¨ªcula es incontable. Pura imagen llena de palabras vivas como ascuas, que queman y, no obstante, hacen volar la sonrisa y a veces la carcajada rompedora. Las graciosas barbaridades que nos hace compartir crean esa airada comodidad que s¨®lo proporciona el espect¨¢culo de la inteligencia. Y nos da, en homenaje al fundador de Dogma, un idiota libre y fraternal que juega a ser nombre: Toshiro Mifune (el genial s¨¦ptimo samur¨¢i de Akira Kurosawa), a quien esta peque?a obra maestra danesa ofrece un tributo risue?o y enamorado.
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