Saber venderse
C¨®mo est¨¢ el patio. El cura de El Boalo neg¨® la comuni¨®n a la alcaldesa y a la vicealcaldesa, y ¨¦sta ¨²ltima insinu¨® que todo se deb¨ªa a que el Ayuntamiento no le dio un terreno municipal que le gustaba mucho al hombre de Dios. Aqu¨ª cada uno negocia con lo que tiene y este cura ha decidido recalificar la eucarist¨ªa, para hacerla edificable, que vale m¨¢s. De otro lado, en el Ayuntamiento de Madrid ven¨ªan recalificando firmas falsas desde hace varios a?os y las arcas municipales se han hecho con un capital fraudulento, un dinero oscuro, con el que pueden continuar financiando estatuas perplejas y t¨²neles manzanescos. De catorce mil falsificaciones hablaban los sindicatos unos d¨ªas despu¨¦s de que el director de Tr¨¢fico tuviera que dimitir por conducir sin carnet, sin seguro, sin permiso de circulaci¨®n y no sabemos si ebrio, ya que no le aplicaron el control de alcoholemia por ser de la casa. Cada actividad laboral tiene sus privilegios.?Pero en d¨®nde puede suceder todo esto a la vez?, se pregunta uno at¨®nito. Y es que uno cre¨ªa que poner la firma de otro en un documento p¨²blico constitu¨ªa un delito gord¨ªsimo, de c¨¢rcel, vamos, como conducir sin seguro, aunque visto lo visto uno empieza a temerse que es un pusil¨¢nime, un cobarde con unos miedos absurdos, patol¨®gicos, a saltarse sem¨¢foros o a firmar cheques sin fondos, pongamos por caso. Uno es que no sabe venderse, ni negociar con lo que Dios le ha dado, sea poco o mucho, como el cura del El Boalo, y quiz¨¢ como la teniente de alcalde de esa localidad, que declaraba sin rubor refiri¨¦ndose al sacerdote: "Nos pidi¨® un terreno en Cerceda hace unos a?os, pero entonces el terreno era r¨²stico y no se lo pudimos dar (...) Ahora ya tenemos el suelo recalificado, pero nos estamos pensando si d¨¢rselo o no". "Nos estamos pensando", dice. Habla de los terrenos p¨²blicos como si fueran propiedad suya y de la alcaldesa.
"Nos estamos pensando si d¨¢rselo o no". Qu¨¦ cara. As¨ª las cosas, tampoco es raro que el cura se haya puesto a negociar con lo ¨²nico que tiene, que es la hostia literalmente, con perd¨®n. Adem¨¢s, las se?oras aludidas son cat¨®licas practicantes y de centro derecha, por lo que, en teor¨ªa al menos, tendr¨ªan que tenerle m¨¢s apego a la eucarist¨ªa que a las parcelas, de modo que a¨²n no hemos decidido si ponernos al lado de ellas o del cura.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el suelo recalificado se pone por las nubes. De hecho, todos conocemos a gente completamente atea que tiene una fe ciega, sin embargo, en las parcelas. Los domingos, si vas al campo, puedes ver familias enteras dentro de un terreno acotado con alambres de espino rez¨¢ndole a la propiedad en lugar de ir a misa. La comuni¨®n no se ha revalorizado tanto como el negocio inmobiliario, y las personas de centro derecha prefieren, l¨®gicamente, condenarse en la otra vida a regalar un terrenito urbanizable en ¨¦sta.
Y eso es lo que viene pasando tambi¨¦n con las multas: que producen tanto dinero que vale la pena hasta falsificarlas, aunque se juegue uno la c¨¢rcel, el infierno o la dimisi¨®n. Pero todo esto no responde a la pregunta formulada m¨¢s arriba: ?en qu¨¦ clase de espacio pol¨ªtico y moral vivimos que quienes tienen la obligaci¨®n de cumplir y hacer cumplir las leyes son los primeros en violarlas, sean directores de tr¨¢fico, curas, civiles o militares (sin graduaci¨®n, se entiende: no queremos dar problemas a la jerarqu¨ªa castrense, que bastante tiene con lo suyo)? ?D¨®nde estamos, pues? ?Qui¨¦n gobierna un lugar donde se suceden todos estos disparates sin que nos rasguemos las vestiduras o sin que nos muramos de risa, por lo menos, como el bueno de Tip?
Pues me gustar¨ªa dec¨ªrselo, pero la verdad es que me encuentro tan confuso como ustedes, pues, por si fuera poco con lo apuntado, resulta que a un funcionario al que no le llegaba el sueldo le han ca¨ªdo dos a?os de c¨¢rcel por robar libros de la biblioteca p¨²blica en la que trabajaba. No es que uno apruebe la actitud del ladr¨®n, pero, al fin y al cabo, el hombre intent¨® salir adelante con lo que ten¨ªa a mano, igual que el cura de El Boalo con las hostias, el ex director de Tr¨¢fico con el control de alcoholemia y el municipio con las firmas falsificadas. O sea, que sigui¨® el ejemplo de sus mayores y f¨ªjense en la que se ha metido: dos a?os de c¨¢rcel. Y eso que los libros ni se reclasifican ni se revalorizan ni nada. Lo normal es que ni se lean. Pero la cuerda siempre se rompe por el lado m¨¢s d¨¦bil, por el de la cultura, qu¨¦ le vamos a hacer. Por cierto, que ahora recuerdo d¨®nde suced¨ªa todo esto: en Madrid. ?Les suena?
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