Investigaci¨®n en la Universidad
En la prensa no suele hablarse gran cosa de la investigaci¨®n en la Universidad espa?ola. Hay, ciertamente, algunas noticias y opiniones sobre investigaciones concretas, en forma de hallazgos cient¨ªficos usualmente de ¨¢mbito internacional, o sobre la investigaci¨®n en general, pero mucho menos sobre el papel espec¨ªfico que las universidades cumplen en esa decisiva funci¨®n. Hay tambi¨¦n, es verdad, noticias y opiniones sobre la Universidad espa?ola, pero no relativas a los investigadores y su labor, sino focalizadas sobre todo en asuntos (cuando no en incidentes) estudiantiles o, durante los ¨²ltimos a?os, en el enfrentamiento entre el Ministerio de Educaci¨®n y los rectores.En esta ¨²ltima l¨ªnea, en las pasadas semanas hemos sufrido una interesada y reiterativa cr¨ªtica contra la endogamia en la selecci¨®n del profesorado que, entre otros argumentos ausentes, ha desviado el enfoque de aspectos muy relevantes, como la relaci¨®n entre sistemas de selecci¨®n y desarrollo de equipos de investigaci¨®n o como los limitados mecanismos de competitividad entre las universidades espa?olas, tanto en el campo docente como en el investigador.
La competencia, entendida como b¨²squeda de la superaci¨®n y la excelencia, es un elemento esencial en la investigaci¨®n. En tal significado, la competitividad no est¨¢ re?ida con la cooperaci¨®n, porque las universidades est¨¢n b¨¢sicamente de acuerdo en la necesidad de desarrollar un marco de acci¨®n en el que los poderes p¨²blicos, elementos fundamentales de nuestra financiaci¨®n, no nos regalen nada, sino que mantengan reglas claras e imparciales para una distribuci¨®n de su inversi¨®n en investigaci¨®n conforme a criterios objetivos y de excelencia.
En su conjunto, la investigaci¨®n de las universidades espa?olas, a pesar de sus problemas, carencias y defectos, ha avanzado cualitativamente en los ¨²ltimos a?os, y no s¨®lo en el campo de las ciencias experimentales y la tecnolog¨ªa, sino tambi¨¦n en el de las humanidades y las ciencias sociales. Los escasos estudios sobre nuestra investigaci¨®n, estudios que hay que desarrollar m¨¢s en el futuro, avalan su com¨²n reconocimiento del fundamental papel social que corresponde a la investigaci¨®n en el desarrollo cultural y material de un pa¨ªs como el nuestro. La Oficina de Ciencia y Tecnolog¨ªa y las universidades hemos creado cauces para intercambiar ideas, reconociendo la necesidad de aumentar considerablemente el esfuerzo del Estado en recursos personales y materiales para apoyar la investigaci¨®n y la educaci¨®n en general.
En ese apoyo, las universidades demandamos nuevas v¨ªas de financiaci¨®n que, en el campo de la investigaci¨®n, deben a?adirse a la tradicional f¨®rmula de oferta competitiva de proyectos por parte de los grupos de investigadores.
Las universidades necesitamos abrir programas propios de investigaci¨®n, que suplementen o complementen los convocados a nivel europeo, nacional y de las distintas comunidades aut¨®nomas. Para ello, estamos dispuestas a someternos a mecanismos de evaluaci¨®n externa de nuestros logros, pero tambi¨¦n de nuestras deficiencias, en la tarea investigadora, lo que incluye no s¨®lo valorar nuestras infraestructuras, tanto de laboratorios como de bibliotecas, y nuestras patentes y contratos con empresas, sino tambi¨¦n nuestras publicaciones en los ¨¢mbitos relevantes en cada materia. Esta evaluaci¨®n deber¨ªa servir para medir el nivel de calidad de la investigaci¨®n universitaria en comparaci¨®n con los recursos recibidos y utilizados en ella.
Las nuevas v¨ªas de financiaci¨®n de la investigaci¨®n deber¨¢n tener en cuenta el distinto car¨¢cter de cada universidad. Para ello, podr¨¢n servirse de ¨ªndices que establezcan un punto de partida relativo al pasado y el presente, pero tambi¨¦n, y sobre todo, ser¨¢ conveniente explotar la f¨®rmula de los contratos-programa, por los que la financiaci¨®n se reciba, mirando hacia el futuro en funci¨®n del cumplimiento por cada universidad de ciertos objetivos comprobables y bien definidos.
La Universidad, como instituci¨®n especialmente autorreflexiva y autocr¨ªtica, es consciente de sus defectos, que suelen ser suficientemente aireados por ella misma. Pero tambi¨¦n debe ser consciente de sus logros y m¨¦ritos, porque sobre ellos podr¨¢ rectificar sus limitaciones. Por eso, la nueva atenci¨®n sobre la investigaci¨®n universitaria debe emprender como objetivos no s¨®lo superar la consabida falta de interrelaci¨®n con la empresa y la innovaci¨®n, sino tambi¨¦n mejorar los mecanismos de movilidad de los investigadores, renovar los equipos aumentando la incorporaci¨®n de j¨®venes preparados en los pa¨ªses punteros y, en fin, proponer metas de excelencia que inviten a la selecci¨®n de los mejores. Lograr esa excelencia, a fin de cuentas, es la ¨²nica manera justa de devolver a la sociedad el privilegio por ella otorgado a los investigadores de servir a una tarea socialmente imprescindible y valorada y, a la vez, personalmente creativa y en s¨ª misma gratificante.
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