Festejando los polvos
Martes de Carnaval. Son las doce del mediod¨ªa y un demonio p¨¢lido y desencajado bebe cerveza Cruzcampo en la Plaza Alta de Tolox. Lleva la capa y los cuernos cubiertos de una sustancia blanca y et¨¦rea. ?Hay fen¨®menos paranormales en este pueblo de la Sierra de las Nieves? No, es s¨®lo el D¨ªa de los Polvos, una fiesta popular muy arraigada en la que cientos de vecinos se dedican a espolvorearse concienzudamente con talco, azafr¨¢n, harina, jab¨®n de lavar o ceniza, a la vez que corren, gritan y bailan con pasi¨®n. "Esto se hace desde muy antiguo", explica Sebasti¨¢n Soto, que tiene 65 a?os. "Despu¨¦s de dos d¨ªas de guasa, cuando se acababa el Carnaval, los j¨®venes se met¨ªan en las casas de las muchachas que les gustaban para echarles polvos a la cara. Y ellas se resist¨ªan, claro, pero daba igual". Soto tiene el m¨¦rito de ser el ¨²nico en el pueblo que no va empapado de polvo. Es el respeto debido a las canas. "Yo hace 30 a?os que no empolvo a nadie", dice con nostalgia. "Ahora ya no es lo mismo. Son los chaveas peque?illos los que hacen la fiesta". Y precisamente los ni?os son los que la renuevan y la ponen al d¨ªa. Ya se ha perdido la costumbre de lanzar azulillo, carbonilla o almagro, "que daban tanto color", pero se han ganado otras nuevas, como la de pulverizar aerosoles de serpentina l¨ªquida fosforescente, o la de estrellarse huevos en la cabeza. "Prohibido tirar huevos", recuerda severamente el alcalde, Antonio Marmolejo. "Con las cosas de comer no se juega". Para ¨¦l esto de los polvos es un asunto serio. La primera (y ¨²ltima) vez que Marmolejo tuvo problemas con la justicia fue porque, a los ocho a?os, se apost¨® en la puerta de la escuela de ni?as y empolv¨® a la que m¨¢s le gustaba. El municipal del pueblo lo detuvo y le puso una multa de cinco duros que tuvo que pagar su madre. "Y buena paliza me dio", concluye. Pero por m¨¢s que Marmolejo se empe?e, los huevos son un ingrediente estrella en esta fiesta. Los muchachos ensayan formas creativas de lanzamiento, las muchachas, m¨¢s pr¨¢cticas, los llevan ya batidos en recipientes vac¨ªos de talco, y los vierten dulcemente sobre sus oponentes, con resultados mucho m¨¢s vistosos. Y la variedad de procedimientos no se limita al mundo de los huevos. Tambi¨¦n hay m¨²ltiples maneras de aplicar los polvos, de las m¨¢s expeditivas (bofet¨®n restallante) a las m¨¢s cari?osas (caricia con manos ba?adas en agua y azafr¨¢n). Jos¨¦ Luis Aguilar tiene 12 a?os y mucha experiencia en esto. Ayer se levant¨® tempranito y sali¨® a la calle "para echarle polvos a todo el que pille". "Lo m¨¢s divertido es perseguir a las ni?as, que dicen que les da asco y gritan como locas, pero tambi¨¦n te tiran de todo si las dejas". Jos¨¦ Luis aprovecha una pausa en la conversaci¨®n para saltar encima de un bote vac¨ªo y reventarlo ruidosamente. Lleva las gafas empapadas de talco, apenas se le ven los ojos, pero sigue siendo un arma letal. Y si enfrentarse a Jos¨¦ Luis es un peligro, a¨²n m¨¢s riesgo tienen las patrullas incontroladas de adolescentes que aprovechan los recovecos de las calles de Tolox para sembrar el caos y el polvo a su alrededor. Encarna Rivero los mira con ternura y se acuerda de sus a?os mozos. "En casa ¨¦ramos cinco hermanas, y el d¨ªa de los polvos no se pod¨ªa estar. Mi padre no pod¨ªa irse al campo. Los muchachos entraban saltando la tapia del corral. Un a?o nos tiraron la puerta abajo, y yo cog¨ª una canasta de pan que hab¨ªa amasado mi madre y les amenac¨¦ con tir¨¢rsela a la cabeza. Una pila de t¨ªos... Menos mal que mi madre los ahuyent¨® a gritos".
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