?Qu¨¦ hac¨ªa el peque?o dentro del grande?
Junio de 1966. El padre Daniel pasea, como tantas otras veces, por lo que pronto ser¨¢ la carretera BR-216 a la ciudad de Santa Mar¨ªa, en el Estado de Rio Grande do Sul, en Brasil. Las m¨¢quinas excavadoras remueven tierras dormidas durante cientos de millones de a?os y escupen, a veces, restos de la vida del Tri¨¢sico Medio. Hoy es un d¨ªa de suerte. Su coraz¨®n galopa: frente a ¨¦l, un rincosauro, un Scaphonyx fisheri de m¨¢s de un metro de longitud, entero, perfecto. Es un conocido reptil de hace 230 millones de a?os, pero el coraz¨®n casi le salta del pecho: entre dos de las costillas ventrales hay algo m¨¢s. Es un diminuto esqueleto sin cabeza y con unas costillitas finas como cabellos. Durante el camino de regreso, una sola pregunta: ?qu¨¦ hac¨ªa el peque?o dentro del grande? El mismo Daniel Cargnin insiste: no soy cient¨ªfico, s¨®lo busco y, si encuentro, entonces protejo... Pero as¨ª, en principio, s¨®lo parece haber dos alternativas veros¨ªmiles.Primera: el rincosauro se ha tragado al peque?o animal poco antes de que algo le sepultara para siempre. ?Imposible! El rincosauro es rigurosamente herb¨ªvoro. Segunda: el peque?o es una cr¨ªa a punto de nacer. ?Imposible! El rincosauro es ov¨ªparo. Claro, que nadie ha encontrado nunca los huevos... mmm.
Octubre de 1967. En la clausura de una reuni¨®n internacional de Paleontolog¨ªa en Argentina, alguien muestra una fotograf¨ªa del singular resto. Un d¨ªa despu¨¦s, los cincuenta asistentes (todos) acuden al Instituto de Geociencias de Porto Alegre para examinar la maravilla. Los profesores giran lentamente en torno a la mesa. Y llegan a una conclusi¨®n un¨¢nime: falta el cr¨¢neo. Poco se puede avanzar sin ¨¦l. El padre Daniel remover¨¢ cielo y tierra -sobre todo esto ¨²ltimo, claro- para encontrarlo. As¨ª lo har¨¦, promete, pero, d¨ªganme, ?qu¨¦ hac¨ªa el peque?o dentro del grande?
Enero de 1968. El padre Daniel llega a las nueve de la ma?ana al punto exacto y empieza a peinar la tierra sin dejarse un solo grano. Nadie va a creerlo. El gozo le da alas para la vuelta a casa. Lo hice. Lo hice. Misi¨®n cumplida. Vale. Pero, ?qu¨¦ hac¨ªa el peque?o dentro del grande?
Octubre de 1975. Daniel Cargnin recibe una separata del prestigios¨ªsimo Journal of Paleontology. Llega con una cari?osa dedicatoria manuscrita por los autores, J. F. Bonaparte y M. C. Barberena. Es un papel para la gloria. En ¨¦l se describe un peque?o ejemplar ¨²nico de reptil, una nueva especie de carn¨ªvoro con todo lo necesario para erigirse en la premonici¨®n del concepto mam¨ªfero: el reci¨¦n bautizado Therioherpeton cargnini. El padre Daniel agradece emocionado todos los detalles, ?cargnini! ?Qu¨¦ inesperado honor! Lo suyo no es investigar, sino encontrar y proteger... pero, por favor, que alguien me ayude...
Septiembre de 1998, frente al padre Daniel, en su casa junto a la iglesia. Los m¨¦dicos le han prohibido las emociones, las rodillas duelen y su visi¨®n se extingue. Nada de eso le ha impedido conducirme con algebraica precisi¨®n, durante dos d¨ªas, por el yacimiento tri¨¢sico de sus amores. Compartimos una copita de excelente cacha?a cuando me cuenta algo muy importante para ¨¦l. Ocurri¨® hace unos a?os en un camino vecinal por el que caminaba sin prisas, cuando su olfato se vio asaltado y ofendido por el hedor de una vaca muerta. Apret¨® el paso, agarr¨¢ndose con fuerza la nariz, cuando un violento aleteo negro, surgido, justamente del interior del cad¨¢ver, casi le mata del susto. Fue entonces, una mil¨¦sima de segundo despu¨¦s, cuando su gesto se ilumin¨®, con una luz que no era la de la tarde.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.