Importaciones

Los crecimientos en la audiencia del teatro se deben principalmente a dos fen¨®menos: uno de ellos es t¨¦cnico y administrativo, como es la reserva de localidades por tel¨¦fono y el pago por tarjeta de cr¨¦dito: el otro, el de la enorme aportaci¨®n del g¨¦nero musical, a precios altos y en locales grandes, en la que se suman desde ballets y ¨®peras y zarzuelas a estas revistas de lo que se llama "el musical" por antonomasia: el de Broadway o el de Londres. Yo tengo mi tendencia al teatro de literatura dram¨¢tica por encima de estos espect¨¢culos: no se porta tan bien, pero tambi¨¦n ofrece algunos teatros justamente llenos en estos momentos.Chicago es una revista. La historieta es nula: la rivalidad entre dos criaturas por ser la reina del crimen, en los antiguos tiempos de Chicago, y de tener los mejores titulares de prensa y, por consiguiente, grandes giras de espect¨¢culos por todo el pa¨ªs: con una aplicaci¨®n de un cinismo b¨¢sico sobre la farsa de la justicia y de la prensa, de los grandes abogados y de las mismas chicas que matan con entusiasmo y esperanzas. Esta rivalidad tiene, claro, dos protagonistas: ?ngels Gonyalons, que ya es tradicional en el g¨¦nero de Broadway en Barcelona, y que alguna vez ha venido a Madrid, y la joven Mar Regueras, que no desentona en absoluto. Digo, para quien le guste este g¨¦nero, esa manera de cantar o de hacer m¨²sica, y de hablar las cuatro palabras que tiene el texto.

El musical perdido

Yo soy de los tiempos de la gran revista americana, de Cole Porter o de Irving Berlin, y me parece que el g¨¦nero ha ido cayendo, a veces si se quiere ascendiendo en calidad -aunque no es ¨¦ste el caso-; otras, agot¨¢ndose en sus propios t¨®picos. Tengo admiraci¨®n y nostalgia por el gran musical perdido; y en el otro extremo, en el del teatro casero, de la revista debilucha, la del teatro Mart¨ªn -hoy hundi¨¦ndose-, la del Maravillas -ayer lo cerraron: puede caer definitivamente-, o el Eslava -ahora discoteca-.

Sin llegar a Celia G¨¢mez, que domin¨® el g¨¦nero, docenas y docenas de revistuchas con m¨²sicas populares de Alonso, de Moraleda o hasta de Guerrero, repletas de actores c¨®micos, de chosyes de una desverg¨¹enza controlada, y de vedettes excelentes, hicieron nuestro musical madrile?o y catal¨¢n; y resulta que yo ahora lo echo de menos viendo este Chicago de tanta fama mundial.

No es que yo crea que se podr¨ªa hacer una revisi¨®n de aquel g¨¦nero menor: se ha intentado en la televisi¨®n, con resultados muy dudosos, y hasta la indiscutible estrella del g¨¦nero, Lina Morgan, ha terminado por abandonarlo. Pero entiendo menos la importaci¨®n de musicales. No es que se hagan mal: he visto algunos espect¨¢culos en Broadway que no ten¨ªan la calidad de las versiones espa?olas, aunque tambi¨¦n me ha pasado al rev¨¦s.

Pero parece que la raz¨®n de estas importaciones est¨¢ clara: el p¨²blico va, incluso viene a Madrid para no perd¨¦rselo, y parece pasarlo bien, como el mi¨¦rcoles lo pasaron en el teatro Apolo. Es una raz¨®n que tiene mucho m¨¢s peso que el que yo me aburra, la orquestaci¨®n me parezca simple, las voces un poco pobres y la actuaci¨®n insuficiente. Ah, pero siempre quedan las chicas. Y la verdad es que la revista fue siempre el gran amparo de los viejos verdes. Iban a la primera fila del Mart¨ªn, y, adem¨¢s, alquilaban gemelos de teatro. Ese valor no se ha perdido.