La Habana, ciudad vigilada
Cientos de agentes patrullan pidiendo papeles a negros, mulatos y mujeres "con caracter¨ªsticas"
La Habana Vieja es desde hace tres meses el laboratorio de una gigantesca operaci¨®n policial cuyo objetivo declarado es frenar la delincuencia y lavar la cara de la capital. Pero la operaci¨®n policial va mucho m¨¢s all¨¢ de una simple batida contra la delincuencia. "Se trata de una batalla general contra todo lo que signifique desorden, delito, irrespeto a la autoridad, desideologizaci¨®n, negocios il¨ªcitos, descontrol social", admite un funcionario cubano.La ofensiva, presentada casi como una tarea estrat¨¦gica para salvar la revoluci¨®n, comenz¨® por el casco hist¨®rico por una raz¨®n sencilla: por este municipio de cuatro kil¨®metros cuadrados y 180.000 habitantes pasa la mitad de los turistas que viajan a Cuba. Antes ¨¦sta era una zona de hurtos y tirones, de ni?os pedig¨¹e?os y jineteras (prostitutas). Ahora muchos de estos personajes han desaparecido y los delitos se han reducido en un 75%, pero hoy, para pasear por la calle Obispo o tomarse un mojito en la Plaza de la Catedral, hay que compartir acera con cientos de agentes que patrullan la Habana Vieja en pareja o con perros.
En principio, cualquier cubano joven, sobre todo si es negro o mulato, puede ser sospechoso. M¨¢s si lleva un bulto o anda con turistas. Aunque la sospechosa por excelencia suele ser cubana, moderadamente guapa y llevar ropa ajustada o el ombligo al aire.
Por caminar cerca de un hotel, a una conocida presentadora de la televisi¨®n cubana la polic¨ªa le pidi¨® su carn¨¦ de identidad en dos ocasiones en pocas horas. Alguien increp¨® a un agente que actu¨® as¨ª con una joven economista frente a las oficinas de la Lonja del Comercio, a lo que el guardia contest¨®: "Yo s¨®lo cumplo ¨®rdenes. Ella posee caracter¨ªsticas".
Si a la chica en cuesti¨®n se le hubiesen comprobado las mencionadas caracter¨ªsticas, o, peor a¨²n, si figurase en su pasado alguna advertencia policial por andar con extranjeros en instalaciones tur¨ªsticas, lo m¨¢s probable es que hubiese acabado en el llamado "Centro de recepci¨®n, clasificaci¨®n y procesamiento de prostitutas de Ciudad de La Habana", lugar de nombre largo y oscuro por el cual en 1998 pasaron cerca de 7.000 mujeres, presuntas jineteras.
Seg¨²n datos oficiales, m¨¢s del 50 % de estas chicas no eran de la capital, y despu¨¦s de varios d¨ªas de procesamiento, la mayor¨ªa fueron enviadas de vuelta a sus provincias.
Algunas de ellas han aparecido estos d¨ªas en la televisi¨®n cubana reconociendo haber ejercido la prostituci¨®n y afirmando entre llantos estar arrepentidas. Para las jineteras "reincidentes y de reiterada conducta antisocial", se ha previsto el internamiento "en centros de rehabilitaci¨®n". La intenci¨®n es crear uno por provincia.
El propio presidente cubano, Fidel Castro, revel¨® algunos de estos datos el 5 de enero al pronunciar un discurso ante 5.000 polic¨ªas en La Habana. Ese d¨ªa, Castro present¨® la nueva ofensiva policial, que no se circunscribe a La Habana Vieja, ni tampoco s¨®lo a luchar contra la prostituci¨®n o delitos como el proxenetismo, el robo con fuerza o el tr¨¢fico de drogas, que se han incrementado notablemente en los ¨²ltimos a?os.
En el barrio residencial y diplom¨¢tico de Miramar se pueden apreciar en toda su magnitud las proporciones del despliegue policial. En esta zona es com¨²n que revendedores de queso, naranjas o leche en polvo vayan de casa en casa ofreciendo su mercanc¨ªa. Desde hace semanas, la oferta se ha visto muy disminuida.
"La polic¨ªa te para en cuanto te ve en la calle con una jaba [bolsa]. Si llevas m¨¢s productos de la cuenta, te los decomisan y te ponen una multa de 500 pesos [unas 3.000 pesetas]", cuenta Julia, experta sherpa de la bolsa negra.
En Miramar y en otros repartos de la ciudad comenzar¨¢ en breve tambi¨¦n otra batalla. ?sta es m¨¢s ideol¨®gica. Va dirigida contra las antenas parab¨®licas y de UHF con las que los cubanos m¨¢s pudientes y espabilados captan los canales norteamericanos. Desde hace semanas, en los n¨²cleos del Partido Comunista se ha comenzado a "orientar" a los militantes que deben "chequear" en sus barrios qui¨¦n tiene este tipo de antenas y exhortar a que las quiten.
Otro episodio que refleja el esp¨ªritu del momento es lo ocurrido en un c¨¦ntrico hotel de La Habana. La polic¨ªa introdujo hace d¨ªas a una supuesta jinetera que soborn¨® con dinero marcado a los vigilantes del establecimiento para que la dejasen subir a la habitaci¨®n con un turista espa?ol. Ocho custodios del hotel fueron capturados y expulsados.
Para hacer frente a la actual ofensiva contra todo lo que sea "indisciplina", "desobediencia" y "desconocimiento del orden", las autoridades han hecho un llamamiento general a los j¨®venes para que entren en la polic¨ªa. El objetivo es que 7.000 agentes patrullen La Habana (2,1 millones de habitantes).
Uno de los requisitos es poseer "cualidades pol¨ªtico-morales acordes a los principios ¨¦ticos de nuestra sociedad socialista". No se habla de los "est¨ªmulos". Pero en la calle ya ha comenzado a circular la oferta que se est¨¢ haciendo a los interesados: salario de hasta 500 pesos (un m¨¦dico gana 400) y una bolsa mensual con algunos productos que s¨®lo se pueden comprar en las tiendas de d¨®lares, como el jab¨®n, el aceite o los champ¨²s.
Las medidas para luchar contra la prostituci¨®n (en muchas discotecas y cabar¨¦s no se deja entrar a chicas solas) a veces son tan severas que ya han tenido p¨¦simas consecuencias para algunos locales. Por ejemplo, en el caf¨¦ Cantante de La Habana, antes una de las salas m¨¢s animadas, en la que se hac¨ªan cajas diarias de 6.000 d¨®lares (900.000 pesetas), la recaudaciones ahora no llegan a los 1.000, y el ambiente a veces es de retiros espirituales. El gobierno reconoce que las causas del delito son en gran medida econ¨®micas, y admite que s¨®lo con medidas policiales no se puede ganar la actual batalla. Sin embargo, para nadie es un secreto que el Estado no puede garantizar hoy a sus ciudadanos mucho m¨¢s de lo que les da ahora. En todo caso, buena parte de la poblaci¨®n ha aplaudido las medidas. Ahora en La Habana Vieja, el Vedado y Miramar se camina m¨¢s tranquilo; ha bajado la delincuencia y ya no hay casi jineteras en el malec¨®n. Pero la calle est¨¢ tomada por mucha, mucha polic¨ªa.
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