El Ejido
La base del bienestar de un pueblo andaluz como El Ejido, municipio ¨¦ste donde se registra la mayor concentraci¨®n bancaria espa?ola, descansa no s¨®lo en el esfuerzo y la imaginaci¨®n de sus laboriosos parroquianos, sino tambi¨¦n en la briega continua, y muchas veces miserablemente remunerada, de una gran mayor¨ªa de inmigrantes. Los pl¨¢sticos envuelven un sue?o agr¨ªcola hecho realidad a base de tes¨®n y car¨¢cter; pero tambi¨¦n cobijan una pesadilla social que est¨¢ directamente relacionada con los beneficios del capital. Tampoco es nueva esta figura: el que no tiene nada s¨®lo puede vender su fuerza de trabajo desde la m¨¢s absoluta vulnerabilidad. Y el dinero no suele ser compasivo. El que tiene un duro intentar¨¢ siempre multiplicarlo sobre la base de distra¨¦rselo al que le trabaja para que la ecuaci¨®n de sus inversiones le sea dulcemente lucrativa. El Ayuntamiento pepero de El Ejido, lejos de reconocer la contribuci¨®n laboral de los inmigrantes en el bienestar de su pueblo, acaba de viajar al extremo m¨¢s duro del neoliberalismo. Ahora que desde Madrid est¨¢n recomendando un garbeo por el centro, Juan Enciso, su alcalde, marca la diferencia ideol¨®gica en su partido, situ¨¢ndose en esa vergonzante orilla donde a¨²n brillan los luceros. No s¨¦ si Enciso es de comuni¨®n diaria; pero muy grave penitencia tiene lo que acaba de hacer con los 22 saharianos a los que desaloj¨® de un almac¨¦n donde viv¨ªan por la necesidad de recuperar "la seguridad, salubridad y ornato p¨²blico mediante la limpieza y desinfecci¨®n" del almac¨¦n. Lo que est¨¢ pasando en esos pueblos andaluces donde la inmigraci¨®n africana se ha instalado para hacer el trabajo que nosotros no queremos hacer trae al pairo a nuestros responsables pol¨ªticos. Ya sean de la Administraci¨®n local o auton¨®mica. Incluso estos graves desajustes sociales les valen para alimentar sus respectivas pol¨ªticas de confrontaci¨®n. Todo depende de la habilidad con que se maneje el caso. Pero la realidad es que por razones de desinfecci¨®n 22 inmigrantes fueron desalojados del ¨²nico techo que ten¨ªan, el de un almac¨¦n. Y lo fueron sin que Juan Enciso buscara un alojamiento alternativo. A la mismisima calle, a fin de cuentas son moros. Y los moros s¨®lo sirven para hacer pinchitos o para el relumbr¨®n imperial de aquella guardia mora de Franco. Qu¨¦ tiempos aquellos, ?verdad Juan?J. F?LIX MACHUCA
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