Inercia
Las encuestas de tercer aniversario se?alan una ventaja de siete puntos a favor del partido de Aznar, y la diferencia es tan notoria que comienza a dibujarse la ominosa posibilidad de una victoria popular por mayor¨ªa absoluta. Se me dir¨¢ que tampoco ser¨ªa tan grave, pues aunque nada m¨¢s sea por avidez de poder, la derecha espa?ola se ha visto obligada a moderar sus formas para guardar las apariencias. Y adem¨¢s, la mayor¨ªa absoluta le permitir¨ªa a Aznar independizarse de los nacionalistas, encontrando la convicci¨®n necesaria para ponerlos en su lugar. As¨ª que resignaci¨®n y a conformarse, pues no hay mal que por bien no venga. Un razonamiento semejante es el que quiz¨¢ podr¨ªa hacer entender la inexplicable ventaja cobrada por Aznar.Y es que, a pesar de la bonanza, no hay razones objetivas que justifiquen la ruptura del empate t¨¦cnico que equilibraba las expectativas electorales. Es verdad que la macroeconom¨ªa va muy bien, pues sus fundamentos (deuda, d¨¦ficit, inflaci¨®n, etc¨¦tera) se han saneado sobremanera. Pero los efectos microecon¨®micos se han distribuido de forma desigual, beneficiando casi en exclusiva a las clases propietarias. Y la prueba est¨¢ en que, como el empleo estable apenas ha crecido, todav¨ªa no se ha recuperado la formaci¨®n de nuevas familias, manteni¨¦ndose bajo m¨ªnimos la nupcialidad y la natalidad a pesar de que la generaci¨®n del baby boom atraviesa ahora la edad de casarse y procrear.
Pero incluso admitiendo que a media Espa?a le vaya bien, el coste pol¨ªtico en t¨¦rminos de d¨¦ficit democr¨¢tico invalida cualquier beneficio econ¨®mico. En s¨®lo tres a?os los populares han aprendido a defraudar a un ritmo que a los socialistas les cost¨® nueve a?os alcanzar, blind¨¢ndose adem¨¢s con mayor impunidad. Excuso recordar la lista de esc¨¢ndalos, desde la peculiar desamortizaci¨®n aznarista del sector p¨²blico privatizado hasta la pertinaz lluvia fina de las corruptelas de cada d¨ªa, con su interminable goteo de recalificaciones urbanas, caciquismos arbitrarios y subvenciones a discreci¨®n. Y todo eso por no hablar del resto: instrumentalizaci¨®n de la fiscal¨ªa, intervencionismo medi¨¢tico, resistencia a rendir cuentas ante el control p¨²blico, etc¨¦tera.
Tanto es as¨ª que no se entiende la ventaja que los populares cobran en los sondeos. Y si descartamos la invenci¨®n del personalismo de Aznar, s¨®lo quedan dos explicaciones posibles. Una es atribuir la ventaja no tanto a la delantera que cobran los populares como al retraso que sufren los socialistas: no es que los espa?oles conf¨ªen m¨¢s en Aznar sino que a¨²n desconf¨ªan m¨¢s del PSOE, hasta ahora incapaz de disipar la merecida desconfianza hist¨®ricamente acumulada.
La otra explicaci¨®n es atribuir al electorado la responsabilidad de preferir a Aznar. Y para entenderlo no hace falta recurrir al vivan las caenas o al resignado fatalismo que se conforma con lo malo conocido, como si la cultura pol¨ªtica de los espa?oles aconsejase renunciar a ser ciudadanos para convertirse en s¨²bditos. Sino que puede explicarse como un fen¨®meno c¨ªclico, derivado de una especie de p¨¦ndulo pol¨ªtico. El electorado espa?ol tiene un gran momento de inercia, que le hace ser muy lento de reflejos. Por eso nuestros virajes electorales son como los de un trasatl¨¢ntico, cuya maniobra al cambiar de rumbo concluye mucho tiempo despu¨¦s de haberse iniciado.
De ah¨ª que se tarde tanto en ganar la confianza de los votantes, construyendo un personaje esc¨¦nico y madurando su liderazgo pol¨ªtico. Pero por lo mismo, una vez ganada esa confianza, tambi¨¦n se tarda mucho en perderla, seg¨²n demuestran los casos de Pujol o Gonz¨¢lez. ?Quiere esto decir que los espa?oles somos muy fieles y nos cuesta abandonar a los nuestros, como prueba la baja tasa de separaci¨®n y divorcio? Puede que no se trate de lealtad sino de escepticismo: como desconfiamos del amor s¨®lo creemos en el matrimonio por inter¨¦s, pues pensamos que el cari?o procede de la costumbre por lo que s¨®lo se adquiere con el tiempo. Por eso se ha tardado tanto en querer al poco amable Aznar, aunque conviniera votarle en su momento.
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