Nuestras polic¨ªas
FRANCESC DE CARRERAS De golpe, casi ya olvidado, ha reaparecido en las ¨²ltimas horas el llamado caso de la farmac¨¦utica de Olot, por lo visto a punto de ser definitivamente resuelto. Se trata de un enigma que ha hecho historia y, con todo el respeto hacia el derecho a la intimidad de las personas injustamente afectadas -en primer lugar para la propia Maria ?ngels Feliu y su familia-, el caso re¨²ne condiciones para constituir una brillante pieza literaria ya que, en la imaginaci¨®n popular, en el boca a boca de Olot y de Catalu?a entera o en la realidad de los hechos, todos los elementos necesarios est¨¢n ah¨ª: ambiente de vieja ciudad provinciana y tradicionalista, mezcla de ricos y pobres, ¨¦lites y lumpen marginal, complejas relaciones de familia, amores y misterio. Apasionante. Un Simenon catal¨¢n puede convertirlo en una peque?a obra maestra. Pero no se trata aqu¨ª de hacer literatura, sino de hacer algunas consideraciones sobre la situaci¨®n de las distintas polic¨ªas en relaci¨®n a la pol¨ªtica auton¨®mica. Porque este caso se inscribe muy claramente en la actual pol¨¦mica que, con el trasfondo del traspaso de funciones de los cuerpos estatales a los Mossos d"Esquadra, se inici¨® con la conocida carga del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa en la Universidad Aut¨®noma y ha continuado en los ¨²ltimos d¨ªas con la actuaci¨®n de otro polic¨ªa, ¨¦sta vez de paisano, blandiendo una pistola en una manifestaci¨®n reciente. En el primer caso, la polic¨ªa actu¨® con poca pericia profesional y de forma desproporcionada. En el segundo caso, los hechos son por el momento menos conocidos y hacer juicios sobre la actuaci¨®n policial es, hoy por hoy, prematuro. En ambos, sin embargo, los partidos pol¨ªticos catalanes y los periodistas que informan a la opini¨®n p¨²blica han estado alerta y vigilantes; tal es su obligaci¨®n. Hay que felicitarles, no hay duda, por este comportamiento. Sin embargo, sorprende que tal diligencia en controlar e informar no se ha dado en otros casos, por actuaciones de naturaleza mucho m¨¢s grave, de los que son responsables funcionarios pertenecientes a cuerpos de seguridad distintos. Y este diferente trato es, cuando menos, sospechoso de parcialidad y de esconder intereses m¨¢s inconfesables y, en todo caso, alejados de la publicidad y la transparencia que requiere el ejercicio del poder en un Estado de Derecho. Dos hechos acaecidos hace ya un tiempo y destacados en la prensa de ayer no hab¨ªan sido objeto de una atenci¨®n comparable a los se?alados anteriormente: la muerte de un joven a resultas de un tiro por la espalda, disparado por un polic¨ªa municipal, tras robar un coche en Sabadell, y el herido grave que caus¨® un guardia urbano de Reus jugando con la pistola a la ruleta rusa. A ello debe a?adirse hoy la implicaci¨®n en el caso de Olot de varios miembros de la polic¨ªa municipal. No se trata aqu¨ª de hacer lo mismo pero al rev¨¦s: no se trata por tanto de culpar a una determinada polic¨ªa, en este caso la polic¨ªa urbana, para exculpar a otra u otras, ni se trata de contraponer, demag¨®gicamente, el acierto de la Guardia Civil en Olot a la actuaci¨®n criminal de ciertos miembros de polic¨ªas municipales. Se trata, simplemente, de considerar todos los casos por igual, bajo el mismo rasero, no de resaltar los errores y culpas de unos y no pedir responsabilidades a los otros. Con el agravante de que la parcialidad antes advertida siempre cae del mismo lado. Se pone siempre de relieve la intr¨ªnseca maldad -procedente, se dice, de tiempos antiguos- de los cuerpos estatales y se hace la vista gorda ante las culpas y errores de las otras polic¨ªas, es decir, de "las nuestras". La polic¨ªa, las diversas polic¨ªas -estatales, auton¨®micas y locales- s¨®lo tienen un objetivo: garantizar los derechos de los ciudadanos. Son servidores p¨²blicos con esta ¨²nica finalidad. Y todas estas polic¨ªas son "nuestras": las financiamos con los mismos impuestos y forman parte de un poder p¨²blico global, cuyos dirigentes hemos elegido todos los ciudadanos, y que est¨¢ formado por el Estado, las comunidades aut¨®nomas y los municipios. Por supuesto que los ¨®rganos pol¨ªticos y la opini¨®n p¨²blica deben controlar y estar vigilantes ante los errores, excesos y hasta cr¨ªmenes, en su caso, de la polic¨ªa. Pero deben hacerlo con todas las polic¨ªas, con todas "nuestras polic¨ªas".
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