La apasionada vida de una mujer rebelde
Ana Mar¨ªa Mart¨ªnez Sagi, de 92 a?os, es una de las pocas periodistas vivas de aquella generaci¨®n de los a?os treinta, corazones rebeldes, que irrumpieron en las redacciones de los peri¨®dicos catalanes, monopolizadas por hombres. Sin embargo, Mart¨ªnez Sagi es mucho m¨¢s que una pionera del periodismo. Su rebeld¨ªa la llev¨® a despuntar en el deporte, entonces coto privado del sexo masculino: comand¨® el equipo catal¨¢n que particip¨® en el primer campeonato nacional femenino de atletismo, celebrado en el Madrid ya republicano de octubre de 1931, y obtuvo la medalla de oro en lanzamiento de jabalina. Pero aquella "virgen del stadium" -como la bautiz¨® el periodista C¨¦sar Gonz¨¢lez-Ruano, su primer amor- tambi¨¦n destac¨® en otros deportes: fue subcampeona de tenis, derrotada s¨®lo por la invicta Lil¨ª ?lvarez, y practic¨® con ¨¦xito el baloncesto y la nataci¨®n. Pero donde m¨¢s brill¨® fue en el campo de las letras, como recogen los encendidos elogios de Unamuno, Machado y Lorca. El primero la lleg¨® a comparar incluso con santa Teresa de Jes¨²s: "Una voz de mujer y de poeta indiscutible se alza gallarda, sumergiendo al coro de poetisas y poetisos h¨ªbridos. En el menguado horizonte po¨¦tico femenino de Espa?a, dos nombres cuentan: el de la m¨ªstica Teresa de ?vila y el de esta pagana Ana Mar¨ªa Mart¨ªnez Sagi". Todo un elogio para la joven escritora, que con s¨®lo 22 a?os public¨® sus primeros poemas, Caminos (1929). Aunque siempre escribi¨® poes¨ªa en castellano, tambi¨¦n consigui¨® ver premiado su ¨²nico poema en catal¨¢n, Estiu, que en 1932 gan¨® el premio Joan Cabot. Rebelde por naturaleza, defendi¨® las ideas m¨¢s avanzadas de la ¨¦poca. Incansable luchadora feminista, fund¨® el Club Femen¨ª i d"Esports y se convirti¨® en la primera mujer con cargos de responsabilidad en la junta directiva del FC Barcelona, de la que dimiti¨® por la oposici¨®n de los socios. Muy joven, abraz¨® la causa republicana. En una ocasi¨®n se neg¨® a besar la mano de las Infantas y eso le cost¨® la expulsi¨®n del selecto club de tenis en el que jugaba, y escandaliz¨® al p¨²blico del Lyceum Femenino de Madrid con sus teor¨ªas igualitarias, asegurando que en el club que ella representaba no hab¨ªa jerarqu¨ªas, "s¨®lo compa?eras de verdad, preocupadas por la cuesti¨®n social". En 1932, se integr¨® en el Front ?nic Femen¨ª Esquerrista de Catalunya. Como periodista, escribi¨® tanto en catal¨¢n como en castellano, y colabor¨® con las revistas Cr¨®nica y Estampa, las publicaciones gr¨¢ficas m¨¢s populares de la ¨¦poca, seg¨²n indica el escritor y grafista Ray Ferrer, que recientemente ha organizado una exposici¨®n sobre las mujeres periodistas de la Rep¨²blica. Mart¨ªnez Sagi entr¨® a formar parte de la redacci¨®n de una de las principales publicaciones en catal¨¢n de los a?os treinta, el peri¨®dico republicano La Rambla, donde cultiv¨® todo tipo de g¨¦neros, desde el deporte hasta el teatro. Precisamente en su trabajo como cr¨ªtica teatral, conoci¨® durante los ensayos de Do?a Rosita la soltera o el lenguaje de las flores a la actriz catalana Margarida Xirgu y a Federico Garc¨ªa Lorca. Contagiada por la simpat¨ªa del poeta andaluz, entabl¨® con ¨¦l una gran amistad, gracias a la cual consigui¨® conservar su puesto de redactora despu¨¦s un grave desliz profesional. Con la excusa de ir a esquiar a La Molina, Mart¨ªnez Sagi no asisti¨® al estreno de la obra y con la complicidad de los linotipistas del peri¨®dico, dej¨® la rese?a preparada. Sin embargo, una s¨²bita enfermedad de la Xirgu oblig¨® a suspender el estreno, lo que no evit¨® que el art¨ªculo saliera publicado al d¨ªa siguiente. La c¨®lera del director s¨®lo pudo ser aplacada por la gracia de Garc¨ªa Lorca, que se present¨® a su despacho para interceder por la p¨ªcara periodista. Pero la tragedia pronto se abati¨® sobre aquellos personajes. El director de La Rambla, el empresario y presidente del Bar?a Josep Sunyol y Garriga, y el poeta andaluz fueron asesinados al comienzo de la guerra civil. Mart¨ªnez Sagi, sin embargo, no se amilan¨® y sirvi¨® al bando republicano de la mejor forma que sab¨ªa: con su pluma. Independiente por naturaleza, se dirigi¨® con su propio coche -un llamativo Volkswagen de color rojo comprado a plazos- al frente de Arag¨®n para descubrir a los lectores las vicisitudes de las milicias. All¨ª conoci¨® a Durruti, que la bautiz¨® con el apodo de La arist¨®crata por su origen de alcurnia. Mart¨ªnez Sagi hab¨ªa nacido en 1907 en el seno de una rica familia de la burgues¨ªa industrial catalana, pero estaba luchando justo a los m¨¢s oprimidos. A la pregunta de por qu¨¦ se fue con los anarquistas, responde con cierto orgullo: "Eran muy valientes". Tras la guerra, Mart¨ªnez Sagi se exili¨® a Francia, y durante la II Guerra Mundial colabor¨® con la Resistencia en el salvamento de numerosos jud¨ªos que hu¨ªan del Gobierno fascista de Vichy, por lo que m¨¢s tarde fue condecorada. Al terminar la guerra se fue a Par¨ªs, donde trabaj¨® como asesora editorial. All¨ª trab¨® amistad con el escritor Andr¨¦ Maurois, a quien daba clases de espa?ol. Segu¨ªa escribiendo, pero para redondear sus ingresos decidi¨® rescatar su afici¨®n a la pintura y empez¨® a vender sus propios cuadros. Le result¨® bien, porque como pintora gan¨® bastante m¨¢s dinero que con el periodismo y la poes¨ªa. Durante los a?os cincuenta, Mart¨ªnez Sagi pareci¨® acariciar la cima de su felicidad; hab¨ªa dejado tras de s¨ª los problemas econ¨®micos de los primeros a?os de exilio y hab¨ªa conocido al amor de su vida, un ingeniero de caminos con el que tuvo una hija, Patricia. Pero la tragedia volvi¨® a aparecer en su vida y la muerte se los arrebat¨® de golpe. ?l muri¨® en 1958 a causa del estallido de una mina y un a?o despu¨¦s le sigui¨® su hija, con s¨®lo 8 a?os, a causa de un ataque de meningitis. Huyendo de aquel "abismo de mi tormento", emigr¨® a Estados Unidos, donde imparti¨® clases de castellano y franc¨¦s en el Knox College de Illinois. En 1969 regres¨® a Espa?a y public¨® Laberinto de presencias, una antolog¨ªa de sus poemas, que pas¨® casi desapercibida a pesar de que conten¨ªa sus mejores poes¨ªas, adem¨¢s de la preciosa y emotiva dedicatoria a su hija: "T¨² no te sentir¨¢s nunca sola, porque te dejo el m¨¢s puro de mi menguados tesoros: este libro, y con ¨¦l, el m¨¢s rico de los derechos humanos. El derecho a so?ar". Estos recuerdos pueblan ahora los d¨ªas de Ana Mar¨ªa Mart¨ªnez Sagi en una luminosa habitaci¨®n de una residencia de Santpedor. A¨²n tiene el coraz¨®n rebelde y se resiste a los estragos de la vejez, que la ha postrado en una silla de ruedas. Cada rinc¨®n de su habitaci¨®n es como un museo, repleto de retazos de su pasado: dos viejas grabadoras, libros de Lorca, fotos de Antonio Machado, de Camus, la c¨¢lida dedicatoria de Maurois y coloridos cuadros pintados por ella. Tal vez un d¨ªa, an¨®nimamente, se hubiera dado "de baja de la n¨®mina de los vivos", como ella describe a la muerte, si no hubiera aparecido el premiado escritor Juan Manuel de Prada, que por casualidad descubri¨® en 1997 uno de sus poemas. Sorprendido por la calidad de los versos, empez¨® a indagar d¨®nde se hallaba su autora y no par¨® hasta encontrarla en su casa de Moi¨¤, antes de que se instalara en la residencia en la que vive ahora. De Prada desenterr¨® del olvido a la anciana y ¨¦sta, agradecida, comparti¨® con ¨¦l sus innumerables recuerdos. El escritor ya ha escrito varios art¨ªculos sobre la poetisa catalana y pr¨®ximamente publicar¨¢ una biograf¨ªa.
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