Roberto Verino envuelve su colecci¨®n de un lujo finisecular
?ngel Schlesser ordena su estilo sobre las bases de la simplicidad
La primera jornada de los desfiles de los disidentes de la Pasarela Cibeles ha cursado con un gran ¨¦xito de convocatoria y de aceptaci¨®n de las propuestas de los modistas. El fuego granado lo abri¨® Roberto Verino con una colecci¨®n plena de lujo y fantas¨ªa y la cerr¨® ?ngel Schlesser con un criterio de imponer la nobleza material de la prenda sobre cualquier otra consideraci¨®n estil¨ªstica o de tendencia al uso.
En un vern¨¢culo palacete cercano al paseo de la Castellana y en el mejor estilo parisino, Roberto Verino se volc¨® en la creaci¨®n de un desfile que ten¨ªa que mostrar toda su fuerza y capacidad, respondiendo con sus propios medios de organizaci¨®n a la macroestructura que ofrec¨ªa la Pasarela Cibeles. La planta baja de la casa se convirti¨® en un recoleto y teatral recorrido bordeado por esas caracter¨ªsticas sillas de concierto, tan doradas como francesas, y el color granate junto a una lluvia de purpurina al tono terminaban de tejer una atm¨®sfera donde s¨®lo faltaban las crujientes tablas del teatro.La primera en bajar la escalera p¨²rpura fue la bailarina espa?ola Tamara Rojo: hier¨¢tica y lenta, parec¨ªa una diva finisecular, extra¨ªda de un cuadro de Boldini o de Clarin, pod¨ªa pensarse que su vestido recreaba los de Eleonora Duse o, m¨¢s cerca todav¨ªa, los de la misteriosa Ida Rubinstein, donde Verino ha zigzagueado por los mismos fueros de aquellas estrellas de anta?o: tejidos negros transparentes con secretos bordados al tono, escotes de gran sugerencia y ninguna demostraci¨®n, cortes rectos y largos que se prolongan siempre de la media pierna al tobillo, todo ello cubierto por abrigos donde luc¨ªa el vis¨®n y la tela de mant¨®n de Manila, con sus caracter¨ªsticos bordados florales; esa misma manufactura aparec¨ªa en pu?os e interiores de otras prendas, dando el mismo acento nada folcl¨®rico y s¨ª elegant¨ªsimo en los largos flecos que luci¨® Eugenia Silva.
La ropa masculina fue iniciada con la sobriedad de percha que es Cameron, con abrigos largos que evocaban los de la I Guerra Mundial, y con una paleta que iba del verde oliva y el caqui oscuro hasta el negro. Los chicos lucieron terciado un bolso de cartero de unas proporciones c¨®modas y actuales y donde cabe, por ejemplo, desde un ejemplar de una revista de dise?o a un maxi single.
Verino present¨®, en contraste, una especie de l¨ªnea clara en tonos arena, donde hab¨ªa algo cercano al Montecarlo que vivi¨® y disfrut¨® Diaghilev y su tropa con faldas bajo la rodilla de seda cubiertas por otra de tul emplisado irregular. Los hombres de esta serie ten¨ªan un corte que demostraba poder y seguridad. El calzado siempre fue muy duro para ellos y de un discreto tac¨®n carrete para ellas: otro motivo neomodernista.
El desfile de ?ngel Schlesser mostr¨® los cortes vivos en el fieltro y su inveterado inter¨¦s por los tejidos de gran nobleza. Hay que destacar sus chaquetas cortas, aparentemente simples, y una peque?a serie con bandas pintadas a mano, como si un brochazo gestual diera vida a una exquisita figura de cera donde la lana aportaba su ternura y pureza.
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