Dama sedente, docta y bella

Pl¨¢cida la expresi¨®n. Sereno el porte. Y el atav¨ªo, delicadamente bello. Beatriz Galindo, quien fuera la primera gran dama de las letras espa?olas en el siglo XV, espera en efigie el comienzo de un viaje hacia la periferia de Madrid. Se encuentra sentada con mansedumbre junto a un alzado atril. Un libro abierto descansa a su lado. Su mano, pareciera hojear con suavidad las plegadas p¨¢ginas.M¨¢s conocida por su apodo de Latina (Salamanca, 1475-Madrid, 1534), quien fuera consejera ¨¢ulica de la reina Isabel de Castilla y fundadora de dos conventos madrile?os, reposa en un taller de la calle de San Felipe Neri, a un paso de la plaza Mayor. El mes pr¨®ximo, la estatua ser¨¢ izada sobre un pedestal enclavado en una isleta adoquinada y arbolada junto a la Puerta del ?ngel, en el paseo de Extremadura. El distrito de Latina acoger¨¢ la estatua de quien siglos despu¨¦s de su f¨¦rtil aporte a las letras espa?olas diera nombre a esta zona tan hu¨¦rfana de ornamentaci¨®n.

El taller donde ella espera pertenece a Jos¨¦ Luis Par¨¦s, escultor madrile?o, hijo y nieto de escultores. En el peque?o espacio que ha alumbrado decenas de estatuas madrile?as, ininterrumpidamente desde 1909, el artista, profesor de la Facultad de Bellas Artes, ide¨® el monumento al jurista Alonso Mart¨ªnez, en la plaza de su nombre, uno de los mejor emplazados e iluminados de Madrid; tambi¨¦n, el busto del maestro Alonso, en la calle de Alcal¨¢ frente al Casino, entre muchas otras obras. La de Beatriz Galindo ser¨¢, sin duda, un hito en la arteria madrile?a, por su estatura, su belleza y sus dimensiones.

La estatua mide ahora algo m¨¢s de dos metros. Sobre la peana que le aguarda, alcanzar¨¢ hasta tres metros y medio. Par¨¦s la ha modelado en un barro anaranjado, que refleja el dulce brillo del agua. Pronto va a ser fundida en bronce. Muestra la templanza de esp¨ªritu que ha de acompa?ar al pensamiento y la creaci¨®n. Sobre los cuidados pliegues de su atuendo destaca un collar con sus iniciales. Peque?os alfileres que pronto desaparecer¨¢n bajo el metal marcan hoy cada cuenta, como puntos de luz que se integran en la luminosidad de una figura sedente, de cuya cuidada capa de armi?o destaca el fino brocado g¨®tico que Mar¨ªa Jes¨²s Romero, artista ayudante de Par¨¦s, le ha procurado.

Guarda las proporciones aplicadas por Miguel ?ngel Buonarroti: "Ocho cabezas hasta el tobillo", explica Par¨¦s. Modificado el canon del griego Policleto, que abarcaba pareja medida aunque hasta la planta del pie, las estatuas esculpidas bajo el metro del aretino cobran una elegancia que, de mediar una factura repleta, como es el caso, se transforma en energ¨ªa y presencia. El arquitecto que ha documentado la estatua ha elegido para informar su peana un verso de Lope de Vega con el que traz¨® la semblanza de la gran pensadora : "Aquella Latina que apenas nuestra vista determina si fue mujer o inteligencia pura, docta con hermosura y santa, en lo dif¨ªcil de la Corte". Ahora, Beatriz Galindo podr¨¢ ser recordada sobre los labrant¨ªos que, con el tiempo integrados a la urbe, llevan ahora su nombre.