El cuervo MERCEDES ABAD
Aquello s¨ª fue un ¨¦xito clamoroso y fulminante, apote¨®sico. Puede que nunca un poema haya cosechado tanto entusiasmo entre los c¨ªrculos literarios ni tanto fervor popular como el que salud¨® la aparici¨®n de El cuervo (The raven). Y eso que por aquel entonces -estamos en 1845- no hab¨ªa ni radio ni televisi¨®n. Puede que, como apunta Baudelaire no sin cierta malicia, los literati norteamericanos llevaran tiempo aguardando algo as¨ª para librarse al fin de su sempiterno complejo de inferioridad con respecto a Europa. Hasta es posible que la leyenda negra que aureolaba a su autor -borracho, turbulento, atormentado, fanfarr¨®n, plagiario y casado con una especie de Lolita mucho antes de que Nabokov patentara el concepto- tuviera algo que ver con la fulgurante acogida que se le dispens¨®. Sea como fuere, Norteam¨¦rica entera se quit¨® el sombrero, aclam¨® El cuervo como una de las m¨¢s altas cumbres del romanticismo y se prostern¨® enardecida a los pies de Edgar Allan Poe. Tanto es as¨ª que las damas acud¨ªan en tropel a sus conferencias, subyugadas por el irresistible atractivo del hombre y con la esperanza de o¨ªrlo recitar su celebrado poema, lleno de desasosegante y l¨²gubre belleza y en cuyas asombrosas sonoridades puede uno llegar a o¨ªr n¨ªtidamente, con un inevitable escalofr¨ªo, el ominoso batir de las alas del cuervo. While I nodde, nearly napping, suddenly there came / a tapping, / As of someone gently rapping, rapping at my chamber door / "T is some visiter", I muttered, "tapping at my chamber door- / Only this and nothing more". Pero la sombra del cuervo era demasiado alargada para contentarse con una fama ef¨ªmera. En 1963, Roger Corman lo llevaba a la pantalla, con el inefable Vincent Price como protagonista. No fue el primero: al parecer, existen dos versiones que datan de los albores del cine y que, lamentablemente, no pueden encontrarse ni en los archivos de la Filmoteca. De cualquier forma, los amantes del g¨¦nero g¨®tico est¨¢n de enhorabuena: Tinieblas Gonz¨¢lez, un vasco de 27 a?os, apasionado lector de Poe desde los 12, adicto a Corman y las pel¨ªculas de la Hammer y ganador del premio al mejor cortometraje del Festival de Cannes de 1998, con un estremecedor cuento cruel que lleva por t¨ªtulo Por un infante difunto, acomete ahora el ambicioso proyecto de llevar El cuervo al cine en su versi¨®n original en lengua inglesa, pues dif¨ªcilmente una traducci¨®n podr¨ªa dar cuenta del soberbio entrelazamiento de ritmos y rimas. Tinieblas Gonz¨¢lez (?habr¨¢ alguien que se llame L¨¢mparas Aznar?) es un tipo singular. Y con agallas, voto a br¨ªos. No s¨®lo ha tenido en su casa todo tipo de ar¨¢cnidos y ofidios (aunque ha mantenido relaciones de estrecha y tierna camarader¨ªa con boas, pitones y cobras, la serpiente mamba es la ¨²nica con la que no se ha atrevido hasta el momento), sino que ahora mismo ni siquiera pesta?ea ante la idea de rodar con un p¨¢jaro de mal ag¨¹ero como es el cuervo. "En cine, explic¨® en la presentaci¨®n barcelonesa de su proyecto en el F¨®rum FNAC, hay dos mandamientos: nunca ruedes con ni?os ni con animales; en mi primer corto rod¨¦ con un ni?o como protagonista y ahora con un cuervo". Encontrar al cuervo ha sido una misi¨®n llena de vicisitudes: "El corvus orientalis, un ejemplar de unos 50 cent¨ªmetros, es el que se emplea en publicidad. Pero yo quer¨ªa un corvus corax, mucho m¨¢s impresionante, porque alcanza el metro veinte con las alas desplegadas y tiene un pico de cuatro cent¨ªmetros". Y aunque encontraron lo que buscaban, Tinieblas ha encargado una r¨¦plica mec¨¢nica del p¨¢jaro, por si al de carne y hueso le da por ponerse temperamental durante el rodaje. La adaptaci¨®n del poema, escrita por Tinieblas y por Karra Elejalde (que deb¨ªa ser el protagonista pero ha sido sustituido por Gary Piquer por problemas de agenda) ser¨ªa ¨ªntegramente rodada en interiores, en un plat¨® de 200 metros que incluye la minuciosa recreaci¨®n de un cementerio del siglo XIX a escala natural y se convertir¨¢ en el piloto para un largometraje en el que diversos j¨®venes realizadores vascos adaptar¨¢n distintas historias de Poe. Todo un desquite g¨®tico en un cine que, desde los entra?ables pastiches de Javier Aguirre, con Paul Naschy ante la c¨¢mara, apenas si se hab¨ªa aventurado por l¨®bregos derroteros.
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