Decenas de ni?os marroqu¨ªes son llevados cada d¨ªa a la fuerza a la frontera de Ceuta
Querella contra las autoridades locales por supuesta detenci¨®n ilegal y prevaricaci¨®n
Un peque?o ej¨¦rcito de menores marroqu¨ªes sin nombre ni domicilio deambula por las calles de Ceuta. Estos ni?os -cerca de un millar- se han convertido en un quebradero de cabeza para las autoridades locales, sobre las que pesa una querella por supuesta detenci¨®n ilegal y prevaricaci¨®n. Decenas de ellos son capturados cada d¨ªa y entregados a la polic¨ªa marroqu¨ª, que a su vez los detiene y libera para que regresen a Ceuta. El vaiv¨¦n no es delito en Marruecos, pero puede serlo en Espa?a: la Ley de Protecci¨®n del Menor obliga a acoger a cualquier ni?o desamparado que pise territorio nacional.
Tres agentes de la Polic¨ªa Local de Ceuta han denunciado ante la fiscal¨ªa de C¨¢diz que estos traslados forzosos de menores hasta la frontera constituyen una pr¨¢ctica habitual en Ceuta. Seg¨²n el testimonio de Manuel Navia, Juan Luis Ramos y Antonio Espinosa, la polic¨ªa auton¨®mica y agentes parapoliciales contratados por el Ayuntamiento detienen diariamente a decenas de menores indocumentados; los trasladan hasta un garage y son conducidos en furg¨®n, mezclados con los adultos, hasta el paso fronterizo de El Tarajal. All¨ª son entregados, previa firma de un documento que reconoce, parad¨®jicamente, su condici¨®n de "desvalidos". La polic¨ªa marroqu¨ª vuelve a detenerlos. En cuanto quedan libres cruzan otra vez hacia Espa?a, agazapados entre los coches, reptando por las alcantarillas o corriendo en pandillas de 20 o 30. Y as¨ª una y otra vez, como en un juego de p¨¬ng-pong en el que ellos son la pelota que nadie quiere. "Siempre son los mismos chicos, unos 300 o 400", comenta el delegado del Gobierno en Ceuta, Luis Vicente Moro, que acaba de firmar un convenio con dos ONG para auxiliar a estos menores. Despu¨¦s de la denuncia, los polic¨ªas fueron destinados a custodiar el cementerio. La suspensi¨®n de empleo y sueldo que vino despu¨¦s les obliga a malvivir de un seguro (Espinosa), como camarero (Ramos) o de la peluquer¨ªa de su mujer (Navia). Pero su testimonio ha servido para que cinco ONG hayan presentado una querella contra los cuerpos de seguridad, la delegaci¨®n del Gobierno y los responsables gubernativos de la Ciudad Aut¨®noma de Ceuta por los presuntos delitos de prevaricaci¨®n y secuestro. La demanda, defendida por los abogados Juan Domingo Valdenero y Gonzalo Mart¨ªnez-Fresneda, recuerda que la Ley de Protecci¨®n Jur¨ªdica del Menor obliga a los poderes p¨²blicos a garantizar a los ni?os desamparados -sin familia que les proteja- atenci¨®n jur¨ªdica, sanitaria y educativa mientras contactan con sus familias. La ley autoriza su repatriaci¨®n s¨®lo si se comprueba que la vuelta a casa resulta beneficiosa para ellos.Omar, de 14 a?os, y cuatro de sus amigos que a¨²n no han cumplido los 12 miran asombrados a los periodistas cuando se les pregunta si la polic¨ªa ha tratado de averiguar sus nombres o el de sus familias, o si se les ha facilitado cobijo en alg¨²n centro oficial. Parecen m¨¢s preocupados por apilar los cartones que habr¨¢n de resguardarles durante la noche. Han buscado un rinc¨®n protegido del fr¨ªo, pr¨®ximo a una gasolinera y a amplias calles por las que salir corriendo si se presenta la polic¨ªa. Visten pantalones y jerseys desajustados: o les cuelgan o no abrochan. Al¨ª, Mohamed, Omar, Mustaf¨¢ y Habib -as¨ª dicen llamarse, aunque despu¨¦s reconocen que se han inventado los nombres- cuentan historias de familias rotas por fallecimientos o abandonos, madres dedicadas al contrabando y padres que paran poco por casa. "Mi pap¨¢ est¨¢ embrujado y no puede trabajar", comenta uno. Todos recuerdan muchos hermanos y poca comida. Han llegado desde la provincia de Tetu¨¢n (Marruecos) y se enorgullecen de conocer mil trucos para "buscarse la vida" en Espa?a, una de las pocas expresiones que conocen del castellano.
"Buenos d¨ªas", saludan a las doce de la noche. Dicen que han aprendido espa?ol en los dos a?os que llevan viviendo en las calles de Ceuta. Pero s¨®lo pronuncian el nombre de Juan, un polic¨ªa que les da bocadillos en las numerosas ocasiones en que son detenidos, y las palabras "por favor" al extender la la mano en busca de limosna.
La comida, al menos al mediod¨ªa, la tienen asegurada en la parroquia de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca. Cuando no alcanza para todos, acuden a la barriada de El Pr¨ªncipe, al domicilio de una espa?ola que cumple el mandato cor¨¢nico de la caridad con estos peque?os indigentes. El resto del d¨ªa se dedican a mendigar y rebuscar entre la chatarra. Algunos, asegura la polic¨ªa, se han especializado en romper las ventanillas de los coches para robar las herramientas o el paquete de cigarrillos. M¨¢s de un conductor ha dejado puestas las llaves en el contacto y las ha encontrado despu¨¦s esparcidas por el asiento: a los ni?os s¨®lo les interesaba el llavero. Ceuta registra, seg¨²n un portavoz policial, el 20% m¨¢s de peque?os hurtos que el resto de Espa?a, el 40% cometidos por menores. Dentro o fuera de la ley, estos ni?os suelen juntar entre 500 y 1.000 pesetas al d¨ªa, el doble del jornal diario de un alba?il o un pescador de bajura de Marruecos. Por eso no quieren regresar a Marruecos. "Nosotros vivimos aqu¨ª", corean los cinco. "En la calle, en cualquier parte. Es nuestra casa".
Una casa que no se les reconoce en Ceuta. La memoria de la Polic¨ªa Local admite cerca de 1.500 traslados anuales de menores. Argumentan -junto con su abogado, Jos¨¦ Mar¨ªa Stampa Brown- que no est¨¢n desamparados, puesto que tienen familia en Marruecos. Sin embargo, cada d¨ªa puede verse a estos ni?os vagar solos por la frontera o dormir, igual de solos, en los s¨®tanos del edificio de la Gran V¨ªa que separa las viviendas del alcalde y del jefe de la Polic¨ªa Local, o acurrucados como cangrejos entre las rocas de la escollera.
Los menores que conversaron con este peri¨®dico reconocieron, todos menos uno, que a?oran a sus familias. Al¨ª les visitaba un par de veces al a?o. Otro, despu¨¦s del Ramad¨¢n. El peque?o que guardaba qui¨¦n sabe qu¨¦ secreto dijo no querer ver m¨¢s a sus padres. Lo que le interesaba realmente, a ¨¦l y a los otros, era juntarse con otras pandillas, jugar al gato y al rat¨®n con la polic¨ªa de dos pa¨ªses y caer exhaustos sobre los cartones al anochecer. Es su manera de vivir. Un d¨ªa igual al anterior, y probablemente id¨¦ntico al siguiente. Al menos, hasta que el juez de instrucci¨®n de C¨¢diz se pronuncie sobre la querella.
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