Una familia para toda la vida

Ignacio Amestoy, autor de teatro a toda prueba, inicia ahora una trilog¨ªa sobre los Borbones espa?oles. Arranca con estas Violetas para un Borb¨®n que es un retrato de Alfonso XII, contenido en unos instantes de su vida porque el prop¨®sito de este autor es tratar a sus personajes como en una instant¨¢nea (Juan Carlos I aparecer¨¢, dice ¨¦l, en el momento hist¨®rico del 23 de febrero). Pero como los personajes hablan entre s¨ª de lo que conocen y de lo que han conocido, la historia se traza. Uno de estos personajes es un comod¨ªn, o un joker: un buf¨®n tambi¨¦n eterno que mora habitualmente en el purgatorio, pero que desciende -suponiendo que el purgatorio est¨¢ arriba- para continuar junto a sus amos, incluso para jugar con este Alfonso XII a que cambian sus casacas y se ponen cada uno en lugar del otro, en una acci¨®n de payasos de circo que se subraya con la m¨²sica y los movimientos oportunos: el autor usa de los anacronismos como si fueran sus propios comentarios a las situaciones. Tambi¨¦n se le ve pensar en sus alusiones al Pa¨ªs Vasco, objeto de tantas de sus obras y de su devoci¨®n, o a la supuesta unidad de Espa?a. Los otros personajes que est¨¢n junto a Alfonso, que lleva con entereza, voz y sensibilidad el actor Juan Gea, son tres mujeres: su madre Isabel II (Ana Frau), su amante Elena Sanz con la que tuvo hijos varones (Claudia Gravi) y su esposa, Mar¨ªa Cristina, con la que tuvo s¨®lo descendientes femeninos hasta que ¨¦sta literalmente le arranc¨® una eyaculaci¨®n de la que naci¨® un hijo p¨®stumo, que ser¨ªa Alfonso XIII, durante cuya infancia gobern¨® la austriaca: continuar¨ªa la pertinaz presencia de esta familia en la historia espa?ola, a pesar de la interrupci¨®n a la que ¨¦l dio lugar.Amestoy no tiene gran inconveniente en llevar su lenguaje a una prosa l¨ªrica; como si la obra hubiese estado escrita en verso y convertida, luego, a prosa. Como se ve que su di¨¢logo le gusta y que piensa que al espectador le deber¨ªa pasar igual, lo alarga y lo convierte en el mayor tesoro de la obra. Es otro sello de su autor¨ªa. Y las frases como aforismos sobre Espa?a, los borbones y otras cosas supuestamente trascendentes, y las profec¨ªas de lo que nosotros sabemos que va a ocurrir. Con esto y con las cabriolas del rey que sufre sus terribles ataques de disnea y que fuera de ellos juega y fantasea, y con las bromas del buf¨®n del que Francisco Merino hace una de sus creaciones personales, queda definida la obra. No da demasiado de s¨ª, a pesar de sus int¨¦rpretes y de la habilidad del director, Francisco Vidal, para revelar la historia que quiere contar el autor a trav¨¦s de sus personajes augustos. Para el p¨²blico de invitados del d¨ªa del estreno, no s¨®lo pareci¨® suficiente sino muy bien, excelente. Ignacio Amestoy se lo merece.