Muchos detalles ornamentales del nuevo Liceo son aportaciones de los artesanos
VIENE DE LA P?GINA 1 En el friso situado encima del marco de la boca esc¨¦nica se pueden apreciar diversos querubines dorados en actitud celebratoria. Los artesanos que los han realizado se han inspirado, en muchos casos, en las caras de familiares y amigos, siguiendo una antigua tradici¨®n del oficio. Sin ir m¨¢s lejos, en los plafones del Sal¨® dels Miralls, Mestres-Cabanes retrat¨® a un ni?o de su familia en las escenas mitol¨®gicas que adornan el lugar. Pues bien, uno de estos angelotes tiene todo el aspecto de haberse inspirado en la figura de Pasqual Maragall: se encuentra a la izquierda, por encima del plaf¨®n donde se oculta la imagen del presidente de la Generalitat. Se desconoce si en la elecci¨®n de tal ubicaci¨®n ha influido alg¨²n tipo de intencionalidad pol¨ªtica. La reconstrucci¨®n de la sala del Liceo ha sido fiel al modelo que se quem¨® el 31 de enero de 1994, del que se dispon¨ªa de abundante material fotogr¨¢fico. Sin embargo, no todos los detalles estaban documentados con precisi¨®n. En estos casos ha habido que inventar a partir de deducciones y suposiciones, siempre dentro del estilo general de la obra. Adem¨¢s, en muchos casos se han producido modificaciones estructurales que han obligado a buscar soluciones originales. La fila 10 El arco de proscenio, por ejemplo, es m¨¢s bajo que el que hab¨ªa antes del incendio, por consejo de Higini Arau. Seg¨²n este experto en ac¨²stica, que tambi¨¦n ha asesorado la construcci¨®n del Auditori, la nueva proporci¨®n creada entre la altura del tornavoz y el largo de la sala facilita la llegada del sonido rebotado a los puntos m¨¢s alejados del escenario. El empresario Joan Antoni P¨¤mias, quien ejerci¨® de director del Liceo entre 1947 y 1980, sol¨ªa realizar las audiciones a los nuevos cantantes desde la fila 10, debajo del cupulino del que en tiempos colgaba la l¨¢mpara central, porque aseguraba que all¨ª empezaba a difuminarse el sonido directo procedente del escenario y empezaba a intervenir el rebote: es decir, era el punto "de la verdad", all¨¢ donde mejor pod¨ªa valorarse la capacidad del int¨¦rprete de turno para hacer llegar su voz a todo el teatro. Pero el cupulino ha sido substituido ahora por un plaf¨®n convexo, en el que se instalar¨¢n ca?ones de luz y buffers para ampliar las frecuencias graves cuando lo requiera el espect¨¢culo. Todas estas modificaciones se han introducido buscando que el resultado se acerque lo m¨¢s posible a las condiciones ac¨²sticas que se registraban en la sala antes del incendio. Incluso persisten "zonas sordas", como las de los palcos de platea situados bajo el balc¨®n del anfiteatro, posiblemente las peores localidades para la recepci¨®n de la m¨²sica . En esta ¨¢rea, as¨ª como en el marco del proscenio y en diversos otros puntos de la sala, se han colocado, incrustados en la pared y en las molduras, unos discretos altavoces para subsanar la opacidad sonora cuando se estime conveniente. Otros detalles, como los dos retratos pol¨ªticos antes mencionados y los medallones con las efigies de compositores que adornan la balaustrada de anfiteatro, son meramente ornamentales, y en estos casos -pinturas de Perejaume para los ¨®culos del techo al margen-, los constructores se han permitido lev¨ªsimos gui?os a la contemporaneidad. Por ejemplo, en los marcos de los palcos de proscenio hay unos rosetones que enmarcan los a?os de construcci¨®n de las seis salas que habr¨¢ tenido el Liceo: la de 1847, cuando se inaugur¨®; la de 1862, celebrada como una segunda inauguraci¨®n; la que se construy¨® en 1868, tras el primer incendio que sufri¨® el teatro; la que reform¨® el arquitecto municipal Pere Falqu¨¦s en 1883; la que ardi¨® en el segundo incendio y que hab¨ªa sido construida en 1909 por Salvador Vinyals; y la que se inaugurar¨¢ en octubre.
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